El gobierno cubano adoptó medidas económicas durante 2008, consciente de que en un mundo convertido en aldea global es muy difícil escapar del impacto de la crisis financiera internacional.
Desde que en 2007 los precios de los alimentos registraron una elevación constante y desmedida, economistas cubanos alertaron sobre la situación que se avecinaba.
Sus argumentos partían de la recesión en Estados Unidos, la mayor economía mundial, y los efectos ineludibles sobre el resto de las naciones.
Los granos, la leche en polvo y prácticamente cuanto alimento se consume en el planeta aumentaron de manera sensible sus precios en el mercado internacional, con una influencia directa en el costo de las importaciones de la isla, que compra en el extranjero buena parte de lo que comen sus 11,2 millones de habitantes.
Tan solo en 2007, el país se vio obligado a aumentar en 280 millones de dólares el gasto en las importaciones de comestibles en relación con 2006, y se calcula que al cierre de 2008 la cifra se elevará a 2.500 millones.
Esto ocurre en momentos en que los precios del níquel, la primera fuente de divisas del país, descendieron casi el doble de un año para otro (de 51.000 dólares la tonelada a 27.000), y el turismo, otra fuente importante generadora de ingresos, continúa en espera del ansiado despegue.
Ambos rubros le reportan al país más de 2.000 millones de dólares anuales cada uno.
A ello se suma el golpe demoledor de tres huracanes en tres meses, que dejaron daños por casi 10.000 millones de dólares, alrededor del 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), en el mayor desastre provocado a la isla por fenómenos naturales en los últimos 50 años.
Medio millón de viviendas destruidas o dañadas, miles de hectáreas de cultivos perdidos, así como severas afectaciones en escuelas, hospitales, fábricas y hoteles, además de los tendidos eléctrico y telefónico, fueron el legado de "Gustav", "Ike" y "Paloma".
A pesar de la catástrofe ocurrida en toda la isla, en plena crisis internacional, las autoridades aseguran que la economía cubana crecerá 4 por ciento.
El presidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores (ANEC) de Cuba, Roberto Verrier, explicó que el país tiene en la actualidad una producción de bienes y servicios variada, aumenta las exportaciones, disminuye las importaciones y su balanza comercial es más positiva.
Añadió que una gran parte del comercio cubano se desarrolla con naciones latinoamericanas, algunas integradas a proyectos regionales como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), que le brinda solidez a sus respectivas economías.
Especialistas del Instituto cubano de Investigaciones Económicas aseguran que, por el sistema socio-económico nacional, controlado por el Estado, Cuba está mejor preparada para enfrentar los efectos de una crisis económica, en comparación con otros países, especialmente de América Latina.
En su opinión, por el ordenamiento del país se pueden concentrar los esfuerzos en los lugares principales donde el problema se puede agravar.
Cuba también tiene la ventaja de contar con amplia seguridad y asistencia social, rigurosa protección del empleo y una concepción a nivel local de servicios como salud y educación.
"Eso es posible porque se trata de una economía socialista y no una economía capitalista cuyo objetivo es tener el máximo de ganancias, sin importarle nada más", subrayó el economista Didio Quintana.
Señaló además que Cuba tiene ahora un comercio mucho más diversificado que en los años 90 del siglo pasado, cuando de manera abrupta perdió los mercados tras la desaparición del campo socialista europeo y la desintegración de la Unión Soviética.
Aquella situación desató una severa crisis económica en el país, denominada Periodo Especial, que se vino a sumar a las dificultades generadas por el bloqueo económico, financiero y comercial que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace casi medio siglo, y que le ha costado a la isla 93.000 millones de dólares.
Acostumbrados a enfrentar graves problemas económicos y desarrollar una defensa natural ante los malos tiempos, los cubanos fueron llamados a aumentar la producción, como parte de una política de sustitución de importaciones, ahorro energético y eficiencia.
En febrero pasado, durante su discurso de asunción como presidente del Consejo de Estado, Raúl Castro afirmó que su administración tendría como prioridad "satisfacer las necesidades básicas de la población", siempre sobre la base del "fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva".
Entre sus primeras medidas, Raúl elevó los precios que el Estado paga a los agricultores e inició la entrega de tierras ociosas a pequeños campesinos privados y cooperativas.
Por su parte, el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, enfermo desde hace más de dos años, escribió en una de sus habituales "Reflexiones" que no queda otra alternativa que "revaluarlo todo", pero sin tocar la educación y la salud, ni las misiones internacionales que generan miles de millones de dólares al país.
"No somos un país capitalista desarrollado en crisis, cuyos líderes enloquecen hoy buscando soluciones entre la depresión, la inflación, la falta de mercados y el desempleo; somos y debemos ser socialistas", enfatizó Castro.
Tras el paso de los huracanes, el ministro de Economía, José Luis Rodríguez, admitió que llevará tiempo recuperar la producción, y que se esperan seis meses duros, al tiempo que Raúl pidió "trabajo" y "paciencia" a la población.
Esas parecen ser las palabras claves de la economía cubana ante la crisis mundial y la realidad interna, así como las de un pueblo maestro en lidiar con crisis más que con bonanzas. Fin