Historias chinas de fantasmas: El cadáver viviente

Con la proximidad del Día de los Difuntos y Halloween, te traemos algunos de los relatos sobre fantasmas, espíritus y misterio más espeluznantes de la tradición china.

 

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EL CADÁVER VIVIENTE*

Un día al atardecer, cuatro carreteros llegaron a la venta en busca de alojamiento. El dueño anciano les dijo que ya no quedaban habitaciones, pero los cuatro viajeros insistieron. El viejo cedió finalmente y les ofreció un lugar.

Dio la casualidad de que la nuera del anciano acababa de morir; habían dejado el cadáver en una pequeña habitación. El anciano condujo a los cuatro a dicha habitación.

Al entrar en el lugar, los huéspedes vieron una mesa sobre la cual una lámpara de aceite ardía; tras ella, un dosel separaba el lecho donde yacía el cadáver de la difunta.

A un lado de la habitación, había otra alcoba con un gran camastro. Agotados por la caminata, los viajeros se quedaron dormidos rápidamente.

Uno de ellos permanecía en duermevela cuando, de pronto, oyó un ruido seco que llegaba desde el lecho mortuorio. Con un escalofrío, abrió los ojos y, a la luz de la lámpara de aceite, pudo ver cómo el cadáver de la mujer se levantaba de debajo de la colcha, bajaba del lecho y caminaba en dirección a la alcoba donde ellos dormían.

Al alcanzar el camastro, la mujer sopló sobre los huéspedes durmientes. El cuarto huésped tiró de la colcha hasta cubrirse la cabeza y, aguantando la respiración, se quedó escuchando. Un instante después, la difunta se le acercó y, al igual que con sus compañeros, sopló sobre él. Acto seguido, la difunta regresó a su lecho.

Lleno de terror, dio varios puntapiés a sus compañeros, pero éstos no se movieron. Desesperado, decidió agarrar su ropa y salir corriendo, pero cuando iba a incorporarse, oyó de nuevo el ruido del cadáver levantándose. Aterrorizado, volvió a meterse en el camastro y hundió su cabeza bajo la colcha. La mujer volvió a acercarse y a soplar sobre él, tras lo cual regresó a su lugar. Esta vez, el huésped sacó despacio la mano de debajo del edredón, agarró la ropa y salió corriendo descalzo. En ese instante, la difunta se levantó tras él y salió a perseguirlo.

El hombre corrió hacia la ciudad. Al llegar, alcanzó a ver un templo; se lanzó a llamar a la puerta, pero los monjes no lo dejaron pasar. Desahuciado, con la difunta ya muy cerca y sin más escapatoria, se parapetó tras un árbol. El cadáver de la mujer intentaba agarrarlo, pero él se zafaba moviéndose de un lado a otro. De pronto, el cadáver se detuvo en seco, pero de súbito, la difunta recobró bruscamente el movimiento. Totalmente horrorizado, el huésped se desmayó y el cadáver quedó agarrado al tronco del árbol, como incrustado.

En ese momento, salieron los monjes y se acercaron al hombre desvanecido para llevarlo al interior del templo. Al final de la noche, recobró la consciencia y les relató lo ocurrido.

Al amanecer, los monjes salieron y vieron que la difunta seguía incrustada contra el árbol. Asombrados, dieron cuenta al magistrado local, quien ordenó a sus subalternos que retiraran las manos de la mujer cuyos dedos de ambas manos se habían quedado clavados como puntillas en el tronco . Sólo con la fuerza de varios hombres lograron finalmente retirarlo. Los agujeros en los que se habían incrustado los dedos parecían estar taladrados. Un sirviente fue a buscar al anciano en la venta para que viniera a recuperar el cadáver de su nuera.

*Basado en un relato de Pu Songling (1640-1715)

Palabras clave : Historias chinas fantasmas cadáver viviente

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