los
Tibetanos
Informaciones
Genenales
Los primeros Tibetanos, una etnia de antigua estirpe, se establecieron
en el curso medio del río Yaluzangbu, donde se han encontrado
varios restos arqueológicos de las épocas del paleolítico
y del neolítico. En el siglo II antes de nuestra era, ellos
habían comenzado a dedicarse a la ganadería y formado
numerosas tribus que creían en una religión panteista
primitiva. Fue en esa misma zona donde establecieron, en el siglo
VI, el primer reino unido de los Tibetanos: el reino de Tubo. Esta
es la razón por la cual ese lugar es considerado como la
cuna de la etnia y de la cultura Tibetana.
Hoy en día,
la etnia de los Tibetanos, que tienen una población de 4
millones 590 mil habitantes, según el IV censo demográfico
nacional, realizado el año 1990, viven no sólo en
la Región Autónoma del Tíbet, donde constituyen
el 95% de la población, sino también en las provincias
vecinas de Qinghai, Gansu, Sichuan y Yunnan.
Los Tibetanos
tienen su propia lengua que cuenta con sistema de escritura. La
lengua Tibetana pertenece a la rama de Tibetano de la familia Tibetano
y Birmano del sistema de Chino y Tibetano.
En distintas
zonas del Tíbet, la túnica es la principal pieza de
vestir de los Tibetanos. Son por lo general holgadas, de mangas
largas y suelta en la cintura. No obstante, hay algunas diferencias;
por ejemplo, en las zonas de clima relativamente benigno, la túnica
es hecha de tela y fieltro; y en las zonas frías, de cuero.
Aparte de la túnica, los Tibetanos tienen otras piezas especiales,
como el delantal que llevan diariamente las mujeres, llamado "Bangdian",
en Tibetano. Los diferentes colores de tono claro en contraste con
algunos de tono oscuro lo hacen vistoso y de agradable aspecto.
Los zapatos, que suelen usar los Tibetanos, tanto los hombres como
las mujeres, son botas de suela de más de 2 pulgadas de grosor
y son tan altas que casi llegan a las rodillas. En la ropa de los
Tibetanos, se ven claras influencias del budismo, una religión
de larga tradición en la que la gran mayoría cree.
Los colores más comunes de la ropa son los mismos de las
kasayas de los monjes; y toda la gente lleva en el pecho, como adorno,
rosarios y un pequeño cofre de plata en que llevan estatuillas
de buda y amuletos. Además, también utilizan en forma
difundida otros adornos como pendientes, collares, anillos, pulseras,
cuchillos de cintura, botella de rape, etc, y en muchos casos, estos
adornos están hechos de oro, plata, márfil, jade y
otros materiales valiosos.
Para la mayoría
de los Tibetanos la base de su alimentación es el Zanba,
que no es más que la harina de Qingke, una planta típica
de la meseta. Lo comen acompanado del té cargado, té
con leche, mantequilla o azúcar. Además, se alimentan
de carne de res, cordero, cerdo y de muy pocas verduras. Es un sistema
alimenticio apropiado para gente que vive en zonas de aire enrarecido
y que tiene que soportar un clima riguroso.
La mantequilla,
extraída de la leche de vaca y de oveja, es un alimento imprensidible
para todos los Tibetanos. Hace no mucho, ellos elaboraban la mantequilla
siguiendo el procedimiento tradicional de calentar la leche, echarla
luego en un gran cubo de madera y revolverla con un palo hasta que
aparezca en la superficie de la leche una capa de grasa de color
amarillento claro. Después, extraían esta capa de
grasa y se la ponían en una bolsa de cuero de modo que, al
enfriar, quedaba lista la mantequilla. Ahora, en muchos lugares
hay plantas modernas que procesan y elaboran mantequilla a nivel
industrial.
