La planta bombea el agua debajo del volcán para hacer funcionar seis turbinas que suministran electricidad y calor a la capital, Reykjavik, a unos 30 km de distancia.
Mientras tanto, el CO2 de la planta se captura del vapor, se licua en condensado y luego se disuelve en grandes cantidades de agua.
"Básicamente, solo estamos haciendo agua de soda a partir del CO2", aclara la directora del proyecto, Edda Sif Aradottir.
El agua gaseosa se canaliza varios kilómetros a un área donde las cúpulas grises y en forma de iglú salpican un paisaje lunar.
Aquí el agua gaseosa se inyecta a alta presión en la roca a 1.000 metros bajo tierra.
La solución llena las cavidades de la roca y comienza el proceso de solidificación, una reacción química que ocurre cuando el gas entra en contacto con el calcio, el magnesio y el hierro en el basalto.
"Casi todo el CO2 inyectado se mineralizó en dos años en nuestra inyección piloto", reveló Snaebjornsdottir.
Una vez que el CO2 se convierte en roca, prácticamente queda capturado allí para siempre.
"Si ocure una erupción volcánica (...) y calienta la roca a temperaturas extremadamente altas, parte del mineral se descompondrá y se disolverá en el agua", explica el geoquímico Sigurdur Gislason de la Universidad de Islandia.
Sin embargo, señaló, "esta es la forma más segura y estable de almacenar carbono".
La última erupción volcánica que ocurrió aquí tuvo lugar hace mil años.
El proyecto CarbFix reduce las emisiones de dióxido de carbono de la planta en un tercio, lo que equivale a 12.000 toneladas de CO2 capturadas y almacenadas a un costo de alrededor de $ 25 por tonelada.
En comparación, los volcanes de Islandia arrojan entre uno y dos millones de toneladas de dióxido de carbono cada año.
El principal inconveniente del método es que requiere grandes volúmenes de agua desalinizada, que, si bien es abundante en Islandia, es escasa en muchas otras regiones del planeta.
Se necesitan alrededor de 25 toneladas de agua por cada tonelada de dióxido de carbono inyectado.
"Ese es el talón de Aquiles de este método", señaló Snaebjornsdottir.
"Estoy de acuerdo en que el proceso consume mucha agua, pero ganamos mucho eliminando permanentemente el CO2 que de otra forma estaría flotando alrededor de la atmósfera", explica Aradottir.
Actualmente se están realizando experimentos para adaptar el método al agua salada.
Según el acuerdo sobre el clima de París, Islandia acordó reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% para 2030.
Sin embargo, sus emisiones aumentaron un 2,2% entre 2016 y 2017, y han aumentado un 85% desde 1990, según un informe de la Agencia de Medio Ambiente de Islandia.
Un tercio de sus emisiones proviene del transporte aéreo, que es vital para la isla por su sector turístico. Sus plantas de aluminio y silicio representan otro tercio.
El ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Islandia, Gudmundur, Ingi Gudbrandsson, afirmó que ha "alentado" a esas plantas a desarrollar también mecanismos de captura y almacenamiento de carbono.
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