Emancipación social china genera más divorcios
La tasa de divorcios de China mantuvo su tendencia de crecimiento acelerado en 2010, año en el que 1,7 millones de parejas rompieron sus lazos conyugales, un 10 por ciento más que en 2009, según las estadísticas del Ministerio de Asuntos Civiles del país.
En septiembre pasado, el portal china.huanqiu.com reveló que Beijing es la ciudad con la tasa más alta de separaciones, con un 39 por ciento, seguida por Shanghai, Shenzhen, Guangzhou y Xiamen, cuyas tasas son del 38, 36, 35 y 34 por ciento, respectivamente.
Pero ¿cuál es la razón fundamental del sostenido aumento de la tasa de divorcios? ¿Qué influencias supondrá para la sociedad china?
La etapa de convivencia previa al matrimonio no está protegida por la ley. Hace tres o cuatro décadas era un fenómeno raramente visto en EE.UU., que se popularizó entre los artistas y los grupos de “personas problemáticas” y era considerada un “acto inmoral”.
Según estadísticas, en 1970 unas 500.000 parejas vivían en concubinato en Estados Unidos, cifra que en la actualidad alcanza los 5 millones de parejas. Aparte de ellos, existen millones de matrimonios cuyos miembros cohabitaron antes de contraer nupcias. Sin embargo, son pocos aún los que viven bajo un mismo techo sin dar el “sí quiero”.
En la actualidad, el 90 por ciento de los estadounidenses conserva el deseo de casarse, aunque más de la mitad de ellos han convido antes con su pareja. Pero la situación en Suecia, Francia y la provincia de Quebec, en Canadá, es diferente y el concubinato está sustituyendo al matrimonio.
Motivo: ¿El alto costo del alquiler de un apartamento?
Según la socióloga estadounidense Pamela J. Smock, los jóvenes consideran una tontería no convivir antes de contraer matrimonio. Ellos no quieren repetir los errores de sus padres, quienes se casaron con prisa y finalmente se divorciaron. Por eso, vivir juntos es una medida útil, favorable para evitar el matrimonio infeliz y el divorcio. Según estadísticas, cerca del 50 por ciento de las parejas que tienen experiencia de cohabitación eligen finalmente la separación.
Paul Amato, sociólogo de la Universidad de Penn State, dijo que la gente se muestra más selectiva a la hora de elegir con quién contrae matrimonio que con quién convive. Para no pocas personas, el objeto de vivir bajo el mismo techo es compartir los gastos de la vida cotidiana, disfrutar de una mayor seguridad y tener compañía.
En muchos casos, un hombre y una mujer deciden convivir porque ha llegado la hora de alquilar un apartamento. Otro motivo es que una de las dos partes de la pareja no está segura de si la otra es la persona adecuada para unirse en matrimonio. A él le gusta beber, ella se altera mucho cuando discuten… Por eso ninguno de los dos quiere de momento comprometerse y prefieren seguir pasando la prueba de vivir juntos.
Crisis: preocupación por la inseguridad
Conforme al resultado de las últimas investigaciones, el concubinato ejerce una influencia negativa en una relación estrecha. La tasa de divorcio entre las uniones que han tenido experiencia de cohabitación duplica la de las que no la han tenido. Los que eligen vivir juntos antes del matrimonio tienen un concepto poco tradicional sobre el matrimonio y el divorcio y no consideran que el casamiento sea algo sagrado. Es decir, para ellos es más fácil decidir la ruptura.
Algunos sociólogos consideran que existen otros motivos por los que quienes han convivido antes de ir al altar se divorcien luego con mayor facilidad. Por ejemplo, cuando los ingresos familiares anuales son inferiores a los 25.000 dólares, aumentan las posibilidades de ruptura en los primeros 15 años posteriores al “sí quiero”. Smock considera que la riqueza simboliza la estabilidad del matrimonio y es un factor más importante que la cohabitación. Según las investigaciones correspondientes, el bajo nivel económico y educativo puede perjudicar la relación sentimental.
