En la vasta región tibetana, ald oeste de China, se ve en los monasterios y los altares familiares un arte pictórico de colores vivos, rico contenido y alta categoría. Son los famosos Tangkas tibetanos, colgados en la pared, parecidos a la pintura enrollada de la etnia Han.
‘Tangka’, nombre de este estilo pictórico peculiar de la cultura tibetana, es la trascripción fonética de la palabra que significa “pintura de tela y seda enrollada capaz de desplegarse para la contemplación”, y data aproximadamente del siglo VII. Los factores que originaron y promovieron este tipo de pintura incluyen la cultura Bon (religión primitiva del Tíbet anterior a la llegada del Budismo), el arte de la escultura en los precipicios y la introducción del Budismo.
El Tangka posee obvias peculiaridades étnicas, un fuerte sentido religioso y un estilo artístico singular. Por eso, ha sido siempre atesorado por el pueblo tibetano.
La elaboración del Tangka es un asunto muy serio, pues se considera como parte del culto de la religión y como una forma de cultivar la virtud y la bondad y fomentar los principios del budismo, y no una manifestación arbitraria propia del artista. Por consiguiente, el pintor debe cumplir los procesos definidos y cultivarse varios días antes de iniciar la obra. A veces se realiza con anterioridad una ceremonia religiosa y se recitan sutras. Es muy raro que los pintores tibetanos dejen sus nombres en sus obras.