La historia de China puede ser trazada desde el origen de las técnicas de irrigación. Durante miles de años, los chinos inundaron sus tierras de labranza; ahora, sin embargo, el agua baña los cultivos en pequeños hilos o incluso gota a gota.
La región autónoma Uygur de Xinjiang, en el noroeste del país, es la base algodonera más importante de China.
Guo Ying, quien cultiva 7,3 hectáreas de tierras dedicadas al algodón, alaba la tecnología de irrigación por goteo bajo membrana plástica que ahora utiliza. Con sólo abrir la llave de control, el agua penetra lentamente en las raíces de la plantación.
"La nueva tecnología me ha sido de gran ayuda en la reducción del uso de agua y mano de obra", destaca Guo, quien señala que puede llegar a ahorrar 1.500 metros cúbicos de agua por hectárea, un tercio del volumen requerido en el pasado.
Este tipo de tecnologías comenzaron a ser aplicadas en la región en 2000. En la actualidad son empleadas en más de 400.000 hectáreas, logrando reducir el consumo de agua en más de 600 millones de metros cúbicos anuales.
Las innovaciones introducidas en Xinjiang son todo un ejemplo para el resto del país.
Según el Ministerio de Recursos Hídricos, con el 6 por ciento de los recursos de agua dulce del mundo, China ocupa el sexto puesto en el escalafón mundial, tras Brasil, Rusia, Canadá, Estados Unidos e Indonesia. Sin embargo, la distribución per cápita del preciado líquido sólo representa un cuarto de la media mundial.
Por encima de las dos tercios del consumo total de agua de China son destinadas a la agricultura, principalmente a la irrigación de cultivos. Sin embargo, el 55 por ciento de los recursos son malgastados, doblando la cifra registrada en los países desarrollados.
En la agenda política de los líderes chinos, el ahorro de agua, especialmente en la agricultura, ocupa un lugar fundamental. Así el primer ministro, Wen Jiabao, calificó la cuestión de fundamental para la construcción de una sociedad centrada en el ahorro de recursos.
Las nuevas tecnologías pueden contribuir a solventar la cuestión. Desde comienzos de los años 90, China introdujo diversas tecnologías provenientes de Israel y otros países desarrollados con las que, según cifras oficiales, se ha iniciado la explotación de 21,3 millones de hectáreas.
No obstante, los tradicionales métodos de irrigación por inundación aún son empleados en numerosas regiones chinas. En la llanura de Chengdu, en la provincia suroccidental de Sichuan, por ejemplo, los campesinos siguen inundando sus tierras con agua proveniente del proyecto hidráulico Dujiangyan, construido hace 2. 250 años.
Mientras que en países como Israel las nuevas tecnologías de irrigación son empleadas en el 80 por ciento de las tierras de cultivo, China sólo las emplea en un 35 por ciento de éstas.
El problema básico radica en que las nuevas tecnologías tienen un coste superior al que pueden sufragar los agricultores. Las tecnologías de riego por goteo y por rociado son en la actualidad las más efectivas, pero requieren 30.000 yuanes (3.750 dólares USA) para su instalación en cada hectárea, mientras que los ingresos per cápita en las zonas rurales chinas se situaron en 3.255 yuanes en 2005.
"¿Quién va a pagar tanto?", cuestiona Zheng Cifen, campesina del pueblo Jiubei en la provincia oriental de Shandong. "El cultivo de los cereales me reporta menos de 3.000 yuanes al año. Si uso las nuevas tecnologías no voy a ganar nada con mi trabajo. La tecnología es cara, pero el agua es barata."
Sin embargo, las autoridades opinan en sentido contrario. "El ahorro de recursos en la agricultura es de vital importancia para resolver los problemas a los que se enfrentan la agricultura, las áreas rurales y los campesinos", opina Feng Guangzhi, presidente de la Asociación de Distritos Regantes de China.
"El ahorro de agua conlleva beneficios económicos, sociales y ecológicos", asevera Yan Guanyu, responsable del departamento de irrigación de dicho ministerio
Por tanto, China se enfrenta a un dilema entre el Estado y sus campesinos. "Las limitadas posibilidades de los campesinos son incompatible con los grandes planes estatales", afirma Zhao Jingcheng, ex ingeniero jefe del Centro Nacional para el Desarrollo de la Irrigación y los Drenajes de China.
"No obstante, el ahorro de recursos es una política estratégica positiva para la población, por lo que el Estado tiene que correr con los gastos", indica.
Normalmente, el gobierno central asigna fondos vinculados a sus planes quinquenales, los cuales son elaborados teniendo en cuenta la situación en el lustro anterior.
La ausencia de un flujo fijo de inversión estatal se erige como cuello de botella para la extensión de las tecnologías de ahorro de agua, sostiene Yan, quien demanda a las autoridades la concesión de fondos constantes y estables.
Por su parte, Zhao apuesta por la elaboración de normativas específicas, puesto que considera que el marco legal actual ha fracasado en la resolución de la disyuntiva y no establece una división clara de las responsabilidades de los departamentos gubernamentales.
Al mismo tiempo, Yan solicita el aumento de la inversión gubernamental en infraestructuras, puesto que los limitados estándares de los proyectos lanzados décadas atrás provocan un enorme despilfarro.
Actualmente, China ahorra cada año 1.000 millones de metros cúbicos de agua gracias a los 2.000 millones de yuanes facilitados anualmente por el gobierno central.
(13/11/2006, Agencia de Xinhua)