los Kazak


Los Kazak que viven en el territorio de China, hoy con una población de unos 150 mil habitantes, se formaron por el aglutivemiento de decenas de tribus que vivían en la tierra que abarca la parte norte de Xinjiang y algunos países de Asia Central. Sobre la significación de su nombre, Kazak, hay varias versiones. Algunos creen que significa "refugiados", pues sus antepasados emigraron hacia esa región para librarse del feroz dominio del jefe de las tribus del lugar de donde venían. Algunos insisten en que es el nombre de una tribu antigua, pero otra versión asegura que la palabra Kazak significa "cisne" y funda su afirmación en el argumento de una leyenda: en la antigüedad remota, había un joven líder de una tribu poderosa. Era guapo, bravo e inteligente, por eso gozaba de las simpatías y del apoyo del pueblo. Pero una vez, en una guerra con otras tribus, fue derrotado. Solo y gravemente herido, El joven cojeaba en el desierto ilimitado. Era precisamente verano y el sol ardiente convertia el desierto en un verdadero horno. Al final, por la gravedad de las heridas, por la sed y por el cansancio, cayó desmayado. En ese momento, vino volando un cisne blanco, que luego de dar algunas vueltas en torno a él, desendió a su lado y empezó a lamer su herida. Poco después, las heridas se cerraron milagrosamente. Así el joven se despertó y el cisne lo condujo a un lago cercano. Al tomar el agua, el joven se recuperó totalmente. Y sucedió otra cosa increíble: el cisne se convirtió en una muchacha muy bella. Luego, los dos se casaron y con el tiempo tuvieron un hijo a quien le pusieron el nombre de Kazak, que significa " cisne blanco". Como de acuerdo con esta leyenda, todos los Kazak de hoy son sus decendientes, mantienen el legendario nombre como denominación de la etnia a la que pertenecen. Hoy día, los Kazak veneran al cisne tomándolo como el símbolo de la belleza. Por eso cazarlo está prohibido y mantienen la tradición de insertar una pluma de cisne en el pecho de los niños y colgar los cisnes muertos en las rejas de madera fuera de sus casas para invocar la dicha y la buena suerte.

Las casas de los Kazak, de fieltro blanco, vistas de lejos, parecen hongos. Según los historiadores, hace unos 2 mil años que los Kazak ya vivían en estas casas. Generalemtne una casa tiene una altura de 3 metros, y ocupa una superficie de unos 30 metros cuadrados. Sus paredes y techos, ambos de forma circular, son hechos de madera, hierbas resistentes y fieltro, que se unen por cuerdas de piel o tendones de res. En ninguna parte de la construcción se usa ni un clavo. Cada año los pastores Kazak se trasladan más de 10 veces de lugar, y con excepción del invierno, viven en este tipo de casas de fieltro. Además de las ventajas de ser resistentes y ligeras, así de fácil transporte, también son muy fáciles de desechar o de montar. En solo 2 horas se puede tener lista una casa de este tipo. En muchos casos, una familia de 3 generaciones viven en una misma casa que sirve, al mismo tiempo, de zaguan, dormitorio, cocina y almacén. Pero gracias al buen diseño y buena disposición, en la parte central de la casa pueden caber más de 10 huéspedes, y a veces, se celebran allí fiestas con orquesta. Los que no lo han visto con sus ojos se resisten a creer ésto.

Los Kazak son muy francos, sencillos, y, como otras etnias nómadas, amables y hospitalarios.

Como Xinjiang tiene un vasto territorio y una relativamente poca población y los pastores Kazak viven muy dispersos, los forasteros que llegan a los lugares donde moran son muy raros y son objeto de cálidas bienvenidas por parte de los anfitriones. Entre los Kazak hay un refrán que dice: cuando llegan los huéspedes, las ovejas paren de una sola vez dos corderos. Esto muestra que para los Kazak, los huéspedes son emisarios de dicha y buenos augurios.

Cuando los huéspedes vienen, o bien de visita rápida, o bien para albergarse, sean conocidos o no, Kazaks o de cualquier otra etnia, el anfitrión les atiende con una especial amabilidad. Tienden alfombras en el suelo para que se sientan, colocan ante cada persona una cubierta de tela blanca, en que ponen el Nang, un tipo de tortilla horneada, caramelos, queso, mantequilla y té con leche. Después vienen el agasajo con platos sobre la base de cordero.

Los Kazak, al igual que los Hui y los Uigur, son musulmanes. Las carnes y los productos lácteos son su principal comida. Una cosa particular es que la vajilla en que se sirven los productos lácteos no son de ceramica, porcelana o metal, sino de madera. Los hábiles artesanos Kazak pueden hacer, empleando sólo simples herramientas como el hacha, el cuchillo o el serrucho, exquisitas obras de madera. En el verano, tanto las vasijas que sirven para verter jofainas para caber la leche de yegua como los tazones y las tazas en que se bebe son hechos de abedul, madera que conserva su sabor y aroma. Entre las tazas figura un tipo que tiene una base sobre la que hay 2 o 3 tazas gemelas. Así, para evitar derramar la leche, al beber, hay que tomar lateralmente la taza y beber la leche de las tazas gemelas. Con esta taza, los Kazak hacen gala de hospitalidad haciendo a los huéspedes tomar más leche.

"Perseguir a las muchachas" es un tipo de entretenimiento popular entre los Kazak, y también una buena ocasión para que los jóvenes busquen ocasión de enamorarse. En la pradera, en el centro de una planicie, en una pista especial para caballos flanqueada de espectadores, se lleva a cabo esta singular constumbre tradicional. Los jóvenes participantes, antes de montar a caballo, eligen, por voluntad personal, su pareja, que son, generalmente, de otra tribu. Montan cada cual los mejores caballos y van juntos 200 o 300 metros. En el camino, el joven puede enomorar a la muchcha, e incluso, abrazarla o besarla, y ésta puede ser indiferente o rechazarlo pero sin enfadarse. Y si ella responde positivamente, el joven aprovecha al máximo la ocasión para asegurar el amor de la muchacha con las mejores palabras que le dicta su corazón. Al llegar a la línea final de la pista, el joven, de repente se vuelve al galope, y la muchacha, lo sigue para vengarse de lo que acaba de hacer el joven, alzando el látigo. Y los espectadores empiezan a vitorear, a silbar y gritar animándolos. Si la muchacha no alcanza al joven antes de que llegue a la línea de partida, el juego termina. Y si lo alcanza, agita el látigo sobre su cabeza y lo pega. Claro que si lo ama, es sólo una simulación, casi una caricia, si no le gusta el joven, la muchacha le pega de verdad y él, al no poder resistir, fuga a todo galope.