El estilo como superación
Superado, en cierta forma el trámite político-mediático, Vargas Llosa se adentró en lo artístico. “El estilo es la clave de una novela, no sólo en el lenguaje, sino también en la estructura de la historia”, dijo el Nobel.
“Cada historia necesita un tipo de estructura concreta que le dé fuerza para persuadir. El gran desafío de un escritor es encontrar esa estructura que dote a la historia de mayor persuasión”.
Para el autor peruano, “la forma no se disocia de la historia; primero está la historia, y sobre ella se va trabajando la forma”. “Cualquier historia puede ser buena; es la manera de contarla –el estilo y la estructura- lo que determina su valía”, opina.
En este sentido, Llosa reconoció dos grandes influencias: Faulkner, por la riqueza, originalidad y sutileza de su arquitectura narrativa; y Flaubert, como ejemplo de constancia y superación para alcanzar el genio literario.
Sobre éste último, el escritor citó las cartas que el gran novelista francés intercambió con su amada Louise Colet, en las que daba cuenta del proceso de superación personal que suponía la escritura. Según Llosa, Flaubert, inmerso en la escritura de ‘Madame Bovary’, se sentía un escritor de segunda, pero no se resignaba a la mediocridad: luchaba por construir el genio a base de disciplina, perseverancia y autocrítica”, un ejemplo que para Vargas Llosa resultó iluminador.
Memoria
“No puedo provocar una historia para escribir sobre ella; es la historia la que viene a mí, la que sale a mi encuentro”, dijo el escritor, quien en estima que “uno escribe con lo que tiene dentro, que es sobre todo memoria”.
Sobre ello, Llosa afirma que escribir es “una aventura” que se afronta con cada obra, con cada historia, hasta que la historia pasa a formar parte totalmente de la vida de uno. Es ahí donde escribir se convierte en una manera de vivir, en palabras del escritor.
Para Vargas Llosa, una vez que la historia sale, lo vivido con ella durante su elaboración le basta. “Si la historia llega al lector, mejor; si no, que me quiten lo bailao”, dijo.
En ese sentido, el Nobel expresó que hay veces en las que un escritor no tiene la última palabra sobre lo que ha escrito y surgen interpretaciones contradictorias por parte de los críticos y lectores. “Una novela es un cuerpo vivo que segrega diferentes lecturas posibles”, afirmó.