El 24 de mayo fue el centenario del nacimiento “padre de 007”, Ian Fleming (1908-1964), hijo de Valentine Fleming, miembro del Parlamento de Gran Bretaña, y descendiente de una famosa familia de generación en generación en Escocia. De acuerdo con la tradición de alta sociedad británica, Fleming recibió la mejor educación en Eton. Sin embargo, no mostró interés ni en las letras y humanidades ni en las ciencias naturales.
La madre temía que la “mala calificación” del pequeño Ian afrentase el prestigio de la familia y lo envió a la Academia Militar Sandhurst antes de su graduación. Una vez más, el muchacho se mostró impaciente por el estudio. Acto seguido, bajo el arreglo de su madre, Fleming fue a profundizar sus estudios sucesivamente a Austria, la Universidad de Munich y la Universidad de Ginebra. En 1931, solicitó ingresar en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña pero fue rechazado. Antes de ejercer como oficial de inteligencia de la fuerza naval real británica, trabajó durante un corto tiempo en Reuters, bancos, mercado de valores y el periódico 《Times》. Se dice que Ian estaba muy satisfecho con su carrera periodística, aunque nadie sabe por qué se pasó a los círculos financieros y se convirtió en el “peor corredor de acciones de toda Inglaterra”. Afortunadamente, el estallido de la Segunda Guerra Mundial le ayudó.
Aunque nunca había visto armas verdaderas, asumió el cargo de asistente privado del director de la Agencia de Inteligencia de la Armada Británica. Una vez, Fleming señaló que a pesar de dedicarse a fraguar planes secretos en la retaguardia, conocía los detalles más confidenciales del espionaje. Muchas veces, bromeaba con otras personas sobre que algunos planes de acción trazados por él eran tan quiméricos como si fueran novelas de ficción.
Lo triste es que aunque las novelas 007 han ganado un éxito increíble, Fleming nunca obtuvo la dignidad familiar. Su esposa, nacida también de una familia prestigiosa, despreciaba los espías escritos por él, calificándolos de muy vulgares y sin ninguna elegancia, apresurándole a que dejara la pluma cuanto antes. Noel Coward, amigo de Ian, salió en su defensa declarando: “Frente a las sátiras e ironías de su esposa Anne y sus amigos inteligentes, Ian seguía dedicándose a la escritura. Realmente debería de aplaudirme”. De hecho, sin el apoyo de Raymond Chandler, famoso escritor de novelas de espionaje, Ian habría abandonado la creación literaria porque jamás albergó una gran esperanza por James Bond. “Mi novela es sólo un cuento infantil para los adultos o disparates de una cabeza joven”, declaró Fleming. Claramente, Ian Fleming triunfó al final, ya que cuando la mayoría de las novelas escritas hace 50 años fueron olvidadas, James Bond sigue siendo conocido por todos.