Los primeros minutos de partido transcurrieron sin un dominador claro y tan sólo un disparo lejano de Farfan, que se perdió junto al palo derecho de Van der Sar, rompió el centrocampismo dominante. El Schalke era consciente de que el reloj jugaba en su contra y buscó hacerse con la iniciativa del juego desde el pitido inicial. A su rival le bastó con una buena colocación y su gran solidez defensiva para hacer frente a sus embestidas, que fueron reduciéndose a medida que avanzaba el choque. Fue entonces cuando el Manchester subió una marcha, aumentó la presión, abrió el campo y se hizo con el dominio absoluto del balón con recuperaciones muy rápidas.