• En sólo siete segundos de vida o muerte, Li salvó el único avión de vuelos de simulacro de China
• En sus 18 años de vuelos de experimento lidió con la muerte y la venció en 20 ocasiones, con aterrizajes a mansalva
• Controló con calma el avión de investigación científica, “tesoro nacional”, cuando iba a estrellarse
Era un peligro sin ningún síntoma. El 20 de mayo de 2005, a las 12:22, cuando Li Zhonghua, acompañado de Liang Jianfeng, piloto de vuelos experimentales de otro grupo de escuadrillas, estaba volando a apenas 500 metros de altura y a una velocidad de sólo 270 km por hora, de súbito la luz de alarma se puso en rojo intenso y en seguida el aparato dio volteretas cayendo en picada hacia el suelo...
Era un avión que podía llamarse “tesoro nacional”. Pues era el primero de vuelos de simulacro considerado el orgullo de la aviación china. Apreciado como “mágico aéreo”, podía simular cualquier propiedad dinámica en el aire de toda clase de aviones de combate hasta las del Boeing 747. Para entonces, solamente cinco países --Estado Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China-- poseían aparatos de esta clase. Así que si cayera al suelo, sería imposible fabricar otro nuevo en pocos años y la aviación china tropezaría con grandes dificultades en su desarrollo.
El peligro era más que inminente. En unos cuantos segundos el avión descendió hasta 200 metros. Li y Liang estaban de cara arriba y la cabina de mando de cara abajo. Pero si se catapultaran en paracaídas, el cohete por debajo de las sillas los golpearía contra el suelo.
Evidentemente, la salida estaba tapada. Los trigales, las aldeas y las zanjas parecían una red multicolor que galopeaba al encuentro del avión para atraparlo.
“¡No puedo con el avión!”, gritó Liang a toda voz. Li contestó con calma desde la cabina trasera: “¡Ya voy, no te muevas!”
Presionó la palanca y pisó el timón, mas el avión no reaccionó. El enorme exceso de carga apretó a los dos hacia un lado.
En este instante entre la vida y la muerte, Li hizo un tremendo forcejeo liberando la mano derecha y bajó los tres interruptores eléctricos laterales de un golpe.
Fue un cambio que volvió el mundo. El tiempo no habría bastado para darles una segunda oportunidad en caso de que Li intentara bajar los tres interruptores uno por uno.
Afortunadamente, el control del avión dio respuesta de inmediato cual si fuese tocado su “punto de vida”. Sin vacilar, Li invirtió la posición del avión hacia arriba y pisó el acelerador a fondo. El aparato dejó atrás la línea de muerte, ¡saltando al cielo!
Siete segundos, tan sólo siete segundos para zafarse de la muerte. A Li no le alcanzó el tiempo para informar a la torre. Debido a que la nave estaba fuera de la vista del personal del aeropuerto, nadie captó la escena de peligro que acababa de ocurrir.
A las 12:26, el avión tocó la pista con suavidad.
Asomándose por la cabina, Li no tenía el semblante alterado ni en un ápice. Simplemente dijo a sus compañeros en tierra: “Se produjo una falla menor”.