La Asamblea Popular de la región autónoma del Tíbet, parlamento regional, aprobó ayer un proyecto para declarar el 28 de marzo como el "Día de la Emancipación de los Siervos" por ser la fecha en la cual un millón de siervos tibetanos lograron la libertad hace cinco décadas.
El borrador de la propuesta fue presentado el viernes a la sesión anual de la Asamblea Popular regional para su consideración.
"Los 382 diputados votaron a favor de la propuesta por unanimidad", dijo Legqog, director del Comité Permanente del parlamento tibetano.
El 28 de marzo de 1959, el gobierno central declaró que iba a disolver el gobierno aristocrático local del Tíbet y lo reemplazó por un comité preparatorio para establecer la nueva región autónoma del Tíbet bajo la dirección del Partido Comunista de China.
La decisión fue adoptada después de que el gobierno central frustrara una rebelión armada protagonizada por el Dalai Lama y sus seguidores, la mayoría de los cuales eran dueños de siervos y esclavos e intentaban mantener el sistema feudal.
La nueva organización significó el final de la servidumbre y la abolición del sistema social jerárquico caracterizado por la teocracia, con el Dalai Lama como núcleo del poder. Un millón de siervos y esclavos, que representaban un 90 por ciento de la población tibetana en los años 50, fueron definitivamente liberados.
Gaisang, de 62 años y uno de los diputados encargados de revisar la propuesta, dijo que "la fecha debía haberse establecido ya mucho antes".
"Es necesario tener un día conmemorativo tanto como forma de consolar a los ancianos, que fueron siervos en aquella época, como para enseñar a los jóvenes esa parte de la historia", precisó Gaisang
"Mis padres, quienes eran esclavos, no han podido ver lo que ha pasado hoy, ya que murieron hace varios años", dijo Gaisang.
Gaisang nació en una familia de "tralpa" (una de las categorías en que se dividían los siervos tibetanos) en el distrito de Bilang de Xigaze. Según recordó, se pasó la infancia descalzo, con ropas remendadas y sufriendo los golpes que le propinaban con un látigo de piel tan grueso como un dedo. "Si te atrevías a ofender al señor, te daban al menos 50 latigazos", sostuvo.
Para Gaisang, el peor momento de su vida sucedió en 1954, cuando el río Nianchun se desbordó e inundó trigales. "Miles de kilos de cereales se pudrieron en los almancenes de los señores, mientras que los siervos morían de hambre", recordó.
Según Gaisang, en aquella época los siervos eran comprados y vendidos como animales.
La tía de Gaisang, Canggyoi, fue vendida de Xigaze a Lhasa cuando era una adolecente sin que los padres de Gaisang lo supieran.
Finalmente, luego de una semana de búsqueda en Lhasa, los padres encontraron a Canggyoi, a quien su dueño le había cambiado el nombre, y los tres lloraron de alegría por el reencuentro.
Ahora, Canggyoi tiene una hija y dos nietos. Como otros ciudadanos mayores de 80 años, recibe una pensión de 300 yuanes (44 dólares) al año. Los ingresos anuales de su familia alcanzan ya los 5 mil yuanes. (733 dólares).
Según Gaisang Yeshes, ex director de la Prensa Tibetana de Libros Antiguos y sociólogo de la Academia de Ciencias Sociales del Tíbet, la servidumbre se desarrolló antes de la dinastía Yuan (1271-1368).
La servidumbre se formalizó tras el establecimiento del sistema social jerárquico caracterizado por la teocracia en el siglo XIII, cuando la dinastía Yuan delegó a líderes religiosos tibetanos la administración de la región. El sistema logró un mayor desarrollo cuando el Dalai Lama se convirtió en el máximo líder de la región.
Los siervos eran tratados como bienes de propiedad privada por sus dueños, incluida la familia del Dalai Lama, que poseía el 80 por ciento de los materiales de producción, como tierras, pastos y ganado.
Conforme a sus posesiones, los siervos eran clasificados en tres categorías: tralpa, Duchung y Nangsan.
Los propietarios de tierras incluían a aristócratas, monasterios y funcionarios gubernamentales, que tenían bajo su control el 24, el 36,8 y el 28,9 por ciento, respectivamente, de las tierras cultivables en la meseta antes de 1959, según una exposición organizada por el Museo del Tíbet.
