Cuando el azúcar hirviendo se espesa, saca una buena cucharada y la convierte en una elipse hueca. En una esquina aparece una especie de cola larga en la que hay un fino canuto por donde sopla, volteándolo y girándolo hasta darle la forma deseada. En menos de un minuto, el caramelo se convierte en un bello y divertido animal.
Este es el arte del caramelo soplado y sus maestros artesanos son conocidos como los hombres caramelo.
Muy pocos en este mundo materialista y en continuo movimiento, se dan cuenta de la rapidez con la que muchas costumbres y oficios artesanos desaparecen de nuestra sociedad. Para los que aún se acuerdan del viejo arte de realizar figuras de animales mediante el uso del soplido en caramelo, se trata ahora de una imagen casi olvidada que aparece ocasionalmente en ferias urbanas y en poblados del interior de China, quedando como un mero recuerdo nostálgico.
Imagine, pues, la curiosidad de propios y extraños cuando en una mañana soleada del mes de marzo observaban a Wang Tongguo realizar sus maniobras malabares para confeccionar animales de caramelo semitransparentes en un exquisito y apetitoso color dorado.
Wang tenía ante sí una serie de canutos delgados de bambú en cuyos extremos había un animal de fino caramelo. “¿Cuánto cuestan?”, preguntó alguien. “Uno animal, tres yuanes, dos, cinco yuanes”, respondió Wang con su mejor sonrisa. Una joven compró dos de sus animales preferidos, un mono para ella y un caballo para su novio.
El arte de hacer animales con caramelo soplado
El arte del caramelo soplado se originó durante la dinastía Song (960-1279), sin embargo, Wang Tongguo cree que lo hizo tres siglos antes, a principios de la dinastía Tang (618-907). “Esa es la razón por la que este tipo de dulce es conocido como tang ren”, bromea Wang. El caracter chino para Tang –referido a dicha dinastía- se pronuncia exactamente igual que la palabra caramelo (tang), mientras que ren significa hombre, en referencia al artesano que lo confecciona. Ambos términos se refieren tanto al arte del caramelo soplado como al maestro que lo realiza.
El lugar de nacimiento de esta técnica es, según confirmó Wang con orgullo, su poblado natal de Dezhou, en la provincia de Shandong.
Una generación soplando caramelo
Conocí a Wang Tongguo el día en que le vi realizar las figuras de caramelo soplado en la entrada de un mercado. Cuando le pregunté si podría entrevistarle, me dijo que había encontrado un trabajo en un restaurante moderno como maestro repostero haciendo figuras de caramelo soplado. Me quedé atónito cuando me enteré de que estaba trabajando en el restaurante Belleza del Sur en uno de los edificios de oficinas y apartamentos de lujo más modernos de Beijing y lugar donde se encuentra el aparthotel Kerry Center. Más tarde me explicó que su hermano mayor, Wang Tongsheng, también maestro artesano en la misma técnica, llevaba dos años trabajando en el local del mismo restaurante en el complejo World Trade Center de Beijing y que había recomendado a su hermano para dicho puesto.
Nacido en el seno de una familia de hombres caramelo, Wang Tongguo y Wang Tongsheng aprendieron las técnicas del soplado de su padre, quien a su vez las aprendió del suyo. Su abuelo era un hombre caramelo que llevaba sus dulces en dos cestas atadas en sendos extremos de una pértiga y los vendía en las ciudades y pueblos de toda China.
Los cuatro hermanos Wang y su padre abandonaron su hogar, el poblado de Wangjiacun en Dezhou, dirección a Tianjin, centro artesano, a mediados de la década de 1970. Después de aprender durante varios meses con su padre, cada hermano comenzó a vender animales caramelizados por su propia cuenta.
Wang Tongguo no siempre quería aprender y perfeccionarse en la técnica del caramelo soplado. “Pensaba que si hacía este trabajo la gente de la ciudad me miraría mal y me degradaría, además también era un tanto torpe, me costaba aprender, lo que me hacía desistir”, confiesa Wang. Su hermano mayor, Tongsheng, por el contrario, aceptó este oficio como su trabajo principal. Durante años, ambos han hecho de esta ocupación su modo de vida y han terminado amándolo con intensidad.
Tras más de diez años en Tianjin, Wang Tongsheng y Wang Tongguo decidieron ir a Beijing, donde hay un mayor mercado, un mejor nivel de vida y mejores expectativas para un artesano del caramelo. Los otros dos hermanos Wang se quedaron en Tianjin, y más tarde entraron en el negocio de las piezas de recambio de automóviles. “El arte no da dinero, pues vender caramelo solo da para cubrir los gastos básicos. Nuestros dos hermanos tienen más dinero que nosotros, pero yo soy feliz con lo que hago. No hay palabras para describir la alegría que siento cuando descubro un método para realizar un nuevo animal de caramelo soplado”, afirma Tongsheng.
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Tongguo confirma las palabras de su hermano y añade que además del placer que le proporciona este trabajo artístico, lo que más le gusta es el poder viajar de un sitio a otro. Se ha recorrido toda China cargado con sus utensilios para fabricar animales de caramelo, lo que le proporciona una libertad única. “He viajado por todo el país sin gastarme nada”, dice complacido.
Sin embargo, aunque pasan largas temporadas en Beijing, de vez en cuando vuelven a su pueblo natal, donde les esperan sus esposas e hijos. Tongguo tiene un hijo y Tongsheng un niño y una niña. Durante la época de vendimia, regresan para ayudar en el campo y, de paso, descansar de la vida en la ciudad. A veces, sus esposas e hijos los visitan en Beijing, ya que la mejora en las carreteras y en los medios de transporte les han dado la libertad de movimiento que no gozaron sus abuelos.
Los Wang comparten una choza de madera de unos nueve metros cuadrados a las afueras de Beijing con otros dos hombres caramelo de su localidad natal. Suelen comer en puestos callejeros sin prestar demasiada atención a la nutrición y mucha a lo que pueden enviar a sus familiares. “Suelo llevarles más de diez mil yuanes al año, eso es mucho para un campesino”, dice Tongsheng muy contento. No fuma ni bebe, y pasa con un sueldo de 300 yuanes mensuales.
Uno de los mayores problemas de este tipo de artesanía es que los animales de caramelo no duran mucho tiempo. Ambos hermanos han intentado buscar una solución a este problema y han descubierto que si protegen sus piezas terminadas con un plástico transparente se conservan mejor. Tongguo está considerando la posibilidad de trabajar con una fábrica de vidrio para confeccionar piezas hechas con el método del soplido. “Si me sale ese trabajo, crearé una nueva forma de arte”, dice excitado.
Probablemente estemos ante la última generación de hombres caramelo, pues los hermanos Wang se muestran pesimistas sobre el futuro de este dulce arte chino. “Debido a que con este trabajo no se gana mucho dinero, no queda casi gente dispuesta a dedicarse a él”, señala Tongsheng con cierta tristeza. “Además, aprender lleva mucho tiempo, lo que pone nerviosa a la gente. Me encantaría que la técnica pasara de generación en generación en mi familia, pero si no es así, no podré hacer nada por evitarlo”, apunta Tongguo apenado hasta que su hermano asegura que los Wang “seguirán soplando caramelo tan y como hacen ahora”.