El hombre invisible de China

Liu Bolin desaparece mezclándose con el fondo; para lograr esta peculiar técnica, utiliza una mezcla entre actuación, pintura, escultura y fotografía. Su carrera despegó el día que el gobierno ordenó demoler el edificio donde se encontraba su estudio.

El hombre invisible de China

Pero ya no está solo. Las piezas en las que está trabajando ahora van un paso más allá y hacen desaparecer a los propios afectados por las injusticias que denuncia. “Acabo de regresar de uno de los pueblos del cáncer de China, en mi provincia natal de Shandong —al norte del país—, donde la mortalidad por esta enfermedad se ha duplicado en los últimos años. Es una de las consecuencias de la contaminación, y creo que es importante que quienes sufren esta lacra, que son realmente invisibles para la sociedad y el Gobierno, sean los protagonistas de mis obras”.

Y cada vez serán más. Este prestidigitador no parece tener límite. Actualmente prepara su fotografía más espectacular: en la Gran Muralla hará desaparecer a 64 obreros de la clase más baja, emigrantes rurales a quienes se les niegan algunos de los derechos más fundamentales. “El monumento es un icono de China que fue construido por gente como ellos, que con sus manos dan grandeza al país sin que nadie les alabe por ello”. Pero no es fácil encontrar a gente que esté dispuesta a participar. “Creía que les preocuparía la temática, pero lo que les inquieta es el efecto que la pintura pueda tener en la piel”. La risa de Liu rompe con la seriedad de la conversación y deja al descubierto una faceta socarrona que se vislumbra en algunas de sus pinturas y esculturas diseminadas por el estudio.

“Hasta que China sea un país justo, seguiré con mi serie Oculto en la ciudad.Temas no me van a faltar”. Por eso, la actividad en su amplio estudio no para. Contesta a las preguntas de EL PAÍS mientras algunos de sus ocho colaboradores pintan a un hombre para que se convierta en parte de la Gran Muralla y otros preparan el fondo frente al que se fotografiará él tras la entrevista. Son 100 máscaras de soldador en las que han pintado, imitando la estética de los histriónicos maquillajes de la ópera china, otros tantos envases de comida que se ha demostrado peligrosa para la salud. “El deterioro del medio ambiente o de la seguridad alimentaria es solo reflejo de la decadencia en la calidad humana de la gente”.

Sin duda, las de Liu no son las palabras que el Partido Comunista quiere escuchar. “En China cada vez tengo menos exposiciones y, aunque no he tenido problemas con el Gobierno, es cierto que hay piezas que prefiero no enseñar en ninguna parte para evitar represalias. Pero no soy el único que hace crítica, y creo que el auge del arte social es sano. Para resaltar lo positivo del país ya tenemos la propaganda de la CCTV —la televisión estatal—”.

Lógicamente, casi todas sus obras se venden exclusivamente en Europa y Estados Unidos, “donde se entiende mejor este tipo de expresión artística”. El mercado del arte chino, que ya es el mayor del mundo, no le quita el sueño. De hecho, se muestra poco satisfecho con la calidad creativa de su país. “Es difícil saber cuánto de este boom es, en realidad, una burbuja. Pero, en cualquier caso, creo que los artistas chinos hablan demasiado de dinero y demasiado poco de arte. El objetivo de un creador nunca puede ser enriquecerse rápido, y aquí sucede muy a menudo”.

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