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spanish.china.org.cn | 21. 12. 2016 | Editor: Elena Yang | [A A A] |
Por Jorge Fernández
Pese a un 2016 lleno de vaivenes generados por entornos políticos y económicos inciertos, la relación chino-latinoamericana salió incólume, y hasta cierto punto, robustecida. La inversión y el financiamiento de infraestructuras estimularon favorablemente la metamorfosis de una relación a la que muchos veían con incertidumbre.
A las dudas las alimentaba la caída del precio de las materias primas, pero en contra de las proyecciones desalentadoras, la derrama generada por el intercambio de productos básicos ejerció un efecto inocuo en la relación chino-latinoamericana. La confianza, la cooperación y un nuevo carácter estratégico inyectaron dinamismo y ajustaron los lazos rumbo a una nueva normalidad.
Revertir hábilmente los contundentes efectos de una situación internacional incierta no fue un hecho ni fortuito ni tampoco ocurrido al azar. Respondió plenamente a un despliegue de trabajos diplomáticos que no solo permitió un mayor conocimiento de quién es y qué quiere China en América Latina, sino que también permitió encausar la relación rumbo a escenarios nuevos y dinámicos.
A una serie de acuerdos económicos y de asociación estratégica rubricados entre China y América Latina, se sumó, como ya es tradición anual, la tercera visita del presidente Xi Jinping desde que asumió el cargo en 2016. En esta ocasión Ecuador, Perú y Chile atestiguaron la importancia que el presidente concede a la región latinoamericana y caribeña, una zona de enorme potencial enmarcada en la estrategia china de salir al exterior.
Los países de América Latina están estableciendo asociaciones estratégicas integrales con el gigante asiático, y con ello, a la confianza y cooperación tradicionales se incorpora un mecanismo diplomático estratégico que facilita la materialización de proyectos, entre los cuales cobra relevancia la construcción financiada por China de infraestructuras.
China y América Latina están transformando el modelo de intercambio comercial tradicional por uno caracterizado por la transferencia de tecnología e inversión.
El dinamismo de estas nuevas acciones estimula la formación de un nuevo paradigma orientado a encontrar conjuntamente fórmulas para la modernización, menos dependientes del petróleo y de las materias primas, y capaces de remodelar las matrices comerciales y productivas de la región.
La esencia de estos importantes cambios yace en una serie de iniciativas, principios, marcos de cooperación y fórmulas que China ha revelado clara y explícitamente a lo largo de estos últimos tres años.
En primer lugar, (1) sinceridad y confianza, (2) cooperación para el beneficio compartido, (3) aprendizaje conjunto, (4) colaboración y coordinación en asuntos internacionales e (5) impulso de la cooperación general y de la bilateral. Estas cinco iniciativas fundidas en un solo concepto o “5 en 1” son, en esencia, un nuevo patrón que bajo la visión compartida de un destino común, convoca a la unidad para encarar la complejidad cambiante del escenario internacional.
En segundo lugar, la elaboración de un “Programa de Cooperación China-América Latina y el Caribe para el periodo 2015-2019”, junto con el desarrollo del comercio, la inversión y la cooperación financiera como tres motores de desarrollo, acompañados por un acoplamiento industrial en seis áreas, a saber el de la energía y recursos naturales, el de la construcción de infraestructuras, el de la agricultura, el de la manufactura, el de la innovación científica y tecnológica, y el de la tecnología de la información, una fórmula conocida como “1+3+6” .
Y en tercer lugar, el modelo 3 x 3, una versión actualizada de cooperación en materia de logística, electricidad e informática, por un lado, a la que se suma la sinergia entre empresas, sociedad y gobierno, por el otro lado, y a la que se incorpora conjuntamente la participación de fondos, créditos y seguros, para fortalecer la capacidad productiva de la relación.
Estas fórmulas han fungido como una hoja de ruta con la que China y los países al otro lado del Pacífico han revertido entornos críticos y han hecho de ellos nichos potenciales de oportunidad.
2016 ha atestiguado la materialización de todos estos programas de acción, apuntalados por una activa labor diplomática en la cultura, la política y la economía.
La propuesta planteada por Xi Jinping para celebrar el Año de Intercambio Cultural China-América Latina y el Caribe cobró vida en 2016, un acontecimiento que no solo ofreció la oportunidad de propagar asombrosas imágenes de culturas formidables, sino que también profundizó la comprensión entre los pueblos a ambas orillas del Pacífico.
La determinación de configurar una relación ejemplar entre China y América Latina y el Caribe quedó rubricado en 2016 con la celebración en Beijing del III Foro de Think Tanks. El magno evento permitió a las mentes más brillantes compartir conocimientos y experiencias, con los que, a su vez, se desarrollaron nuevas líneas de trabajo para fortalecer la relación bilateral.
El mundo mediático quedó representado en 2016 con la I Cumbre China-América Latina de líderes de medios de comunicación social, un evento que se hacía impostergable ante la urgente necesidad de presentar una imagen fiel, real y objetiva de las cada vez más estrechas vinculaciones chino-latinoamericanas.
El papel de China como el segundo mayor socio comercial de América Latina y el Caribe brilló en 2016 con la celebración de la X Cumbre Empresarial China-LAC, evento que permitió en un par de días la suscripción de 68 acuerdos de cooperación y 21 convenios empresariales con un valor contractual que rebasó los 17 mil millones de dólares.
Y finalmente, con el Documento sobre la Política China hacia América Latina y el Caribe, publicado en 2016, China patentizó la importancia estratégica que concede a América Latina y el Caribe, reiterando su interés por construir sanamente un relación sustentada por la igualdad, el beneficio compartido y el desarrollo conjunto rumbo a un destino compartido por todo el mundo.