Por Deng Yushan
Una vez más, lo que se refiere a la moneda china, el yuan, ha saltado a la primer plana de los medios occidentales al tiempo que el vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden realiza una visita a China. Muchos medios suponían que el mandatario estadounidense podría presionar a Beijing para que permitiese una apreciación más acelerada del yuan.
Tal especulación sobre la llamada subvaloración del yuan es, en efecto, errónea. En la última década, se ha hablado mucho sobre el yuan chino, también conocido como el renminbi o RMB en Occidente, lo que se ha vuelto como pedir peras al olmo.
En simples términos, el tipo de cambio no es la verdadera causa del enorme déficit comercial que tiene EEUU con China.
Para empezar, la moneda china se ha apreciado más del 20 por ciento frente al dólar desde que las autoridades de Beijing dejaron de sujetarla en el marco de una histórica reforma cambiaria en 2005. Durante el primer semestre de ese año, el yuan chino aumentó un 2,33 por ciento en su valor.
A pesar de lo anterior, el déficit comercial de EEUU con China ha persistido. Según las estadísticas oficiales de China, dicho déficit se situó en unos 114.000 millones de dólares en 2005, cifra que se disparó hasta más de 180.000 millones de dólares en 2010.
Es posible que Washington difiera con Beijing sobre las "verdaderas cifras" del déficit comercial por haber empleado distintos cálculos. No obstante, el hecho es que el enorme déficit comercial de EEUU con China continuó existiendo en los seis últimos años aún cuando el RMB se ha apreciado de manera significativa frente al dólar.
Mientras tanto, China realiza esfuerzos serios para crear, de manera gradual, un régimen de tipo de cambio más flexible, teniendo en cuenta tanto las realidades nacionales como las condiciones internacionales. La historia ha mostrado repetidas veces que las fluctuaciones radicales del tipo de cambio son fórmula para desastres financieros y económicos.
Como la segunda mayor economía del mundo, sólo después de Estados Unidos, y siendo un importante motor del crecimiento económico mundial, China debe procurar su estabilidad financiera y su consolidación económica. Una volátil economía china no sería una buena noticia para EEUU ni para el resto del mundo.
En lugar de echar culpas apresuradas y utilizar retórica acusatoria, ya están sobre la mesa opciones serias y viables con las que los dirigentes estadounidenses podrían eliminar la mayor parte de su déficit comercial y controlar su balanza. Entre las opciones presentadas, se incluye la atenuación por Washington de sus restricciones impuestas a las exportaciones de alta tecnología china y la mayor apertura de EEUU a los inversionistas chinos.
Washington dificulta la venta de tecnología que considera altamente sensible, por razones de seguridad nacional. Sin embargo, como dijo el año pasado el embajador de Estados Unidos en China, Gary Locke, en aquel entonces secretario de Comercio, algunas de las restricciones de exportación "no tienen sentido" ya que muchos productos controlados ya están disponibles en el resto del mundo.
Reajustando su política de exportación innecesariamente restrictiva hacia China, Estados Unidos podrá cambiar su anacrónica manera de actuar, y recibiría más inversión directa china con lo que mejorarían los intercambios económicos y comerciales entre los dos gigantes.
Las inversiones chinas merecen un trato justo. Un estudio reciente realizado conjuntamente por la Sociedad de Asia, con sede en Nueva York, y el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos, con sede en Washington, puntualiza que China representa sólo el 0,1 por ciento de toda la inversión directa extranjera en EEUU, mientras que las compañías chinas han generado 10.000 puestos locales de trabajo en ese país.
Siguiendo lo que muchos en ambos lados del océano han reiterado, las inversiones chinas en Estados Unidos deben ser fomentadas. Los procedimientos estadounidenses con los que revisan las inversiones a la luz de su seguridad nacional deben ser depurados de interferencia política.