En un principio Shaw se mostró reticente, ya que temía que sus producciones fueran usadas con fines propagandísticos. Pero finalmente accedió, sin saber exactamente qué uso se daría a las obras. Entre las películas escogidas se contaban tres largometrajes de Bruce Lee, por aquel entonces un completamente desconocido en China debido al auto impuesto aislamiento cultural del régimen comunista.
Reeve Wong, un conocido crítico de Hong Kong, y quién me facilitó la información arriba mencionada, dice que existe una inexactitud en esta historia: Lee trabajaba mayoritariamente con Golden Harvest, un estudio que era la competencia del que dirigía Shaw. Wong cuenta que aun así Liu Qingtang insistió en que fue Shaw quien entregó las películas, según Wong quizás Liu no se acuerde con exactitud o quizás Shaw actuó como representante de todos los que prestaron películas.
Liu que se sentaba a ver los filmes junto al Gran Timonel, cuenta que éste se deshacía en elogios hacia el artista marcial. Entre las obras visionadas se contaban El Gran Jefe (The big Boss), Puños de Furia (Fist of Fury) y El Regreso del Dragón (The Way of the Dragon) .
Durante el visionado de Puños de Furia, Mao exclamó entre lágrimas: “¡Bruce Lee es un Héroe!” Mao miraría la película dos veces más. Liu cuenta que no sabe de ninguna otra película que Mao viera tres veces.
Cuando llegó el momento de enviar los rollos de vuelta a Hong Kong, nadie se atrevió a hacerlo temiendo que Mao quisiese volver a verlas, solo cuando el presidente estaba terminalmente enfermo se devolvieron dos de las películas.
Si Mao hubiera dado el visto bueno para la abierta reproducción de sus películas en la República Popular, Lee se hubiese convertido instantáneamente en una figura idealizada como por entonces era Lei Feng, el buen samaritano modelo a seguir para todos los estudiantes chinos.
Pero Lee no necesitaba la ayuda de Mao. Se convirtió en algo más que un héroe nacional, transcendiendo fronteras geopolíticas. Como Mao acertadamente observó, la películas de Lee retratan la lucha entre el bien y el mal, en la cual Lee invariablemente encarna el bien. Esto es algo en el que todo el mundo se puede sentir identificado. Hace unos años un periodista de una revista de cine me preguntó cual creía que era la mayor estrella del cine chino de todos los tiempos. Después de deliberar durante unos segundos escogí a Bruce Lee. De acuerdo, no es el mejor actor, ni el más atractivo físicamente, sus roles en el celuloide fueron bastante limitados, y aunque fue un artista marcial de cualidades excepcionales esto solo no es suficiente. Pero Bruce Lee es una leyenda, gracias mayoritariamente a su carisma personal, que trascendió las pantallas de los cines. Personificó una nueva estética e hizo añicos el estereotipo de varón asiático.