La mayoría
de los Tibetanos, también seguramente a causa del frío
y las alturas, son aficionados a tomar licor, y muchos de ellos
tienen en sus casas cantaros llenos del licor de Qingke, elaborado
del cereal ya mencionado, de bajo grado alcohólico. Esta
bebida preferida de los Tibetanos sirve especialmente para agasajar
a los huéspedes. El rito de la hospitalidad establece que
de la primera copa de licor que ofrece el anfitrión, el huésped
debe tomar un trago; luego, de volver a llenar la copa, debe tomar
otro trago, así, hasta la tercera, en que debe vaciar la
copa. Si el huésped no puede tomar licor, debe mojar el dedo
medio en el líquido y tirar hacia el espacio tres veces.
Si no hace ninguna de las cosas referidas, el anfitrión da
la bienvenida al huésped alzando la copa en la mano, bailando
y cantando la canción del licor.
El Hada es
una ancha cinta de seda, de trama muy rala, que se usa como homenaje
y ofrenda en el rito de las relaciones de los Tibetanos. Los estilos
y motivos del Hada se diferencian según las condiciones económicas
del dueño; la de mejor calidad está hecha con finos
motivos de flores de loto, botellas milagrosas, y otras cosas que
significan la felicidad y buena suerte. La longitud de un Hada varía.
Las más largas pueden medir unos 5 metros; las cortas, un
metro. Los Tibetanos, como otros pueblos del mundo, creen que el
color blanco simboliza la pureza y la felicidad; por eso, generalmente
, las Hadas son blancas. Además, hay otro tipo de Hada de
cinco colores: azul, blanco, verde, rojo y amarillo, que son, respectivamnete,
símbolos del cielo, de las nubes, de los ríos, del
sol y de la tierra. Las doctrinas budistas explican que este tipo
de Hada es la indumentaria de los budas, por eso sólo sirve
como presente valioso ofrecido a los budas y los parientes más
cercanos. El rito a través del cual se ofrece el Hada señala
que, el oferente, debe sostenerla en las dos manos, con los brazos
extendidos hacia adelante, al nivel de los hombros; luego debe inclinarse
y entregarla. Ofrecer el Hada es tan popular en los Tibetanos que
cualquiera, al salir de casa, lleva varias Hada por si acaso se
encuentra en el camino con amigos o parientes a quien hacerle una
diferencia. Incluso, muchos suelen adjuntar en sus cartas una pequeña
Hada.
Religión
y Fiestas
La Región
Autónoma del Tíbet es una famosa zona budista, donde
casi todos los habitantes creen en el lamaísmo, una secta
del budismo. El "lamaísmo" viene de la palabra
Tibetana "lama", nombre con que se designa a los monjes
de amplios conocimientos y respetables virtudes morales.
Antes de que
el budismo se introdujera en el Tíbet, los Tibetanos creían
en una religión panteísta primitiva. En el siglo VII,
el rey Songzan Gambo del Tíbet se casó, por separado,
con la princesa Chizun, del Reino de Nepal y la princesa Wencheng,
del régimen imperial chino de la dinastía Tang. Cada
una de ellas llevó al Tíbet una estatua de buda, y
muchos sutras budistas. Después, presidieron, por separado,
sendos institutos cuya misión era traducir y difundir estos
sutras. Con el transcurso del tiempo, el budismo alcanzó
una divulgación tan grande que, incluso el mismo rey Songzan
Gambo fue uno de sus más fervorosos creyentes. Se empezaron
a construir grandes e importantes templos y fueron llevados al Tíbet,
en calidad de invitados, varios monjes de gran reputación
de la India para explicar los sutras.
No obstante,
el desarrollo del budismo en el Tíbet también encontro
obstáculos y dificultades, sobre todo provocados por el poder
de algunos nobles, recalcicrantes creyentes del panteísmo.
Ellos aprovecharon todas las oportunidades posibles para atacar
al budismo. Así a mediados del siglo IX, el rey del Tíbet
de ese momento, controlado por esa fuerza, dio la orden de erradicar
el budismo. Se destruyeron todos los templos, y se obligaron a todos
los monjes a llevar una vida laica. Esta situación no terminó
sino hasta el final del siglo X, cuando el budismo resurgió
con fuerza y esplendor al punto de culminar en una segunda época
de oro en Tíbet. En 1270, Basba, nombrado "maestro del
emperador" por el gobernador de la Dinastía Yuan , unificó
todo el Tíbet, y dio inicio a la historia de la religión
integrada al poder político, con lo que el budismo fortaleció
su posición predominante en Tíbet.
