Por Manuel Pavón Belizón
El presidente chino, Hu Jintao, visita esta semana Washington. Se trata del último encuentro de alto nivel en una lista abundante desde que Obama entró en la Casa Blanca; la frecuencia de las visitas y los cara a cara entre ambos líderes demuestra que desde ambas partes se asume ya plenamente el carácter estratégico y globalmente crucial de la relación Pekín-Washington para este inicio del siglo XXI.
Previamente a su llegada a Estados Unidos, Hu Jintao ha concedido una entrevista a ‘The Wall Street Jounal’ y ‘The Washington Post’. En ella el máximo mandatario chino muestra un tono conciliador y, una vez más, evidencia que las autoridades chinas, a la hora de dirigir su mensaje al exterior, pueden llegar a expresarse de una forma mucho menos inmovilista que en los medios locales chinos y llegar a tratar ciertos asuntos centrales con un tono ligeramente más flexible que de puertas hacia adentro.
Aun así, no por ello las respuestas del presidente chino han dejado de estar sazonadas con la terminología lírico-burocrática que ha caracterizado el discurso de Hu en el interior del país durante estos años, con el uso de conceptos como “armonía social” o “desarrollo científico”, que suelen despertar cierta estridencia a oídos occidentales. El uso sin complejos de estos términos en un mensaje dirigido al extranjero podría tal vez ser un síntoma de la sensación de éxito y autoconfianza que siente en estos últimos tiempos a la cúpula dirigente china en vista de sus logros innegables.
Así lo afirma el líder chino en la entrevista cuando dice: “El hecho de que China haya disfrutado de un crecimiento económico sostenido y rápido y de estabilidad y armonía social prueba que el sistema político de China es adecuado a las condiciones nacionales chinas y da respuesta a las necesidades del desarrollo económico y social general”.
Aparte, lo que se desprende de la entrevista -en cierta forma una declaración previa de intenciones- es que la delegación china llegará a Washington con el abrumador deseo de limar asperezas y poner fin a la serie de desencuentros que han venido obstaculizando el camino de las relaciones en los últimos tiempos, desde la venta de armas a Taiwán por parte estadounidense, las acusaciones de proteccionismo comercial, los bandazos en sus respectivas políticas monetarias y las batallas sobre el tipo de cambio del ‘renminbi’, entre otros.
El último desencuentro entre ambos gobiernos, quizá demasiado reciente como para que no pese como una losa durante esta visita de Hu, fue el vuelo de prueba del nuevo cazabombardero chino J-20 en plena visita del secretario de defensa Robert Gates a Pekín, que volvió a levantar una polvareda dialéctica sobre el desarrollo militar de la potencia emergente.
En la entrevista, Hu Jintao ha querido subrayar el deseo de cooperación de su país, calificando su política exterior como “independiente” y “pacífica”; “China debe mantener su propia soberanía, su integridad territorial y sus intereses de desarrollo”, ha dicho Hu, declarando igualmente el compromiso de su gobierno con las “normas básicas que gobiernan las relaciones internacionales” para resolver adecuadamente las diferencias y ha remarcar la adhesión total de su gobierno al concepto de “desarrollo pacífico”.