Los hijos constituyen otro problema importante. El 40 por ciento de las parejas que conviven sin casarse tienen hijos, de ahí que en EE.UU. alrededor de 3,5 millones de niños vivan con sus padres sin que estos estén casados. Esos niños tienen algunas diferencias psicológicas con aquellos cuyos progenitores sí están legalmente unidos y su rendimiento académico es inferior, lo cual es atribuido a la inestabilidad del matrimonio.
Precio: las mujeres tienen peores experiencias que los hombres
Una vez que una pareja comienza a convivir, sus familiares empiezan a animarla para que se casen. En la boda de sus amigos, a quienes hacen vida marital sin haber pasado por el altar frecuentemente se les pregunta: “¿Cuándo les toca a ustedes?” Bajo esta presión social, algunos deciden casarse. Pero la mayoría lo hace por vergüenza o miedo, no por amor.
Para el psicólogo John Jacob muchos hombres sienten cierto complejo de culpa con su novia por haberle ocupado demasiado tiempo y piensan que si no se casan con ella, esta tendrá que volver al “mercado de los solteros” después de cierta edad. Las mujeres tienen más miedo a enfrentar este problema y, según las investigaciones, carecen de control sobre el concubinato. Ellas suelen pensar que van camino del matrimonio con su pareja, pero quizás el hombre solo piensa en atenuar el gasto que supone alquilar un apartamento y disfrutar de la vida con una compañera.
La socióloga Susan L. Brown descubrió que entre las parejas que conviven antes de la boda, si el novio desea contraer matrimonio, el casamiento tiene una elevada posibilidad de concretarse. Pero si la del deseo es la novia, las probabilidades de llegar al altar son mucho más bajas.
Algunos hombres llevan la inestabilidad del concubinato a su matrimonio y causan un resultado horrible. En 2004, el psicólogo Scott M. Stanley entrevistó por teléfono a cerca de mil estadounidenses y descubrió que el nivel de fidelidad de los hombres que convivieron con su pareja antes de presentarse ante el notario es inferior al de los que no tienen esa experiencia. Pero no sucede igual con las mujeres. Por eso Scott afirma que “muchos hombres jóvenes admiten que aunque conviven con una mujer, no dejan de buscar su pareja del alma. ¿Cuántas mujeres saben que su novio piensa así?”
Aunque los hombres se preocupan también por la cohabitación, el peor resultado lo tienen siempre las mujeres, porque en muchas ocasiones ellas quedan embarazadas de forma inesperada.
Cohabitación al estilo chino: a partir del alquiler compartido
Según los expertos, entre las parejas chinas que eligen la convivencia antes del matrimonio, la mayoría son graduados universitarios que trabajan fuera de su provincia. Ellos tienen que enfrentar la presión del trabajo en una ciudad grande y un entorno inestable, por eso desean tener un compañero para eliminar las preocupaciones y la ansiedad. Ese es uno de los principales motivos por el que deciden cohabitar.
En comparación con las condiciones complicadas del matrimonio, vivir juntos resulta mucho más sencillo. Además, en caso de que la infelicidad conlleve al divorcio, los hombres deben pagar mucho a su mujer. En este sentido, la separación de una pareja que convive solo requiere trasladar los bienes de una parte. Cuando dos personas viven juntas, es inevitable tener choques sobre el concepto de valores, vida sexual y costumbres. Eso exige a ambos ser comprensivos. El grado de tolerancia del matrimonio es más alto que el de la cohabitación, por ello el primero constituye una institución más consolidada.
El concubinato suele hacer más daño a las mujeres que a los hombres. Muchas chicas no saben qué papel desempeñan en esta etapa ni tienen suficientes conocimientos sobre la contracepción. En este aspecto, el embarazo inesperado puede aumentar el daño a la convivencia.
Medida: luchar por una promesa eterna
¿Cómo puede una pareja que convive sin casarse reducir las influencias negativas? Los expertos sugieren una promesa eterna, como el compromiso. Algunas investigaciones han comprobado que la relación y calidad de una pareja comprometida es equivalente a un matrimonio, más alta que los que no tienen ninguna promesa. Además, conocer cómo piensa el otro es muy importante, pues de esa forma se puede evitar que “una parte desee contraer matrimonio, mientras que la otra parte solo quiere ahorrarse el gasto del alquiler del apartamento”.