En 1856, el Perú
abrió un consulado en Macao, el cual se encargaba de informar al
Gobierno sobre la contrata de trabajadores chinos en la localidad.
En 1874, Lima envió a China al capitán de fragata García, en calidad
de enviado especial, con el propósito de firmar un tratado de comercio
con la Corte Qing. Pero el representante omnipotenciario chino Li
Hongzhang rehusaba recibir a García al enterarse del maltratamiento
que sufrían los chinos en el Perú. Sólo fue después de los buenos
oficios de los diplomáticos americanos y británicos acreditados
en China y tras la entrega del documento aprobado por el Gobierno
peruano para mejorar el status de los trabajadores chinos, que se
entrevistaron los representantes. El 26 de junio del mismo año se
firmó oficialmente el primer convenio bilateral: Tratado Chino-Peruano
de Amistad, Comercio y Navegación. Hoy día sigue colgando en el
vestíbulo de la sede de la Beneficencia Central de China en Lima
el rótulo con caracteres dorados obsequiado por el omnipotenciario
imperial de la Corte Qing.
Los principales
contenidos del tratado son: Los chinos y los peruanos gozan de igual
libertad de comercio, turismo, contrata de trabajadores y residencia
en uno y el otro país; se prohíbe llevar de Macao y otros lugares
a trabajadores chinos al Perú por medio de engaños; China y el Perú
establecen consulados recíprocamente; los chinos en el Perú gozan
de derechos de igualdad y beneficio mutuo y son protegidos por la
ley; los peruanos residentes en China que violen la ley serán juzgados
por funcionarios peruanos; y el Gobierno peruano abroga todo lo
reglamentado injustificable contra los trabajadores chinos. Desde
entonces, la situación de los trabajadores chinos en el Perú mejoró
en cierto modo.
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