Por JORGE NUÑO JIMÉNEZ, Director General del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo A.C. (Organismo consultivo de la ONU)
EN vista de la conmemoración del 40° aniversario de relaciones diplomáticas entre México y China, resulta de gran importancia hacer esta reflexión y un balance sobre los lazos amistosos y fraternales que durante siglos han unido a nuestro país con China, nación con la que hemos compartido intereses, tales como la defensa de su soberanía, la paz y seguridad internacionales.
Uno de los actos de mi vida que más me enorgullece es haber sido designado ayudante militar y, posteriormente, colaborador cercano por más de cuatro décadas del Presidente Echeverría, acompañándolo como alumno de primera fila en sus múltiples actividades diplomáticas. Lo he acompañado en sus múltiples visitas por todo el mundo y muy especialmente a la República Popular China, lo cual me permitió tener el privilegio de conocer de manera directa la cultura y las tradiciones de ese país que, llenos de prejuicios, veíamos desde Occidente con cierto misterio.
Esta experiencia singular de mi vida me obligó a estudiar a fondo su historia, economía, tradiciones populares y, sobre todo, comprender cabalmente aquellos viejos prejuicios occidentales que afirmaban que: “Cuando China despierte el mundo temblará” (Napoleón). Hoy nos damos cuenta de que China ha despertado, de que el mundo no está temblando y de que, de ninguna manera, es el “peligro amarillo”. China no es ningún peligro para Occidente, sino, todo lo contrario, es un actor internacional de primera línea y representa la solución para muchos problemas financieros del mundo.
Como oficial de su Estado Mayor y ayudante personal del Presidente Echeverría tuve el especial honor y privilegio de estar presente el día que le llamó –vía telefónica– el Presidente Richard Nixon desde la Casa Blanca a su oficina de los Pinos, en 1971. Con la debida cortesía diplomática y la expresión de respeto por la soberanía de México, el presidente de Estados Unidos le solicitó, muy atentamente, que estudiara el voto de México ante la XXVI Asamblea de la ONU porque estaba programado en la agenda el ingreso de la República Popular China. Nixon le pidió que su voto fuera en contra porque podría generarse una grave alteración en la estabilidad y la paz de la región asiática. El Presidente Echeverría le manifestó que iba a estudiar con mucha atención su voto.
El reconocimiento de la República Popular China ante las Naciones Unidas no fue un hecho aislado, sino parte de la estrategia general de una política exterior fundada en sus tradiciones históricas y compromisos con la patria grande, como lo es América Latina, en un escenario internacional en crisis, en el cual nuestro país demandaba reformular una política exterior activa y no subordinada, inteligente y audaz, en beneficio de México y de los países de Asia, África y América Latina.
Durante el mandato del Presidente Echeverría, México llevó adelante una vigorosa política exterior, estableciendo relaciones diplomáticas con 49 estados, aunque ninguna de la trascendencia histórica, política y económica como la que se estableció con la República Popular China a partir del 14 de febrero de 1972 através de un comunicado conjunto entre los dos gobiernos.
El comunicado selló históricamente la voluntad férrea e indeclinable de México para establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China, y nos obliga, hoy en día, a reflexionar con sensatez y altura sobre las relaciones amistosas y diplomáticas entre estas dos naciones amigas. Resulta indispensable hacer un balance de los saldos de esta relación de 8 lustros, que se iniciara el 14 de febrero de 1972 a iniciativa del Presidente Echeverría, con fundamento en sus facultades constitucionales del artículo 89, fracción X, pero que, además, tuvo como sustento las facultades inherentes al ejecutivo a su cargo y un conocimiento muy profundo de la historia y tradiciones de ese país, aislado por el orden internacional de la época. Seguramente, el Presidente Echeverría conocía y había estudiado la vieja influencia de China en el poblamiento de América Latina.