El Palacio de Potala, construido en el siglo VII por el rey tibetano Songtsen Gampo a raíz de su casamiento con Wen Cheng, princesa de la dinastía Tang, se convirtió posteriormente en la residencia de los Dalai Lama. A lo largo de mil años, este palacio, además de lugar sagrado del lamaísmo, ha sido el principal emblema de la cultura tibetana, sobre todo porque atesora una rica colección de objetos de gran valor histórico y artístico.
El tibetano Jampa Kelsang, prestigioso experto en la protección de reliquias y jefe de la oficina de administración del Palacio de Potala, lleva veinte años trabajando aquí. Según nos comentó, detrás de cada habitación y de cada mural hay una historia. De ahí que la perfecta conservación de esta joya cultural revista particular importancia tanto para los especialistas como para el Gobierno Central, que desde la década de 1980 ha invertido más de 200 millones de yuanes en los trabajos de restauración. La segunda fase de estos trabajos, iniciada en junio del 2002, se centra en el refuerzo de los cimientos y la protección de los tejados. Pero dejemos que sea Jampa Kelsang quien nos lo explique: