Por SERGIO LEY LÓPEZ, Embajador de México en China 2001-2007, Cónsul general de México en Shanghai 1993-1995
Conmemorar el 40 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y la República Popular China es una ocasión que invita a la reflexión sobre lo que han sido cuatro décadas de intensos intercambios en todos los ámbitos y sobre lo que el futuro depara a ambos países en un incierto panorama internacional.
El reconocimiento por parte de México de la República Popular China como la única representante de todo el pueblo chino tuvo lugar en momentos en que el territorio continental del país asiático se encontraba en plena ebullición. Pese a que la Revolución Cultural iniciada años antes por el entonces presidente Mao Zedong había creado un clima de desconfianza e incertidumbre en el interior de China, su política exterior mostraba gran empuje, apertura y seguridad.
México, por su privilegiada posición de puente entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo, por su búsqueda de liderazgo en el Tercer Mundo y por su política exterior flexible e independiente, desprovista de las ataduras a cualquiera de los dos polos en conflicto durante la Guerra Fría, se convirtió en el aliado estratégico de China en Latinoamérica.
En la primera década de estas cuatro décadas se dieron intensos intercambios con efectos que perduran hasta nuestros días. Basten como ejemplos tres acciones de gran envergadura:
El programa de estudiantes chinos de El Colegio de México permitió la capacitación de más de 200 cuadros del partido y Gobierno chinos en asuntos latinoamericanos.
El entrenamiento de médicos mexicanos en las técnicas y prácticas de la medicina tradicional china.
La entrega de la simiente madre del maíz híbrido desarrollado en México a las autoridades chinas, que permitió a la República Popular convertirse, en pocos años, en el primer productor de esta gramínea en el mundo y palió, en gran medida, los efectos de hambrunas producidas por la naturaleza y el hombre.
Quizás el sello distintivo de la segunda década estas relaciones, 1982-1990, fue un retraimiento de la cooperación internacional de México, derivado de la profunda crisis económica que obligó al país de los aztecas a cancelar muchos de los programas que mantenía con terceros países. Uno de ellos, de vital importancia, fue el de becarios que El Colegio de México mantenía con la República Popular, privándonos así de una importante influencia en el conocimiento que China deseaba adquirir sobre el continente Latinoamericano. Otros acomodos y cambios geopolíticos contribuyeron al desplazamiento paulatino de México como socio privilegiado en la región. Las prioridades chinas se reenfocaron, las contradicciones en el seno de su dirigencia política se resolvieron y China se embarcó en su propio proceso de desarrollo que, en pocos años, logró convertir al país en la fábrica del mundo.
Los años subsiguientes fueron marcados por los desencuentros. México, al sentir al país oriental como una amenaza que desplazaría a la industria nacional de su mercado interno y de los mercados tradicionales en el exterior, impuso altas tarifas compensatorias a un número importante de productos chinos. Al mismo tiempo que las autoridades mexicanas negociaban el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá y posponían sine die la firma del tratado comercial con China, condición sine qua non para el acceso de la República Popular a la Organización Mundial del Comercio (OMC), los productos chinos inundaron los mercados mexicanos, causando mayores fricciones en la relación. En los círculos académicos y, tal vez también, en algunos sectores del Gobierno y el partido chinos, se interpretaron estas acciones de México como un realineamiento de su política exterior y de sus prioridades geoestratégicas.