Este colectivo de personas de forma legal podía insultar, castigar, comprar y vender, abandonar, dar latigazos e incluso matar brutalmente a sus siervos.
En 1733, el VII Dalai Lama controlaba 3 mil 150 monasterios y 121 mil 440 familias. Los siervos tenían que trabajar para los monasterios pese a la escasez de alimentos suficientes y ropas apropiadas.
La aldea de Saixim, del distrito de Diolungdeqen, a 50 kilómetros al noroeste de Lhasa, era un feudo de la familia del XIV Dalai Lama antes de 1959. Algunos ancianos todavía recuerdan hoy que cinco personas fueron golpeadas hasta la muerte y 11 resultaron heridas durante los 10 años de servicio a la familia del Dalai Lama.
En el citado museo se conservan numerosas fotos en blanco y negro que muestran la brutalidad de los terratenientes: siervos sin ojos, dedos y narices cortados y tendones de los pies arrancados.
A finales de 1940, cuando el Dalai Lama se preparaba para celebrar su cumpleaños, el gobierno tibetano difundió una orden en la que exigía a los residentes locales que prepararan cráneos, sangre, piel e intestinos humanos para la ceremonia religiosa.
Sin embargo, el XIV Dalai Lama parece "ignorar" este tipo de actividades.
El 10 de marzo de 1983, el líder religioso afirmó en la India que "en el pasado, nosotros los tibetanos vivíamos en paz y alegría bajo la luz del budismo, que brillaba sobre nuestra tierra cubierta de nieve".
Además, añadió que "nuestro sistema de servidumbre es diferente a cualquier otro, porque el Tíbet está escasamente poblado, y el budismo, que redunda en la felicidad y el beneficio del pueblo, aconseja a las personas amarse los unos a los otros".
Después de la fundación de la República Popular de China en 1949, el gobierno central decidió lanzar la reforma democrática y establecer un comité preparatorio para el establecimiento de la región autónoma del Tíbet en 1955, haciendo eco al llamamiento de los habitantes locales para abolir el sistema de servidumbre, que para entonces ya tenía mil años de antigüedad.
Sin embargo, el 18 de agosto de 1956, Mao Zedong escribió una carta al XIV Dalai Lama, en la que señalaba que no era el momento oportuno para que el Tíbet llevara a cabo un programa de reforma.
Rabgy, veterano de 83 años de edad, recuerda bien la fecha.
Nativo de la noroccidental provincia china de Gansu, e integrante del ejército en 1951, Ragby se trasladó al distrito de Gangba, en Xigaze, en 1956, año en que la localidad fue convertida en un lugar piloto de la reforma.
En marzo de 1957, el ahora octogenario se enteró de que la reforma había sido suspendida, y fue enviado a la provincia de Shaanxi para estudiar.
"Me dijeron que la reforma sólo sería iniciada cuando los nobles realmente la apoyaran y no dependiera sólo de las peticiones populares", recuerda el anciano.
Rabgy fue uno de los muchos que se vieron sorprendidos en marzo de 1959, cuando el Dalai Lama y algunos propietarios de siervos lanzaron una rebelión armada. Los historiadores chinos creen que dicha rebelión no sólo tenía por objeto posponer la reforma sino también perpetuar indefinidamente el sistema feudal de servidumbre.
Al mes siguiente, Rabgy regresó a Lhasa, y todo lo que encontró fueron ruinas: cráteres en las calles, agujeros dejados por las balas en el techo del Templo Ramoche, y agua en el Templo Jokhang.
El Ejército Popular de Liberación sofocó la rebelión, y el Dalai Lama huyó a India, donde estableció un "gobierno en el exilio". Después, la reforma democrática fue lanzada, con el fin de liberar a los siervos y acabar con su miseria.
Los bienes de los participantes en la rebelión fueron confiscados y obsequiados a los siervos.
Migmar Dondrup, quien vive en una casa de dos pisos de unos 400 metros cuadrados, recordó la distribución de los bienes de los terratenientes.
El obtuvo una porción de 1,4 hectáreas de tierra y edredones que su familia nunca antes había utilizado, pues todo lo que habían tenido para protegerse del frío hasta entonces eran trozos de piel de cabra.
Xinza Danzengquzha, de 68 años, buda viviente en Nagarze, Xigaze, recuerda que la gente sacó los contratos y los quemó, y danzaba y cantaba alrededor del fuego.
