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spanish.china.org.cn | 26. 12. 2025 | Editor:Teresa Zheng [A A A]

Japón es un elemento conflictivo en la comunidad internacional

Palabras clave: Japón, perturbador
Spanish.china.org.cn | 26. 12. 2025

El Gobierno japonés ha enviado señales peligrosas una tras otra. La primera ministra, Sanae Takaichi, declaró públicamente que el país no descarta la posibilidad de contar con submarinos nucleares y que se prepara una revisión de los tres documentos sobre seguridad y defensa con el fin de «estar listos en caso de un posible conflicto militar prolongado». Su estrecho colaborador, Koichi Hagiuda, encabezó un grupo de legisladores que visitó la región de Taiwán y se reunió con Lai Ching-te. Los medios japoneses revelaron que otro cercano a Takaichi, Oue Sadamasa, fue quien anteriormente se pronunció a favor de las armas nucleares. Estos comentarios y acciones no son en absoluto accidentales o aislados. Japón pasa de ser una nación limitada en el orden internacional de la posguerra a un «perturbador» de la paz y la estabilidad en la región Asia-Pacífico e incluso en el mundo.

La causa fundamental de tal rol radica en su persistente incapacidad para erradicar el militarismo, lo que supone un desafío directo al orden internacional establecido gracias a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Este año se cumple el 80.º aniversario del triunfo, un momento en el que Japón debería llamar a la reflexión profunda de su historia. Sin embargo, el gobierno de Takaichi va contracorriente. Miembros de su gabinete han visitado repetidamente el santuario de Yasukuni, han glorificado el pasado agresor como una «guerra de autodefensa» y se han referido a los criminales de guerra de clase A como «espíritus heroicos», lo que constituye un insulto y un daño para los pueblos que sufrieron su ataque colonial. Lo que es más inquietante aún es que esta visión errónea de la historia da pie a políticas concretas: Tokio intenta reconsiderar los «Tres Principios Antinucleares», ha promovido la flexibilización de las restricciones militares y hasta ha cuestionado abiertamente la validez de documentos jurídicos internacionales como la Declaración de El Cairo y la Proclamación de Potsdam. En su Rendición, este se compromete a «cumplir de buena fe las disposiciones de la Declaración de Potsdam». No obstante, las acciones oficiales buscan derrocar sus fundamentos políticos y son una traición abierta a la justicia internacional.

El giro del revisionismo histórico al aventurerismo militar es una extensión de la trayectoria de Japón como «perturbador», manifestada principalmente en la flexibilización sistemática de su postura nuclear. Tras asumir el cargo, Takaichi aumentó rápidamente el gasto en defensa a más del 2 % del PIB y relajó los frenos a la exportación de armas. Desde el despliegue de misiles de largo alcance en las islas del suroeste hasta las insinuaciones sobre adquirir armas nucleares, la «capacidad de contraataque» japonés muestra claras características preventivas y ofensivas. Además, es visible que el Partido Liberal Democrático ha llegado a un acuerdo interno para revisar los «Tres Principios sobre Transferencias de Equipo de Defensa», con el objetivo de liberalizar plenamente la venta de armamento letal. En cuanto al tema nuclear, el flagrante desprecio al Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares deviene la mayor amenaza para la seguridad en Asia Oriental y en el mundo.

El papel de Japón como «perturbador» también queda patente en su diplomacia hipócrita y engañosa. Aunque el gobierno de Takaichi afirma estar «abierto al diálogo» con China, ha causado tensiones en torno a la cuestión de Taiwán. Entre finales de diciembre y principios de enero de 2026, se espera que casi 30 legisladores japoneses visiten la isla, y Shigeru Iwasaki, exjefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, ha asumido el puesto de «asesor político» de las autoridades taiwanesas, cruzando la línea roja de los intercambios gubernamentales. Este patrón de decir algo y hacer otra cosa revela una estrategia engañosa que Japón empleó antes de iniciar conflictos en la historia. Durante décadas después de la Segunda Guerra Mundial, cultivó una imagen de «nación pacífica» y contribuyente benevolente, lo que ha llevado a algunos países, incluso hoy en día, a considerarlo un «ejemplo exitoso de transformación democrática por Occidente». Tokio trata ahora de presentarse como una «víctima» y de exagerar una narrativa falsa de «intimidación china» para ocultar su naturaleza expansionista.

Sus provocaciones van mucho más allá del rearme, evidencian un deliberado debilitamiento de la unidad regional y un papel de principal representante de las fuerzas externas que buscan intervenir en la región. Tokio ha suscitado una y otra vez problemas con temas como Dokdo y las islas Kuriles del Sur. El comentarista político surcoreano Hanjin Lew escribió en Asia Times que, en solo dos meses desde que asumió el cargo, la posición belicista de Sanae Takaichi ha acelerado la crisis regional y ha aislado a Japón. Al crear y amplificar divisiones, este persigue intereses geopolíticos en medio de la agitación y revivir viejos sueños de dominio regional. Estas prácticas envenenan el ambiente para resolver las disputas mediante el diálogo y la cooperación, convirtiendo a Japón en un obstáculo para la paz y la cooperación en Asia-Pacífico.

La historia demuestra que una vez que regresa el espectro del militarismo, trae consigo desastres para la región y el mundo. Al dar marcha atrás en cuestiones históricas, correr por la senda de la expansión militar y sembrar la división entre los países de la región, las autoridades japonesas consolidan un rol de «perturbador internacional».

El Gobierno japonés debería reconocer la tendencia de los tiempos, detener ipso facto toda acción peligrosa que socava la paz y la estabilidad regionales, reflexionar sobre su historia agresora, defender el espíritu de la «constitución pacifista» y sus «Tres Principios Antinucleares», y fomentar la confianza con sus vecinos asiáticos y la comunidad internacional a través de acciones concretas. La paz y el desarrollo de la región no deben verse truncados, y cualquier intento de derrocar el orden de la posguerra o revivir el militarismo será rechazado y resistido por todos los países y pueblos amantes de la paz.