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| spanish.china.org.cn | 25. 12. 2014 | Editor: Eva Yu | ![]() |
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La etnia tibetana cuenta con una historia larga y una cultura espléndida. Los tibetanos comenzaron a producir vino hace más de mil años y con el transcurso del tiempo, se ha formado una tradición vitivinícola muy especial.
Los tibetanos viven en el techo del mundo. Son abiertos, alegres y apasionados por la naturaleza. Debido a la influencia de la religión budista, son famosos por ser amables, corteses y ahorrativos. Por tanto, aunque la mayoría de ellos son aficionados al vino, muy pocos resultan alcohólicos. Beben poco en la vida cotidiana, pero en ocasiones especiales, no dejan la copa hasta emborracharse. Para los tibetanos, el vino es una bebida de celebración, la cual, en ningún momento sirve para ayudar a olvidar la tristeza. Al mismo tiempo, como los budistas no toman alcohol, el vino no aparece en las celebraciones religiosas.
Según registros históricos, antiguamente, existían muchas variedades de vinos tibetanos, entre ellos, el vino de arroz, el vino de trigo, el vino de uva, el vino de miel y el vino de cebada. Después de la Dinastía Tang, gracias a los intensos intercambios entre la etnia tibetana con la etnia han, los tibetanos aprendieron el proceso de fermentación que se usaba ampliamente en aquella Dinastía. Desde entonces, el vino de cebada, parecido al vino amarillo de los han, se volvió popular entre los tibetanos y con el tiempo, se convirtió en una bebida tradicional tibetana.
En la mayor parte de Tíbet, los anfitriones dan la bienvenida a sus invitados con té. Sin embargo, durante las fiestas y otras celebraciones, el vino es un elemento imprescindible para atender a los visitantes. Primero, el anfitrión llena la taza con vino y se la entrega al invitado, quien, al recibirla con las dos manos, toma tres bocados sin secar la taza. Después de que el anfitrión vuelve a llenar la taza, el invitado toma el vino al seco. Luego, si tiene ganas, el invitado puede seguir tomando. Si no lo desea, tampoco es mal visto rechazar más vino. No obstante, si el invitado no toma las primeras dos tazas siguiendo estrictamente las reglas, se considerará una falta de respeto y el anfitrión no quedará contento.
En caso de que el invitado se embriague, esto no es motivo de burla para el anfitrión. En cambio, lo ve como una muestra de sinceridad. Los tibetanos residentes en la región de Jiarong, provincia de Sichuan tienen otra costumbre. Tras invitar a los visitantes a entrar en su casa, se les sirve un jarro de vino. Luego, se sirve a cada invitado su porción de comida. Los tibetanos residentes en la región de Heishui invitan a casa a cada conocido que pase por la puerta y le entregan una taza de vino. Si el invitado insiste en no entrar, el anfitrión lleva el vino a la calle para que lo tome, como una muestra de hospitalidad. Podemos percibir la amabilidad de los tibetanos a través de esas costumbres.
El vino es un elemento imprescindible en los matrimonios tibetanos. En la zona tibetana de Anduo, provincia de Qinghai, el novio tiene que llevar vino a la casa de la novia para pedirle matrimonio. Si la novia lo acepta, tiene que invitar a los mayores y a la casamentera a tomar vino, lo cual sirve como una ceremonia de compromiso. El día de la boda, se prepara gran cantidad de vino de cebada para atender a los invitados. Durante su camino a la casa de la novia, el novio comparte vino con los transeúntes. La novia toma una taza antes de despedirse de sus padres. Tanto los anfitriones como los invitados toman y bailan durante la boda y a veces, la celebración dura hasta 3 días. Durante la celebración, la novia tiene que hacer brindis con cada uno de los invitados. Aunque las tradiciones puedan variar según diferentes regiones, la función del vino es muy similar.
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