Aunque se reconoce
ampliamente que el budismo se introdujo al Tíbet de la India,
a lo largo del proceso de desarrollo, la religión foranea
poco a poco fue mezclándose con el panteísmo nativo
de la zona, hasta resultar un hibrido con características
propias: el budismo Tibetano, o sea, el lamaismo.
Dentro del
budismo Tibetano, hay muchas ramas, cuatro de las cuales sobresalen
por su importancia. He aquí los nombres con que se les conoce:
la secta roja, la secta blanca, la secta amarilla y la secta de
colores combinados. Los primeros tres nombres vienen de los colores
de la kasaya y el gorro que llevan los monjes, y el último,
de los 3 colores, rojo, blanco y negro, con que se decoran los muros
que rodean los templos.
En cualquier
rincón del Tíbet se puede percibir el denso ambiente
del budismo. Hasta el momento se han abierto para visitantes más
de 1,400 templos budistas. Y sobre el tejado de todas las casas
y campamentos ondean banderolas de diferentes colores en que hay
frases de sutras o figuras de los budas. Además de ser emblemas
religiosos, son también objetos artísticos de larga
historia. Del asta, tejida con pelos de yac, animal típico
de la meseta Qinghai-Tíbet, cuelgan banderas cuadradas de
tela con dibujos estampados de dragones, aves fénix, figuras
de buda y citas de los sutras. A todo esto se le asigna la virtud
de traer la buena suerte y la felicidad. Este tipo de banderola
fue creada por los lamas de la secta blanca.
El budismo
Tibetano es una religión muy arraigada entre la gente y no
sólo se manifiesta en el arte, la arquitectura y los ritos
estrictamente religiosos, sino también en las costumbres
y en la vida cotidiana. Así, una de las grandes manifestaciones
del budismo en el Tíbet está en las fiestas, tengan
o no un carácter estrictamente religioso.
Durante el
año, los Tibetanos celebran 4 fiestas religiosas importantes.
La primera, traducida al español, se llamaría "gran
reunión de oraciones", se celebra desde el 4 hasta el
24 del primer mes del calendario Tibetano, semejante al calendario
lunar chino. Durante esta fiesta, los maestros budistas predican
ante los monjes y el pueblo los principios del budismo sobre la
base de los sutras; los monjes participan en un examen para obtener
importantes títulos académicos, y se hacen desfiles
de jinetes vestidos con ropa tradicional. La segunda fiesta, se
llama "Fiesta de los faroles". Se lleva a cabo la noche
del 15 del mismo mes, o sea , durante la gran reunión de
oraciones. Se dice que cuando nació Sakiamuni, el fundador
del budismo, los inmortales de otros lugares lo saludan llevando
faroles y frutas. Y para recordar este evento, los monjes y la gente
del pueblo hacen, empleando mantequilla, todo tipo de figuras de
personas, animales y flores, de los cuentos o leyendas budistas,
y las ponen sobre el armazón de los faroles. Al día
siguiente, la gente va a los templos para reverenciar a los budas
y rezar. Por la noche, visitan, junto con familiares y amigos, las
inumerables y artisticos faroles, y cantan y bailan hasta altas
horas. La cuarta fiesta budista, llamada Sagadawa, se celebra durante
todo el cuarto mes del calendario Tibetano. Es un mes dedicado a
conmemorar el nacimiento, la caída en el nirvana y el convertirse
en buda de Sakiamuni; y además, el 15 de este mes es el día
en que la princesa Wencheng, de la dinastía Tang, esposa
del Rey Songzan Gambu, llegó a Lahsa, capital provincial
del Tíbet. Las principales actividades durante esta fiesta
son reverenciar a los estatuas de Sakiamuni y la princesa, rezar
y caminar todo el día entrono de los templos con algunos
objetos religiosos en las manos.
