El hombre invisible de China

Liu Bolin desaparece mezclándose con el fondo; para lograr esta peculiar técnica, utiliza una mezcla entre actuación, pintura, escultura y fotografía. Su carrera despegó el día que el gobierno ordenó demoler el edificio donde se encontraba su estudio.

El hombre invisible de China

El fotógrafo de su estudio le anuncia que ya está todo listo para la sesión, pero Liu le hace esperar con un gesto y sigue hablando. “Entiendo el arte como una forma de expresión con una finalidad más allá de lo puramente estético, que combine la filosofía antigua del ecosistema de cada creador con elementos de la situación actual. Tiene que ser fácil de entender para todo el mundo, pero ha de mantener un estilo propio. Como hicieron Goya o Picasso. La tradición cultural de cada lugar propicia también que haya grandes diferencias en las preferencias del público: en Estados Unidos, por ejemplo, el abstracto tiene éxito, mientras que China se decanta por lo barroco. Ahora muchos artistas chinos están tratando de quitarse el lastre cultural, y creo que es un error”.

Sus colaboradores le esperan, así que Liu se levanta. Pero invita a asistir al proceso que le hará invisible. El de hoy es un montaje relativamente sencillo, porque es la segunda vez que hace la toma. “La primera no me convenció”. Así que se viste el traje militar que ha pintado para que se funda con el fondo de máscaras de soldador y comenta cada paso. “Antes nos llevaba mucho tiempo preparar cada fotografía. Incluso tuve que pensar en técnicas para evitar necesidades fisiológicas. Ahora, con la experiencia acumulada, salvo que sea algo muy complejo solo tardamos unas horas”.

Liu se embadurna la cara de un aceite que le protegerá la piel y sube a un pequeño taburete. Allí estará en posición de firmes lo que sus colaboradores tarden en prepararlo todo. Y es un proceso arduo. Primero comienzan por el traje. Se certifica con pruebas fotográficas que cada línea que pintan sobre él coincide con la del fondo. Luego se aplica la pintura en las manos, cuya posición se ha ensayado sobre varios bocetos. Desde cierta distancia, de Liu ya solo queda visible la cara. Y, finalmente, llega el momento de pasarle allí también el pincel.

Pasan las horas, pero el artista no se mueve ni un milímetro. “Muchas de las obras las hacemos al aire libre, en el lugar escogido, pero las más conceptuales las preparamos siempre en el estudio”. Liu habla entre dientes y tiene que callar para que no se agriete la capa de color. ¿Cuánto aguantará con esta serie? “Ni idea. Pero igual sigo haciendo lo mismo cuando tenga 80 años”. Su sonrisa provoca el airado suspiro de uno de los pintores, así que Liu decide cerrar ya la boca. La foto sale perfecta.

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