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spanish.china.org.cn | 15. 07. 2016 | Editor: Elena Yang [A A A]

Las ruinas del palacio de Lhagyari

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Las ruinas del palacio de Lhagyari

El actual templo de Lhagyari.

Fuentes termales de Siu

Las grutas de Lhari deben estar en el cantón de Siu. Pero no las encontré, aunque pregunté a varias personas. Ya había anochecido cuando vi el letrero de un balneario.

En invierno, el balneario de Siu está rodeado de una atmósfera severa. El agua estaba congelada, incluso en el bajo curso del río. El vapor del agua caliente del manantial se congelaba a sólo medio metro de distancia, formando unos carámbanos chispeantes. Los aldeanos locales construyeron unas casas estilo tibetano en la parte inferior de la fuente termal, y de allí el balneario que decía el letrero.

Las fuentes termales de Siu también se llamaban el Manantial de Cuervo. Según la leyenda, un monje que tenía un zurrón vio cómo un cuervo se lo robaba. Echó a correr persiguiendo al cuervo para recuperarlo y llegó casualmente a este lugar, donde vio el vapor que emanaba del agua caliente. Entonces metió los pies en el agua y resultó que el dolor de los pies causado por la carrera desapareció en seguida. De ahí el nombre de la fuente.

El balneario tiene dos baños de aguas termales, uno arriba y otro abajo. Se exige lavarse los pies primero en el de abajo y, luego, bañarse en el de arriba. Mi cuarto estaba frente al baño de abajo. Las dos piscinas de los baños están a 10 metros de distancia y se comunican con unas escaleras. Están cubiertas por un techo de chapa, y tienen piso y paredes de cemento. La piscina de arriba mide cinco metros cuadrados y está dividida en dos partes por una pared de cemento que llega a la altura de la cintura, y en la parte inferior de la pared hay un hueco por donde pasa el agua del manantial. Debido al alto contenido mineral del agua, se había formado una capa gruesa de color blanco en el orificio de salida.

A la mañana siguiente, me desperté con unas risas infantiles. Al salir del cuarto, vi a unos niños jugando en el agua del baño de abajo. Entonces participé en su diversión para sentir de nuevo el calor del spa de Siu.

El día anterior, como había estado apurado y no había podido prestar atención más que a las condiciones del camino, no había podido disfrutar mucho del paisaje. A menos de tres kilómetros del balneario de Siu, vi dos grutas, parecidas a las de Luocun, en lo alto de un acantilado. Y debajo del acantilado se encontraba una aldea, pegada a unas enormes ruinas.

El edificio más llamativo de la aldea era el pequeño templo en el centro de la localidad. Los lugareños me dijeron: “Este pueblo se llama Jierigong, y el templo, Jieri, que según la leyenda, se trata del primer templo construido por el rey Lhagyari en Shannan. Por lo tanto, el rey enviaba cada año gente aquí para agregar aceite y poner inciensos”. Al oír eso, me puse muy contento. ¡El primer monasterio de Lhagyari! Entonces, ¿las grutas deberían ser de Lhari? La respuesta era positiva.

Las grutas del acantilado estaban justo frente a la carretera que llegaba al balneario. Como había muy pocas visitas, el lugar se había convertido en un bastión de estorninos salvajes. Al acercarme, me sorprendió un centenar de pájaros que salieron volando. Las dos grutas se comunicaban por el interior a pesar de la diferencia de altura. La más baja debería ser la vivienda de los monjes, pues se veían huellas de humo en el techo. Y en la pared interior de la más alta, que me imaginaba que habría servido originalmente de templo, se veían unos murales borrosos, en los que con dificultad se podía distinguir que eran retratos de dos lamas. Dado su estilo, sus formas y sus colores seguramente eran obras posteriores.

Las grutas de Lhari estaban más dispersas que las de Luocun. De acuerdo con los ancianos, además de las grutas de la aldea, a unos cinco kilómetros había más, y la montaña sagrada de Lhari quedaba detrás de las grutas lejanas. Tal vez por el fuerte impacto de las grutas de Luocun, o por el miedo a caminar a pie hasta tan lejos, perdí el interés por visitar esas grutas lejanas.

Durante esos dos días de viaje en motocicleta por caminos muy malos, fui dejando de preocuparme por ella. Además, manejaba cada vez con más habilidad. Por lo tanto, también mi estado de ánimo había mejorado. Lo desconocido y maravilloso del viaje me esperaba. Cuando salí, me sentía un poco confundido y nervioso. Ahora todos esos sentimientos habían sido sustituidos por un fuerte deseo de conocer. Quizás sea esa la sensación a la que aspiraban los viajeros.

 

Fuente: China Hoy

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