Por Dan Steinbock*
China se mueve hacia un punto de inflexión histórico. Durante tres décadas, la inversión extranjera se ha acumulado en el continente, jugando un papel vital en el rápido crecimiento. Ahora, los flujos de inversión también parten de China.
Durante la última década, las inversiones chinas en el exterior han aumentado de forma extremadamente marcada. En 2010, totalizaron 68 mil millones de dólares. En la próxima década, las proyecciones apuntan que más de un billón de dólares de inversión directa extranjera fluirán desde China hacia la economía global.
Estas inversiones tienen el potencial de impulsar el crecimiento moderno en los países en desarrollo y las naciones emergentes. También puede aliviar el impacto adverso de las crisis de deuda en las economías avanzadas.
Hasta hace poco, la mayoría de las inversiones chinas en el exterior se concentraban en países en desarrollo y en una serie de economías ricas en recursos. En el futuro, buena parte de estas inversiones en el extranjero se desplazarán hacia otros países más focalizados en las manufacturas avanzadas e industrias basadas en la tecnología y la ciencia.
El el último siglo, el mundo fue testigo de varias oleadas de multinacionales. Las multinacionales británicas estaban en la cima de su poder en 1914, cuando controlaban la mitad de las reservas mundiales de inversión hacia el exterior. Tras la II Guerra Mundial, las multinacionales estadounidenses se hallaron en posición para aprovechar la reconstrucción de posguerra, la transferencia de nuevas tecnologías y el impulso de las capacidades de gestión. Su poder alcanzó la cima a finales de la década de 1960, cuando dominaban la mitad de la Inversión Directa Extranjera (IDE).
Procedentes de una economía amplia e integrada, el ascenso de las multinacionales de EE.UU. –desde General Electric y Procter&Gamble hasta Intel- estuvo dirigido por la internacionalización, basada en las innovaciones tecnológicas y de gestión.
Tras una década o dos de reconstrucción, las multinacionales europeas resurgieron. Procedentes de un continente con economías diversas, su expansión estuvo impulsada por estrategias nacionales sensibles, desde Unilever hasta Philips y Ericsson.
También a mediados de los 60, Japón comenzó a plantear retos captando una creciente cuota de mercado en industrias que abarcaban desde los automóviles hasta los aparatos de consumo, beneficiándose de la reducción de las barreras comerciales, las mejoras de las conexiones de transporte y las comunicaciones y unos mercados cada vez más homogéneos.
Procedentes de una nación-isla unificada, las multinacionales japonesas –como Matsushita o Toyota, pasando por Sony- brillaron por su eficiencia a escala global. La cima de su poder llegó en 1990, cuando controlaban entorno a una décima parte de las inversiones extranjeras en todo el mundo.
A partir de la década de 1980, la globalización ha contribuido al auge de grandes economías emergentes. En la próxima década, el surgimiento de empresas multinacionales de países emergentes estará encabezado por China.
A diferencia de las multinacionales de Europa, Estados Unidos y Japón, las multinacionales aspirantes chinas tendrán que afrontar una competencia cada vez más global, de capital intensivo e innovadora. A día de hoy, muchas multinacionales chinas tienen orígenes domésticos, no son tan intensivas en capital y están en el proceso de construcción de sus capacidades de innovación.
En una década, este panorama global cambiará marcadamente. Procedentes de una enorme base doméstica, las multinacionales chinas cuentan con un potencial que sobrepasa el de cualquiera de las actuales economías de mercado y poseen ventajas únicas.
El crecimiento económico de China se ha visto impulsado por las multinacionales extranjeras, que a través de excedentes y aprendizaje, han dado lugar a socios, rivales e innovadores chinos.
Hoy, los desafíos chinos se presentan en una gran gama de industrias, incluyendo el acero (Anshan, Baosteel), la construcción (China State Construction Engineering, Sinohydro, Zoomlion), energía solar (Suntech, Chint, LDK), automoción (Geely, Chery, BYD), eléctricas (Shanghai Electric), carbón (Yanzhou), tecnología de la información y telecomunicaciones (Huawei, ZTE, Lenovo), electrodomésticos (Haier), navegación y contrucción naval (China Shipping, China Shipbuilding) y otras tantas industrias.
Estas multinacionales pioneras en China a menudo se benefician de costes ventajosos que no están al alcance de sus rivales. Poco familiarizadas con las graves presiones de los precios en sus bases domésticas, las empresas chinas están en buena posición para prosperar en entornos con costes sin piedad.
Hace más de 30 años, las inversiones japonesas en EE.UU. tambien comenzaron en una era maracada por las fricciones sobre comercio y divisas. Sin embargo, como porcentaje del total, las inversiones japonesas en EE.UU. llegaron más que a triplicarse, desde 6 por ciento en 1980 a 21 por ciento en 1990.
Pero, a pesar de las similitudes con la experiencia japonesa, la historia del capital chino en el exterior, especialmente en EE.UU., también será diferente. Con el tiempo, las multinacionales chinas jugarán un rol en la inversión extranjera en todo el mundo más importante que el de los japoneses hace dos décadas.
Cuando las firmas japonesas llegaron a EE.UU., representaban un ramo de industrias relativamente focalizado, especialmente en electrodomésticos. Las empresas chinas operan en una amplia gama de industrias, desde la baja a la alta tecnología.
Japón también siguió siendo un aliado vital para EE.UU. en Asia, mientras que los intereses estratégicos de China son más independientes. En consecuencia, las firmas chinas estarán bajo un mayor escrutinio por parte de EE.UU., en especial a nivel federal. Sin embargo, los crecientes problemas económicos a nivel local podrían aflojar la entrada de China en el mercado estadounidense.
Al igual que las compañías europeas en la posguerra y las firmas japonesas en la década de 1980, las chinas, también, necesitarán integrarse completamente en las comunidades estadounidenses para desactivar la oposición política en Washington.
Pero a la hora de superar barreras e invertir en capital en el exterior, las empresas chinas crearán puestos de trabajo, lo cual les permitirá superar prejuicios obsoletos y ganar los corazones y mentes de la gente en el exterior.
A su vez, las empresas chinas tienen el potencial de llevar tecnología más avanzada, talento y capital a su país, lo cual conducirá su futuro desarrollo y mejorará la vida de su pueblo.
*Dan Steinbock es director de investigación sobre negocios internacionales del India, China and America Institute, un grupo asesor independiente de Estados Unidos. Es también profesor visitante del Instituto de Estudios Internacionales de Shanghái.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no coinciden necesariamente con las de CHINA.ORG.CN. Publicado originalmente en ‘China Daily’ el 14/03/2012.