Conclusión
     
 




En los últimos 40 años, la cultura tibetana ha experimentado un gran adelanto, sin renunciar por ello ni a la herencia de su excelente tradición cultural ni a la conservación de las peculiaridades propias de la etnia. Este adelanto se manifiesta especialmente en los siguientes puntos. En primer lugar, el cuerpo principal de la cultura tibetana se ha modificado radicalmente a consecuencia de la supresión absoluta del monopolio de la misma detentado por una camarilla de propietarios feudales de siervos, de suerte que el pueblo tibetano se ha convertido en el cuerpo principal del legado, el desarrollo y el disfrute de su cultura. En segundo lugar, el contenido de la cultura tibetana se ha visto sometido a cambios trascendentales. El progreso y el desarrollo de la sociedad tibetana han traído consigo el abandono de los elementos corruptos y obsoletos inherentes a la servidumbre feudal, la protección y el respeto plenos de las creencias religiosas de los creyentes de la etnia tibetana, así como la preservación y la transmisión adecuadas de la magnífica cultura tradicional de la etnia tibetana, cuyos nuevos contenidos reflejan la nueva vida de las masas populares y el desarrollo social. El esplendor creciente de la cultura tibetana se manifiesta tanto en las formas como en los contenidos. En tercer lugar, el desarrollo de la cultura tibetana ha sido protagonista de cambios esenciales. Tras salir de su aislamiento, inmovilismo y decadencia, cobró un nuevo impulso de desarrollo a la modernización y de apertura al mundo entero. Al mismo tiempo que la cultura tradicional se desplegaba, tanto la ciencia y la tecnología modernas como la educación y la difusión de la prensa brotaron de la nada y registraron un desarrollo inaudito.


Todo ello mueve a una seria reflexión. En efecto, pues mientras la cultura tibetana progresa sin cesar, la camarilla del Dalai Lama difunde desaforadamente entre la comunidad internacional la letanía de "la extinción de la cultura tibetana" y, apoyadas por algunas fuerzas internacionales hostiles, pone de vez en cuando a la opinión pública en contra de China. Al estudiar el desarrollo cultural del Tibet en los más de 40 años transcurridos desde su reforma democrática, se constata claramente que la extinción cultural de la que se lamenta la camarilla del Dalai Lama no es sino el desarrollo genuino de la cultura tibetana.


En primer lugar, la cultura forma parte de la ideología social y cambia y evoluciona a merced de la transformación y el desarrollo de la base económica y la superestructura. La formación y el desarrollo de la cultura occidental moderna están estrechamente relacionados, por una parte, con las revoluciones burguesas europeas de la edad moderna que acabaron con la servidumbre feudal y el sistema medieval teocrático surgido de la fusión del Estado y la Iglesia, y, por otra parte, con las reformas religiosas y los trascendentales cambios ideológicos y culturales que acompañaron a las grandes revoluciones. De manera similar, el desarrollo de la cultura tibetana a lo largo de los últimos 40 años ha coincidido con un período de gigantescos cambios sociales que despedazaron la servidumbre feudal levantada sobre los cimientos de la unión del poder político y del religioso, sistema más oscurantista si cabe que el imperante en la Edad Media europea. Junto con la extinción de la servidumbre feudal, desaparecieron indefectiblemente tanto el monopolio de la cultura tibetana que detentaba una minoría formada por propietarios de siervos, rasgo cultural distintivo del antiguo sistema social, como el viejo despotismo cultural caracterizado por una imbricación del Gobierno y la Religión, en la que esta última dominaba la vida política de toda la sociedad. Ello es una consecuencia inevitable del desarrollo histórico y cultural del Tibet. En efecto, sin tal "extinción", la emancipación y el desarrollo social y cultural del Tibet no hubieran sido posibles; hubiera sido imposible que las masas tibetanas consiguieran el derecho de poseer los frutos del desarrollo de su cultura y de disfrutar de ellos; y tampoco hubiera sido posible que el pueblo tibetano gozara de una verdadera libertad de creencia religiosa ni que ésta se convirtiera en un asunto personal. Sin embargo, dicha "extinción" es fatal para la servidumbre feudal representada por la camarilla del Dalai Lama, puesto que señala el fin de su tiranía cultural. Por lo tanto, no es de extrañar que sus integrantes proclamen a gritos "la extinción de la cultura tradicional del Tibet".


En segundo lugar, una cultura no se desarrolla en una situación de aislamiento, sino que absorbe constantemente nuevos contenidos y formas con el paso del tiempo y el desarrollo social, nutriéndose y enriqueciéndose por medio del contacto con otras culturas y su asimilación. El desarrollo de la cultura tibetana durante los últimos 40 años se ha materializado precisamente mediante su simbiosis con la civilización contemporánea, incluida la occidental, en el preciso momento en que la sociedad tibetana salía paso a paso de la ignorancia y el atraso, y se encaminaba hacia la reforma, la apertura y la modernización. Los cambios operados en los modos de producción y de vida del Tibet han provocado cambios inexorables en la manera de pensar y en las ideas de las masas tibetanas. En este proceso han surgido nuevos elementos culturales ausentes en la cultura tradicional tibetana, pero que son indispensables para la civilización moderna, como las ciencias, la tecnología, la educación y la difusión de la prensa de la edad moderna. Ciertos elementos destacados de la cultura tradicional de la etnia tibetana se han revitalizado en esta nueva época, mientras que los obsoletos, contrarios al desarrollo social y la vida del pueblo, se han ido olvidando y abandonando poco a poco. Se trata de un fenómeno natural que obedece a las leyes del desarrollo de la cultura; y es, precisamente, una manifestación de la prosperidad y el desarrollo constantes de la cultura tibetana en estas nuevas circunstancias. Al tachar el desarrollo de la cultura tibetana de "extinción de la cultura tibetana", porque ha adquirido nuevo sentido de la época y logrado nuevos progresos, lo que en realidad se está haciendo es exigir al pueblo tibetano que conserve intactos el modo de vida y los valores culturales propios de la servidumbre feudal del viejo Tibet. Tal exigencia va totalmente en contra de la corriente del progreso contemporáneo y de los intereses fundamentales del pueblo tibetano. Y yendo en esa dirección llega al colmo de lo absurdo.


La humanidad está dando sus primeros pasos en el nuevo milenio. La globalización económica y la informatización de la vida social avanzan con una rapidez espectacular, transformando día a día la vida material y cultural de la humanidad. A medida que se profundice en la reforma, en la apertura y en la modernización de China, y, sobre todo, conforme se lleve a cabo la estrategia de desarrollo de la región oeste, el Tibet, emprendiendo la marcha desde un nuevo punto de partida, avanzará hacia la modernización y hacia el mundo. No cabe duda de que en este proceso de avance la cultura tibetana cosechará nuevos y mayores éxitos.