A comienzos del siglo XIX comenzó una acelerada decadencia de la dinastía Qing. Gran Bretaña empezó a introducir gran cantidad de opio en China, ante lo cual el gobierno Qing reaccionó con la prohibición. Con el fin de proteger su comercio de opio, Gran Bretaña propició una guerra de agresión en 1840, que obligó al gobierno Qing a firmar el Tratado de Nanjing, pacto que humillaba a la nación china y la hacía perder una parte de su soberanía. Más tarde, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Rusia y Japón obligaron, uno tras otro, al gobierno Qing a firmar una serie de tratados desiguales. China empezó a convertirse en un país semicolonial y semifeudal.
La Revolución de 1911, dirigida por el Dr. Sun Yat-sen (1886-1925), derribó a la dinastía Qing, puso término al sistema monárquico feudal que imperó durante más de dos mil años, y fundó la República de China. Esto constituyó uno de los acontecimientos más grandiosos de la historia moderna de China.
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