El legislador y ex aristócrata dice que aprendió mucho en su trabajo después de la reforma: carpintería y pintura entre otros oficios.
Luego trabajó como editor y traductor de libros y documentos tibetanos, estudió durante tres años en Beijing, y fue al extranjero varias veces con el fin de realizar investigaciones. "Mis horizontes se vieron ampliados gracias a la reforma", sostiene.
No obstante, sin olvidarse de su condición de Buda viviente, Xinza Danzengquzha aún lleva a cabo ritos budistas.
Contrario a lo que algunos afirman, la reforma no supuso la abolición de la religión tradicional de la citada región de los Himalayas. En los últimos 50 años han sido abiertos mil 700 monasterios en el Tíbet, los cuales atraen decenas de miles de peregrinos cada año. Al pasear por las calles de Lhasa, los turistas pueden encontrar grandes concentraciones de lamas y practicantes cantando mantras o rezando en los templos o frente a las estatuas budistas.
El 28 de marzo de 1959, cuando el gobierno central anunció la destitución del régimen de Gaxag (antiguo gobierno local tibetano), fue un gran día para Gaisang.
"Ninguna de las personas que experimentaron aquellos oscuros días querría volver al pasado", sostiene.
"Sin embargo", agrega, destacando la corta edad de muchos de los participantes en los disturbios del 14 de marzo del año pasado, "los jóvenes no conocen bien aquella parte de la historia".
Según él, si los jóvenes conocieran la amargura de los días pasados, valorarían más sus condiciones actuales de vida. "Es por eso que tenemos que conmemorar el 'Día de la Emancipación de los Siervos'", añade.
"La lucha de China contra los separatistas alcanzó su apogeo en 2008. Es necesario establecer un día conmemorativo para que nuestros descendientes lo recuerden por siempre", sostiene por su parte Xinza Danzengquzha.
Prerna Suri, corresponsal de la cadena televisiva india New Delhi TV, visitó el Tíbet por primera vez este año para cubrir la sesión legislativa. De acuerdo con ella, su estadía de cinco días constituyó una buena oportunidad para conocer más sobre el Tíbet.
"Si (el establecimiento del Día de la Emancipación de los Siervos) sirve para que el pueblo crea más en el gobierno, es algo bueno", sostiene.
Por su parte, Naindra P. Upadhaya, cónsul general de Nepal en Lhasa, alabó la decisión de crear el nuevo festivo. El diplomático ha estado en el Tíbet durante 15 meses, y asegura haber comprobado con sus propios ojos que la vida allí "mejora cada año", lo que, destaca, pone de manifiesto las ventajas de la reforma democrática.
No obstante, hay quienes opinan diferente.
Thomas Mann, miembro del Parlamento Europeo, con sede en Bruselas, Bélgica, manifestó en un artículo publicado en la página web de la cadena alemana de noticias Deutsche Welle que el establecimiento del mencionado día festivo es una "humillación inigualable para los tibetanos".
Y Dhondup Dorjee, vicepresidente del Congreso de la Juventud Tibetana, calificó el hecho como un "artilugio publicitario". La organización es una de las defensoras más activas de la "independencia del Tíbet".
Gaisang Yeshes dice que no le cuesta trabajo entender tales críticas. "El día fue un festival para la mayoría de los tibetanos, aunque de hecho fue un día amargo para otros pocos", explica.
El catedrático compara el hecho con el 22 de septiembre de 1862, cuando los esclavos de Estados Unidos fueron liberados con la "Proclamación de Emancipación" firmada por el entonces presidente, Abraham Lincoln.
"Pero la diferencia es que los tibetanos ganaron pronto el derecho al voto, mientras que los negros todavía luchaban por él 100 años después", agrega.
Gaisang Yeshes, cuyo padre era un siervo, se muestra orgulloso de haberse convertido en un legislador. "Ahora puedo votar y tomar parte activa en el proceso de toma de decisiones del gobierno, lo que era inimaginable 50 años atrás. En ese entonces la gente pasaba el día rezando para no ser golpeada", asegura.
"Yo no me atrevía ni a soñar con esto cuando era joven, vestido en harapos y aterrorizado por el látigo de cuero. El 28 de marzo de 1959 cambió mi vida", concluye.