(SPANISH.CHINA.ORG.CN) - Siendo el único mausoleo de la historia china que contiene los restos tanto de un emperador como de una emperatriz reinante, el mausoleo de Qianling cuenta con todos los ingredientes para una épica arqueológica. El mausoleo se ha mantenido intacto durante más de 1.000 años, sin que tan siquiera los ladrones de tumbas hayan saqueado su interior.
El mausoleo de Qianling, situado a unos 70 kilómetros al noroeste de Xi’an, es una de las 18 tumbas de los emperadores de la dinastía Tang (618-907) que existen en la provincia de Shaanxi; sin embargo, es única: en su interior, alberga los restos del Emperador Gaozong (628-683), el tercer emperador de la dinastía, y de la Emperatriz Wu Zetian, quien fue su esposa y que, a su vez, se convirtió en Emperatriz de China durante siete años tras la muerte de su marido.
Wu Zetian es la única emperatriz reinante en la historia de China, e incluso llegó tras llegar al trono, llegó a fundar su propia dinastía, la Zhou, marcando una breve interrupción de la dinastía Tang.
La construcción de la tumba comenzó en el año 684 y concluyó 23 años más tarde. Otra de sus características únicas es que la estela de piedra de la Emperatriz Wu carece por completo de inscripción. Un total de 61 estatuas descabezadas de dignatarios extranjeros al pie del montículo dan cuenta del espíritu abierto y cosmopolita de los Tang.
La entrada al mausoleo fue accidentalmente descubierta en 1958 por parte de campesinos del lugar, quienes utilizaban explosivos para obtener rocas para la construcción de una carretera.
A pesar de su enorme valor y el conocimiento que podría aportar sobre la época, el debate sobre la conveniencia o no de excavar el lugar sigue generando desacuerdos.
Ladrones de tumbas
Los ladrones de tumbas intentaron durante más de mil años dar con la puerta de este mausoleo, pero sus esfuerzos fueron en vano. En toda su historia, la tumba ha resistido los embates de al menos 17 intentos de robo a gran escala, todos ellos documentados.
Más de 20 años antes del colapso de la dinastía Tang, 400 mil soldados fueron movilizados por Huang Chao, un señor de la guerra, para cavar una zanja de 40 metros, arrancando la mitad del montículo. Aun así, la puerta permaneció oculta.
Tras el colapso de la dinastía Tang, otro señor de la guerra, Wen Tao, excavó 10 tumbas de emperadores Tang, y se cree que trajo destrucción y catástrofe a muchos de los mausoleos. También ordenó saquear la tumba de Qianling, enviando a decenas de miles de soldados a excavar el montículo, pero una tormenta los obligó a detener el proceso.
El intento más reciente de entrar en el mausoleo tuvo lugar hace un siglo a manos de otro señor de la guerra, llamado Sun Lianzhong.
Una de las razones para tantos intentos por acceder a la tumba es la creencia de que el manuscrito original del Lanting Xu, una de las obras de caligrafía más célebres de Wang Xizhi, podría acompañar a Wu Zetian en su descanso eterno. Según los documentos históricos, el Emperador Taizong, padre de Gaozong, era tal amante de la caligrafía que ordenó colocar el Lanting Xu bajo su almohada en su enterramiento. Sin embargo, la obra no fue hallada en su tumba cuando fue saqueada años después.
El periodo de reinado de Gaozong y Wu Zetian fue el más próspero de la dinastía Tang. Los académicos creen que en el interior de la tumba de ambos se hallan elementos de incalculable valor.
Dificultades técnicas
“La tecnología de la que disponemos actualmente no es adecuada y no tenemos la certeza de poder garantizar la conservación de los vestigios una vez que la tumba se abra”, reconoce en ‘Global Times’ Liu Qingzhu, exdirector del Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias Sociales de China (ACSCh), añadiendo que muchos aspectos sobre el interior de la tumba siguen siendo desconocidos, como su temperatura, la humedad y la composición del aire.
“Incluso si excavamos un pequeño agujero, el aire exterior entraría inevitablemente en la tumba y cambiaría inmediatamente el aire que rodea los restos, lo cual sería dañino para los objetos, acostumbrados al medio invariable en el que se han conservado durante tanto tiempo”, explica Liu.
Shen Ruiwen, arqueólogo de la Universidad de Pekín experto en tumbas Tang, también se opone a la excavación, ya que algunas piezas, según él, se romperían en pedazos con sólo exponerlas al aire del exterior. Como advertencia contra el deseo de excavar, Shen recuerda el ejemplo de la tumba de Dingling de la dinastía Ming (1368-1644), en las afueras de Pekín, cuya excavación se considera hoy un fracaso. “Sólo lo haremos cuando dispongamos de la tecnología adecuada”, sentencia Shen.
Las tumbas Tang estaban inspiradas en la entonces capital, Chang’an (actual Xi’an). La tumba de Qianling marcó el inicio de la tradición de enterrar a los emperadores de la dinastía en el interior de las montañas del Shaanxi central. Las tumbas Tang suelen cubrir una gran área, con estatuas de personas, leones, caballos y aves alrededor.
Shi Xingbang, veterano arqueólogo de 90 años del instituto arqueológico provincial, es uno de los pocos a favor de la excavación. Shi cree que mientras se cava la tumba, se pueden utilizar máquinas avanzadas para registrar cada elemento del aire en el interior, con el fin de recrearlo en un ambiente artificial.
El experto considera que la mayoría de los objetos pueden conservarse en un entorno creado artificialmente y que sea exactamente igual al del interior original, y añade que algunas reliquias ya se habrán corroído en el subsuelo. Según Shi, las cuestiones técnicas no son la razón por la que se rechaza explorar el mausoleo.
Tras la fallida excavación de la tumba de Dingling en Pekín en los años 50, la exploración de cualquier tumba debe recibir la aprobación del gobierno central. El precedente de Dingling hizo que los planes para Qianling y otras tumbas fueran postpuestos por otros cinco años adicionales. Pero luego, estalló la Revolución Cultural (1966-1976) y los planes de excavación se detuvieron, recuerda Shi.
Pensando en la posteridad
“Nuestra generación no puede usar el patrimonio de nuestros ancestros para hacer dinero”, afirma Liu en ‘Global Times’, y añade que, en caso de desastre geológico o guerra, es mejor que los vestigios queden bajo tierra. “Las tumbas de los emperadores son la raíz de una nación como vestigios culturales nacionales, y sus contenidos deberían permanecer intactos para siempre”, dice.
“Nada es para siempre, pero nuestra misión es hacer todo lo posible para prolongar la vida de los bienes culturales”, explica Liu.