El repunte de la economía china en el tercer trimestre ha espoleado a los mercados globales, pero el crecimiento, impulsado principalmente por la inversión, genera tanto alivio como preocupación, puesto que un posible retorno al viejo modelo de crecimiento oscurece las perspectivas a largo plazo.
Del crecimiento del producto interno bruto (PIB) del 7,8 por ciento, la contribución de la inversión supuso 4,3 puntos porcentuales, muy por encima de los 0,8 puntos que concedió el consumo. Los ingresos de los residentes urbanos registraron un drástico aumento, pero a un ritmo desacelerado, lo que afectó al gasto de los consumidores.
Pese a que China está apostando por un modelo de crecimiento relativamente lento y más sostenido basado en el consumo interno en vez de en la inversión y la exportación, la prosperidad que reflejan las cifras podría ser pasajera.
Los favorables datos económicos de los últimos años, especialmente después de la crisis financiera global, fueron fruto de la inversión gubernamental, préstamos bancarios y exportaciones y no de los esfuerzos por un modelo de crecimiento económico sostenido, dificultando así la consecución del objetivo del Partido Comunista de China (PCCh) de construir una sociedad moderadamente acomodada hacia 2020.
La complicada situación económica, acompañada por la creciente brecha entre ricos y pobres, la desenfrenada corrupción y los conflictos sociales, ha puesto al país más poblado del mundo y segunda mayor economía en una encrucijada.
Obviamente, el liderazgo chino es consciente de ello.
El presidente chino, Xi Jinping, señaló durante la cumbre de APEC que "China debe ser lo suficientemente audaz como para afrontar desafíos y resolver los problemas que surjan en el camino de la reforma".
La tercera sesión plenaria del XVIII Comité Central del PCCh, que se celebrará entre el 9 y el 12 de noviembre, será clave para conocer la dirección que tomará la reforma económica, con la publicación de una serie de políticas económicas "radicales".
Después de más de 30 años de crecimiento vertiginoso, China ha acumulado una enorme riqueza pero también ha dado pie al nacimiento de grupos de intereses, en los que están involucradas empresas estatales con tendencias monopolísticas y gobiernos locales.
Consciente de que dichos grupos pueden dañar el sano crecimiento y amenazar la legitimidad del régimen del Partido, la dirección ha puesto en marcha medidas pragmáticas y concretas contra las ceremonias, la burocracia, el despilfarro y la corrupción formal a una escala sin precedentes.
Existen razones de peso para creer que durante la sesión se anunciarán medidas de reforma más amplias, produndas y sistemáticas.
Reducir el poder del gobierno y aumentar el peso del mercado en la desición de temas económicos será la tónica imperante en el paquete de reforma, que cubrirá cuestiones como el sistema de registro familiar, la redistribución de ingresos fiscales, el precio de los productos energéticos, la propiedad de tierra y la apertura de las finanzas.
En algunas partes del país ya se han instaurado algunas medidas fragmentadas, pero no han sido de la índole sistemática necesaria para acarrear cambios significativos.
No existe motivo alguno para dudar de la determinación del PCCh de continuar y profundizar la reforma. En las últimas tres décadas, los líderes han asumido una fuerte responsabilidad y coraje al lanzar agresivas reformas. La dirección actual no es menos firme que su antecesora.
La sociedad china ha expresado altas expectativas por los cambios. La reforma se está convirtiendo en un consenso que jamás ha cosechado tantos aplausos como hoy en día.
En realidad, China ya no tiene excusa para posponer una reforma tan urgente. Si el PCCh aspira a mantener su poder y conquistar la confianza del pueblo, es hora de hacer algo significativo.