Si sólo me hubiera concentrado en las diferencias de China con respecto a mi cultura ya hace tiempo que habría hecho las maletas. Por supuesto que hay diferencias, tan evidentes como el gran tamaño de mi nariz en comparación con la de los chinos. Pero también hay muchas similitudes, y he intentado seguirlas como hilos conductores para sumergirme en ese rico tapiz que es la vida en China.
Y así lo han hecho montones de extranjeros residentes en China como yo.
Cuando empecé a trabajar en Beijing hace casi dos años estaba algo nervioso. ¿Cómo encajaría con mis compañeros de trabajo chinos? ¿Qué haría para corregir su trabajo? ¿Hay una manera china de hacer las cosas?
Todas esas “guías de expertos” sobre China están llenas de consejos como no señalar nunca con el dedo, nunca mirar a un chino a los ojos mientras se le habla, nunca decir “no” y nunca jamás enfadarse. Parecen guías escritas en 1950 sobre las tribus salvajes de las montañas de Borneo.
He aprendido una expresión china que se puede aplicar a esos consejos: “luanshuo” (decir idioteces).
Tiré las guías a la basura, me comporté exactamente igual que en mi oficina de Sydney y fijé la atención en las tareas que tenía por delante. Mis jefes chinos me contrataron por mis conocimientos y experiencia en el mundo de la prensa, así que me concentré en el trabajo y no en esos supuestos rasgos distintivos de la conducta china.
El diseño de un periódico es una tarea visual, así que, a la hora de enseñar las prácticas más recomendables, era más fácil mostrar que explicar de palabra. Recopilé ejemplos de buenos diseños de diarios de todo el mundo y los tomé como referencia para explicar los principios universales del diseño periodístico, como el uso de fotos impactantes y titulares con gancho para atraer la atención de los lectores, moldear las palabras para que la historia sea más entretenida, y otros trucos para encandilar al lector desde que posa los ojos en el diario.
Si no funciona, inténtalo de nuevo.
Me encantan los diarios, y desde el principio les transmití esta pasión a mis colegas chinos. Enseguida me di cuenta de que ellos compartían mi pasión y querían hacer el mejor diario posible, así que estábamos en perfecta sintonía.
Una comunicación clara y unas normas comunes de cortesía fueron esenciales para el trabajo.
Cuando era preciso hacer correcciones, había varios principios fundamentales: nunca hacer críticas personales; toda crítica era constructiva. Existían diferencias de opinión, pero rara vez surgía un conflicto. Durante todo este tiempo señalé con el dedo, miré directamente a los ojos al hablar, me enfadé cuando vi historias sin interés, dije que no mil veces y alguna vez levanté la voz (¡ayiya!). Pero no pasó nada. Estábamos trabajando, no era nada personal.
Mis amigos extranjeros residentes en China también comparten sus conocimientos y experiencia con sus compañeros de trabajo chinos en diferentes ámbitos, como el marketing, la minería, la ingeniería, la música y la enseñanza. Tengo incluso un amigo estadounidense, Dale, que enseña el arte de la acrobacia aérea a pilotos chinos en Mongolia Interior.
No vamos por ahí vestidos con túnicas chinas, ni caminando de puntillas, ni le damos muchas vueltas a cosas sin importancia. Simplemente nos comportamos tal y como somos. Nos concentramos en las semejanzas, no en las diferencias.
Y, como Dale, volamos muy alto.