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spanish.china.org.cn | 21. 08. 2014 | Editor: Eva Yu | [A A A] |
La traducción que Dong Yansheng ha hecho de Don Quijote revela despiadadamente la realidad de un arte efímero, rehén de los cambios lingüísticos y de los vaivenes de la modernidad. La perennidad de una obra literaria en otro idioma, asegura, yace en las aportaciones de genios venideros en el arte de la traducción. ¡No te hagas ilusiones, ningún traductor es definitivo!. Dong Yansheng se declara un traidor de las palabras, pero no por ello se despoja de la armadura, esa que le ha dado la vocación, y dibuja fielmente en ideogramas chinos el humor y los juegos de palabras en la obra de Cervantes. Inquisidor de los falsos profetas, Dong Yansheng habla del Quijote y del arte de la traducción.
¿Qué cualidades deben existir en un traductor según Dong Yansheng?
Paciencia y arte. Esto es cierto. En realidad cualquier trabajo serio debe hacerse con paciencia y una dosis de arte. La traducción sobre manera debe ser así. Pero a parte de paciencia y cierta dosis de arte, uno debe especializarse en esta materia. No basta con hablar el idioma, que es la primera premisa, es necesario dominar con bastante nivel las dos lenguas en cuestión.
Desgraciadamente hay quienes hoy piensan que esto no hace falta, que sólo es necesaria la lengua materna. Y luego provisto de un diccionario bilingüe, cualquier imbécil es capaz de lanzarse a traducir. Eso pasa aquí en China y hay mucha gente que así lo hace.
¿No cualquiera puede traducir?
Lin Shu[traductor de una versión del Quijiote en la década 20 del siglo XX] no conocía ninguna lengua extranjera. Hizo una traducción en la que colaboraba un ayudante que, tenía en mano una versión inglesa o francesa y le iba traduciendo oralmente mientras el señor lo ponía por escrito en chino clásico. Creía que esa modalidad de chino clásico era digna de consideración y que no debía usarse el lenguaje de un carretero, que era el calificativo que él aplicaba al que hablaba la gente común y corriente.
Por su parte, la versión de Yang Jiang, que ha sido la que yo confrontaba con la obra original, está plagada de errores elementales. El conocimiento que ella tiene del español es muy precario. Comencemos por ver cómo ha traducido algunos nombres propios: faraón, Asiria, Chipre, entre muchos otros. Las peculiares transcripciones fonéticas de estos términos específicos ya están incorporadas al léxico del chino moderno y forman parte del vocabulario de cualquier chino de cultura media. Pero, debido a la diferencia ortográfica del español y el inglés o el francés, que quizá fueran lenguas más o menos familiares para la traductora, ella no pudo reconocerlos y tampoco se tomó la molestia de consultar algún diccionario bilingüe. Sencillamente optó por inventar sus propias transcripciones fonéticas totalmente extrañas que desconciertan a los lectores, que ignoran por completo a qué se refiere.
Dominar la lengua fuente y la lengua meta es primordial para dedicarse a cualquier actividad relacionada a la traducción. Es la premisa elemental y la más básica, pero a algunos incautos eso les parece innecesario. Creen que con estudiar un idioma en dos meses ya están en condiciones de acometerse a la tarea de traducir. Estos traductores del Quijote son muy valientes. Sin embargo, como carecen de la competencia indispensable del oficio, lo que consiguen finalmente es desprestigiarse a sí mismos.
¿En qué momento inicia Dong Yansheng su carrera como traductor?
En un principio yo me dedicaba por entero a la enseñanza, nunca hice trabajo de traducción. Durante toda mi juventud, China estaba encerrada en sí misma y sin apenas relaciones con la mayor parte del resto del mundo, (la culpa no la tenía exclusivamente el país). Además, en aquellos años se aplicaba un criterio estrambótico sobre aquellas personas cuyo trabajo generaba fama y beneficios, se decía que tenían un afán individualista burgués. Eso me cohibía. Nunca se me ocurrió hacer trabajos de traducción ya que una obra, por insignificante que fuera, debía tener una mención y una paga.
El trabajo de traducción lo comencé tras la apertura. En ese momento la sociedad china comenzó a sentir la necesidad de conocer lo que ocurría en otras partes del mundo. Y las editoriales comenzaron a buscar traductores para obras literarias. La primera obra en la que participé fue una antología de cuentos latinoamericanos, esto fue en 1981, participaron muchas personas. Yo traduje bastantes cuentos hispanoamericanos, entre ellos algunos mexicanos como por ejemplo, José López Portillo y Rojas. Me gustaba sobre todo el “Guardajugas”, un cuento fantástico de Juan José Arreola.