Las recientes dudas internacionales sobre la intención de una firma china que realizará una inversión en Islandia demuestran las barreras que China tiene que enfrentar para participar en la economía global.
Dichas barreras no pueden romperse fácilmente y recuerdan a la gente que la clara división entre Oriente y Occidente sigue arraigada firmemente, aunque la cortina de hierro se haya levantado desde hace dos décadas.
Muchas actividades comerciales importantes de las empresas chinas, sin importar si se trata de fusiones o de inversión directa, han sido vistas como actos de conspiración, como cuando el grupo de inversión Zhongkun realizó un proyecto de construcción de un centro turístico en una parte aislada de Islandia.
Algunos analistas de Occidente han alegado que el proyecto, el primero de gran escala de una compañía china en el país europeo, podría estar encubriendo los intereses geopolíticos de China en las zonas que se encuentran alrededor del Ártico.
Los medios de comunicación insinuaron que existe un conexión entre la empresa y el gobierno chino, pero la única evidencia presentada fue la experiencia laboral de Huang Nubo, presidente de la firma.
Es verdad que Huang trabajó para un departamento del Partido Comunista de China y para el Ministerio de Construcción en la década de los ochenta, pero renunció a principios de los años noventa, cuando muchos funcionarios chinos comenzaron a incursionar en los negocios durante el auge económico.
La implicación de intenciones políticas podría provocar disputas en las comunidades locales en Islandia y aplazar un proyecto que puede beneficiar mucho tanto a los inversores como a los pobladores locales.
Huang es solamente la víctima más reciente de las denominadas preocupaciones de seguridad. Huawei, una firma privada dedicada a la tecnología de alto nivel, con sede en el sur de China, se ha enfrentado repetidamente a acusaciones similares desde que la empresa intentó obtener contratos o establecer empresas conjuntas en los mercados extranjeros.
Durante las últimas tres décadas, el flujo del capital de las economías desarrolladas a China ha sido unilateral.
A medida que las reservas de divisas extranjeras de China aumentan, y la economía del país asiático se involucra más con el mercado global, es una opción natural el querer participar en el mercado de capital internacional. El gobierno puede comprar deudas de gobiernos extranjeros y las empresas pueden cotizar en las bolsas internacionales o invertir en el extranjero.
Un flujo de dos sentidos de los productos y del capital no debe sorprender a los partidarios de la globalización, que enfatizan la idea de un mercado libre.
Por supuesto, son comprensibles las dudas en contra de los inversores chinos que son novatos en el mercado internacional. Siempre se requiere de tiempo para tener credibilidad, sin embargo, afirmar frecuentemente que las estrategias comerciales tienen motivos políticos lo hace más difícil. Fin