En la primera década del siglo XXI, la llegada de Vicente Fox y del Partido Acción Nacional a la presidencia fue percibida en China como una buena oportunidad para replantear una nueva estrategia en su relación con México. Además, las acciones concretas de este último para relanzar la relación bilateral entre los dos países incluyeron la firma del Tratado Comercial, instrumento indispensable para la adhesión de China a la OMC, rubricado la víspera de su admisión. Esta percepción de un nuevo ímpetu se vio reforzada con las dos visitas del presidente Fox a China. La primera tuvo el carácter de visita de Estado y la segunda se realizó en el marco de la reunión cumbre de líderes de la APEC, celebrada en Shanghai. La República Popular China correspondió al gesto con la vista oficial a México, en diciembre de 2003, del primer ministro, Wen Jiabao. En esa ocasión, el líder chino y el mandatario mexicano acordaron privilegiar a los dos países con una relación estratégica. Para instrumentar esta alianza, las partes determinaron crear la Comisión Binacional Permanente como un recurso de alto nivel para promover, reforzar y planear una relación bilateral a largo plazo y en todos los ámbitos. La primera reunión tuvo lugar el 14 de agosto de 2004 y para ella viajaron a Pekín seis secretarios de Estado, dos miembros del Gabinete, senadores, diputados federales, empresarios y representantes de destacados medios de comunicación. Otras cuatro reuniones se han celebrado desde entonces. En la última, en julio de 2011, se aprobó el Programa de Acción Conjunta para el período 2011-2016, que incluye acciones específicas para el quinquenio, con el propósito de planificar y orientar la más amplia cooperación entre ambas partes.
Además de lo acordado en las reuniones de la Comisión Binacional, una acción de gran trascendencia fue la apertura del Consulado General de México en Cantón, en enero de 2006, instrumento estratégico que apoya los crecientes intercambios entre empresarios mexicanos y chinos y constituyó un mensaje político y económico que amplió y consolidó la presencia mexicana en la importante zona del Delta del Río Perla.
Otro instrumento importante en los nexos bilaterales, creado en este decenio con el propósito de avanzar y consolidar una relación económica equilibrada, lo constituye el Grupo de Alto Nivel, GAN, integrado por la Secretaría de Economía mexicana y el Ministerio de Comercio chino. En su pasada reunión, en marzo de 2011, se acordó facilitar el comercio y la cooperación en sectores como la minería, infraestructuras, industria electrónica, automotriz y alimentos, entre otros.
En la actualidad, las relaciones de China con México se inscriben en el conjunto de relaciones de la República Popular China con América Latina, no así, las relaciones de México con China, las cuales están definidas por el tamaño de la economía china, su peso específico en el contexto internacional, su creciente poderío militar, regional y global, y su posicionamiento en los últimos años como su segundo socio comercial, a pesar de la ausencia de un tratado de libre comercio. Asimismo, el empresariado mexicano concibe a China como un formidable competidor que lo ha desplazado de sus mercados tradicionales, como el de Estados Unidos, y que mantiene cerrada su economía a las exportaciones mexicanas.
En 2010, el volumen total del comercio con la República Popular China fue de 52.428 millones de dólares, cifra que confirma su posición como segundo socio comercial de México y que puede ser refutada porque no aparece en ninguna de las estadísticas oficiales de los dos países. Sin embargo, refleja los intercambios económicos bilaterales reales, ya que incluye el comercio que se realiza a través de terceros países. China computa transacciones por un total de 24.700 millones de dólares, mientras que nuestra Secretaría de Economía calcula la suma de importaciones y exportaciones con ese país en 49.790 millones de dólares. Esta considerable diferencia muestra que una parte muy importante de nuestras transacciones comerciales con China se realizan por la intermediación de terceros países, principalmente de Estados Unidos, y en menor medida Hong Kong.
Aparte de la disparidad de las cifras, hay un hecho que es irrefutable: tenemos un gigantesco déficit comercial que, en el peor de los casos, asciende a 38.788 millones de dólares. De China importamos mercancías por valor de 45.608 millones de dólares; en cambio, México solo exporta a China 6.820 millones de dólares. En términos de porcentaje, esto quiere decir que a China le vendemos apenas el 15% de lo que esta nos vende. En el largo plazo, una situación así es insostenible para una sana evolución de los intercambios económicos bilaterales. Por lo tanto, es importante un replanteamiento integral de las relaciones económicas chino-mexicanas.
Las alternativas para mejorar la balanza comercial entre nuestros dos países pueden ser varias y diferentes. Importantes entre otras serian las de incrementar sustantivamente nuestras exportaciones y alentar la inversión china en la planta productiva mexicana.