Mientras en una gran parte del mundo se cantan villancicos de Navidad, un grupo de prisioneros extranjeros internos en una cárcel de Shanghai, en China, también celebran el festival a su manera con una fiesta.
En una sala de reuniones decorada con árboles de Navidad, luces y globos, 98 prisioneros originarios de Estados Unidos, Singapur, la India, Nigeria y otros países, cantaron hoy canciones populares chinas, hicieron yoga y presentaron trucos de magia en una fiesta organizada en la Prisión Qingpu en Shanghai.
Louis, un camerunés de 39 años de edad sentenciado a cuatro años de cárcel en 2007 por un fraude con tarjetas de crédito, presentó la famosa Opera de Peking Sha Jia Bang y cantó Flores de Jasmín.
"Mi deseo de Navidad es poder estar con mi familia tan pronto como sea posible", dijo Louis, quien ha aprendido a hablar chino después de un año en prisión.
La Prisión Qingpu empezó a recibir criminales no chinos en 1998 y tiene actualmente 98 prisioneros extranjeros de 31 países, dijo Wang Weihua, jefe de guardias de los pabellones de extranjeros en la prisión.
La ley de China establece que quien cometa un delito en territorio chino estará sujeto a las provisiones legales estipuladas en la Ley Criminal de China.
Hasta ahora, hay más de 3.000 prisioneros extranjeros cumpliendo sentencias en China en alrededor de 20 prisiones del país, explicó Wang.
Nick, un australiano sentenciado en el 2001 a 15 años por fraude en contratos de negocios, pasa su octava Navidad en prisión.
"Las autoridades de la prisión están tomando la Navidad más seriamente que antes", comentó. "Las reuniones son diferentes cada vez".
Para tener una efectiva comunicación con los internos, nueve guardias hablan inglés, y cinco de ellos hablan dos idiomas extranjeros, dijo Wang. "La prisión también preparó una cena de víspera de Navidad para los prisioneros, principalmente con alimentos occidentales como cordero asado, pollo, papas e incluso pizza", señaló Wang.
Entre los alegres rostros, el de Berhand, de 55 años de edad, luce excepcionalmente emocionado.
"Esta Navidad significa mucho para mí ya que solamente me faltan unos meses para obtener la libertad", declaró.
Las creencias religiosas y costumbres individuales, como el uso de barbas, se respeta en la prisión china.
Unas diez personas comparten cada pabellón, cada uno equipado con un baño para uso diario.
La prisión también ofrece computadoras con internet para el envío de correos electrónicos. A muchos prisioneros les gusta ver noticias de televisión en inglés. Quienes han aprendido a hablar chino leen los periódicos locales. Los aparatos de radio portátiles se venden a los prisioneros interesados en escuchar noticias y otra información. Se permite que funcionarios de los consulados lleven a los internos publicaciones autorizadas de su país de origen.
Muchos prisioneros llaman por teléfono a sus casas frecuentemente utilizando tarjetas para llamadas internacionales compradas en la prisión. Los internos tienen autorización para recibir dos visitas al mes de familiares o funcionarios consulares, explicó Wang.
La prisión incluso preparó una reunión de un matrimonio hace algunos días. Un hombre japonés y su esposa china, que están encarcelados por el mismo delito, compartieron durante dos horas una cena.
