No se puede forzar la piedad filial, pero sí se puede ayudar a los inmigrantes a volver al hogar

Doscientos cincuenta y siete yuanes (US$39) significan cosas diferentes para diferentes personas. Para algunos, es poco más que suficiente para una comida decente, o para una noche de fiesta en un club.

Doscientos cincuenta y siete yuanes (US$39) significan cosas diferentes para diferentes personas. Para algunos, es poco más que suficiente para una comida decente, o para una noche de fiesta en un club. Para Ma Guofu, un trabajador inmigrante, esa cantidad es lo máximo que puede permitirse para comprar el billete de tren que le llevará de visita a casa para el Año Nuevo, como es tradición una vez al año.

La edición del lunes del Oriental Morning Post publicó la fotografía de una nota manuscrita de Ma en su portada en la que el nativo de Sichuan clamaba: “un billete en litera dura cuesta 257 yuanes, mi salario de toda una semana”.

En ninguna parte la añoranza del hogar y de la tierra es sentida con más agudeza que entre los cientos de millones de trabajadores inmigrantes chinos cuando llega el momento de volver a casa previamente a la celebración del Festival de la Primavera, las fechas por excelencia para las reuniones familiares. Pero la multitud de personas deseosa de volver a casa no siempre encuentra los billetes suficientes para todos.

Se ha convertido en una costumbre de los empleados de las líneas ferroviarias el reservar una cierta cantidad de billetes para controlar un repentino aumento del volumen de pasajeros y complacer a sus amigos, lo que contribuye a aumentar la escasez de billetes, particularmente en ciertas rutas, todos los años. Para la mayoría, además, el precio de los servicios de tren exprés está simplemente fuera de alcance.

Hogares lejanos

El Post publicaba también el lunes la historia de una pareja que, no pudiendo visitar su hogar en Chongqing desde que se mudaron a Shanghai para trabajar hace 12 años, tomaron a un desconocido por su hijo durante un excepcional encuentro familiar en Shanghai en 2008. Cuando el chico se reencontró con sus padres en la estación de autobuses, después de tantos años de separación, simplemente no pudieron reconocerlo. El billete, que cuesta un cuarto de lo que gana la pareja en un mes, convierte el difícil viaje en fuente de gran miseria.

El hogar se siente cerca aunque parece estar a miles de kilómetros de distancia

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