Las fiestas
no religiosas tampoco se celebran al margen de la fe budista. Por
ejemplo, un contenido imprensible de la celebración del Año
Nuevo del calendario lunar Tibetano, la más importante de
las fiestas laicas del Tíbet, es cambiar los banderolas de
las casas. Esta fiesta se celebra a fines de enero o en febrero,
y en muchos casos, el mismo día de la Fiesta de la Primavera.
Cuando se aproxima, todas familias Tibetanas preparan diferentes
comidas con mantequilla, harina de Qingke y de trigo. Al alba de
ese día, las mujeres van a los rios o pozos cercanos para
recoger agua limpia, simbolo de buena suerte y un buen comienzo
del nuevo año. Durante los 3 o 4 días siguientes,
las personas se visitan para saludarse y ofrecerse el Hada.
Cultura y Arte
Conviene empezar
hablando del budismo y de los templos, pues en el Tíbet,
la religión tiene un notable predominio entre la gente y
los templos no sólo son lugares para realizar los ritos del
culto, sino también valiosos tesoros del patrimonio cultural.
Las estatuas de los budas, las esculturas, el Tangka, una pintura
especial que puede enrollarse, y la arquitectura de los templos,
representan el nivel más alto de la peculiar cultura tibetana.
El budismo es una religión que venera ídolos. Por
eso siempre hubo en el Tíbet un arte que permitiera hacer
estatuas de budas: el tallado y la escultura, dentro de esta, la
fundición. Los budas que salían de las manos de los
artistas Tibetanos tenían la peculiaridad de poseer diferentes
fisonomías, gestos, ornamentos y objetos del culto. Los artistas
tibetanos de la antiguedad utilizaron habilmente la tecnología
de la fundición, y asimilaron los estilos de los Han, de
la India y de Nepal, para luego forjar sus propias características.
Realmente impresiona ver esas estatuas de buda de expresión
tan viva, trabajadas en bronce, algunas sólo del tamaño
de un pulgar y otros de varias toneladas de peso.
El Tangka,
también llamado "pintura en telas", es un arte
peculiar del lamaismo tibetano. Generalemente tiene como base telas
gruesas, de cáñamo o lino; si es de seda, la obra
es más valiosa. Antes de pintar, se fija la tela con hilos
en un bastidor de madera, luego se aplica a la tela un material,
mezcla de cola de animales y talco, todo reducido a polvo, después
se extiende con una valva de almeja hasta lograr que la superficie
tenga brillo. Cuando todo seca, ya se puede pintar encima. Al final,
se añaden ribetes de raso de colores y tanto en el extremo
superior como en el inferior se ponen dos barras cilindricas de
madera para facilitar el colgado. Los temas más populares
de los Tangka son las figuras de los budas y las hazañas
de los maestros budistas. Generalmente es triangular, los pequeños
parecen a un libro, y los grandes tienen varios metros cuadrados.
Además,
los murales, las esculturas, las obras talladas en piedra, las xilografías
de estilo tibetano, que aparecen en todos los templos, también
alcanzan altos valores artísticos.
Entre las construcciones
religiosas del Tíbet, la más representativa es el
Palacio de Potala. Se encuentra en el centro de Lahsa, capital provincial
del Tíbet y es el edificio simbólico de la región
misteriosa. Construido en el siglo VII, la época de la disnastía
Tang, ya tiene una antigüedad de 1,300 años. Desde el
siglo XVII, sirvió como palacio de invierno de los Dalai
lama, y además, como palacio de gobierno del Tíbet
en los períodos en que la religión compartía
poder con el Estado.
Este palacio,
hecho totalmente de madera, granito y adobe, ha sido construído
siguiendo la pendiente del monte de Potala y ocupa una superficie
de 41 hectáreas. Su edificio principal tiene 13 pisos y 117
metros de altura.
