Palacio de Potala en Lasa, Tíbet
La historia de la casa amarilla
Los residentes del Tíbet raramente pintan sus casas de color amarillo o rojo. Sólo los templos y residencias budistas tienen derecho a “exteriores amarillos”, y las residencias comunes y country cabañas están pintadas de blanco.
En una noche estrellada, hace 300 años, Tsangyang Gyatso, el VI Dalai Lama estaba merodeando por las calles de Lhasa como de costumbres, cuando se topó con Makye Ame y se enamoró a primera vista.
Tsangyang le escribió preciosos poemas a la mujer y quedaban en una “casa amarilla”. Varias centenas de años más tarde, sólo los poemas y el lugar donde se conocieron quedaban en pie. La gente los pintó de amarillo porque era símbolo de la presencia de Tsangyang. La única casa de colores se encontraba aislada en la calle Bakuo, y atraía la atención de turistas.
El color normal de las residencias tibetanas es el blanco con ribete negro, y cada color rinde culto a una hada. El blanco como culto al hada de Bainian, para celebrar lo sagrado y nobleza. En la vida entre montañas nevadas de los tibetanos, los tibetanos beben leche blanca, rinde culto a los khatags blancos y viven en casas blancas. El blanco es además un color muy práctico, ya que es resistente a la radiación ultra-violeta de la meseta. El negro se utiliza para rendir culto al hada de Heinian. Los residentes del Tíbet usan el negro audazmente en paredes, puertas, ventanas e incluso muros exteriores de los patios。
El amarillo y el rojo raras veces se dan en las residencias comunes tibetanas, aunque se suelen dar mucho en las ropas de los monjes. La casa amarilla de la calle Bakuo debe su color a Tsangyang Gyatso.
Pero, ¿por qué el amarillo es tan especial en el Tíbet? ¿Qué papel juega en el Budismo Tibetano? Un conoció arquitecto Budista todavía viviente se paseó conmigo entre templos y residencias para descubrirme los secretos del rojo y el amarillo.