El palacio
cuenta con 1,000 hibitaciones e incontables salones, pabellones,
escaleras, corredores, murales, estatuas de buda, todo ello bien
elaborado y bien decorado. Además, en este palacio se guardan
gran cantidad de objetos con alto valor histórico y artístico,
como por ejemplo, las 8 pagodas en que se guardan los restos de
los Dalai lama habidos en la historia del Tíbet. Todas las
pagodas tienen la fachada cubierta de pan de oro, en que se incrustan
inmunerables piedras preciosas.
Otra cosa que
no se puede ignorar al hablar de la cultura Tibetana es el Tri-pitaka,
obras completas del budismo tibetano, compilado en el siglo XIV.
Aparte de los sutras, disciplinas y doctrina del lamaismo, también
abarca la lógica, la linguística, la pintura, la astronomía,
la medicina, el calendario y otros sectores. Precisamente por eso,
esta obra ocupa un puesto de suma importancia en la historia de
la cultura china y de la cultura budista.
En el Tíbet
hay muchos cuentos folklóricos de larga tradición
oral. En un principio, todos eran transmitidos de boca en boca,
después, algunos artistas en este sector los compilaron y
ordenaron y , al hacerlo, los insuflaron mayor vigor. Al mismo tiempo,
se añaden coplas entre la narración para que se vuelvan
más atractivos. El cuento folklórico más popular
es la Epopeya El Rey Gesar, formado a lo largo de los tiempos después
del siglo XI. Hasta ahora se han encontrado más de 60 capítulos,
de un millones 500 mil versos, con lo cual es la epopeya más
larga del mundo.
Esta epopeya
tiene como argumento principal las guerras entre el reino Liguo,
dirigido por el heróico rey Gesar, con otros reinos. Cuenta,
además, cómo Gesar salvó al pueblo de la opresión
y los sufrimientos y cómo les devolvió la vida feliz.
Con pasajes conmovedores y un lenguaje de extraordinaria belleza,
pone de relieve vivamente la vida de los antepasados tibetanos,
y así ha llegado a ser una enciclopedia que registra la historia,
la situación social y los fundamentos ideológicos
del pueblo. La influencia de esta epopeya en los tibetanos es amplia
y profunda. Por ejemplo, la imagen del protagonista, generoso, caballeroso,
solidariro y digno, siempre dispuesto a sacrificarse por las causas
justas, ha llegado a ser un modelo de todos los hombres de la etnia.
La ópera
tibetana, arte muy popular entre el pueblo tibetano, tiene una historia
de más de 600 años. Sobre su origen hay una interesante
leyenda: a principios del siglo XIV, un monje, empenado en construir
un puente en el río Yaluzongbu, recurrió a todos los
medios posibles en busca de dinero, pero 3 años después,
aún no lo había conseguido. Al final, se le ocurrió
una idea: eligió, entre los fieles creyentes budistas, 7
jóvenes hermanas, hábiles en el canto y en el baile,
las preparó a fin de que pudieran interpretar algunas óperas
que el había creado sobre la base de los cuentos budistas,
y luego recorrieron diferentes pueblos, ofreciendo funciones artísticas.
De esta forma, logró el dinero necesario, pero una cosa que
no había previsto fue que poco a poco este tipo de ópera
se popularizó en el pueblo.
La ópera
tibetana tiene 12 obras clásicas, cuya mayoría vienen
de los cuentos de los sutras y las leyendas folklóricas.
En los últimos años, se han compuesto algunas obras
nuevas. Al interpretarse, cuando los demás actores cantan
y bailan, una persona explica el argumento al espectador. El tiempo
de interpretación es variado, desde varias horas hasta 2
o 3 días. En el primer caso, se utiliza en muchos casos la
narración para saltar los pasajes no importantes, y en el
segundo caso, los actores cantan más y hacen más acciones.
Las melodías con que cantan los actores son de más
de 20 tipos, y corresponden a diferentes personajes. La forma de
maquillarse de los actores se parece a la de la ópera de
Beijing, y la diferencia más notable es que además
de aplicar directamente las tintas de distintos colores en la cara,
a veces se ponen una máscara.
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