share
spanish.china.org.cn | 22. 12. 2025 | Editor:Teresa Zheng [A A A]

La derecha japonesa vuelve a mostrar ambiciones de remilitarización

Palabras clave: Japón, remilitarización
Spanish.china.org.cn | 22. 12. 2025

Las declaraciones de un alto funcionario del Gobierno japonés en las que sugiere que el país debería adquirir armas nucleares no solo constituyen una afrenta a los principios antinucleares de Japón, sino también al régimen mundial de no proliferación nuclear y al orden internacional de la posguerra.

La última controversia evidencia una vez más una peligrosa corriente en el discurso sobre seguridad nacional que merece una vigilancia concienzuda por parte de China y la comunidad internacional.

Aunque se trate de una «opinión personal», como intentó presentar posteriormente el Gobierno japonés, estas afirmaciones no son un desliz, reflejan una tendencia muy visible en los círculos políticos japoneses de poner a prueba los límites del apoyo público para desterrar los 3 principios antinucleares que el país mantiene desde hace buen tiempo. La opinión pública japonesa sigue mostrando cautela ante cualquier intento de derrocarlos, pero Tokio parece decidido a convencerla de lo contrario.

El secretario jefe del Gabinete, Minoru Kihara, reiteró que la política de no poseer, producir ni permitir la entrada de armas nucleares sigue inalterable. Sin embargo, su negativa a abordar directamente las declaraciones, junto con la ambigüedad mostrada anteriormente por la primera ministra Sanae Takaichi sobre si estos se mantendrán intactos en la futura estrategia de defensa nacional, no hace más que alimentar la preocupación.

Si Japón abandona su promesa de no armarse con armas nucleares, el baluarte mundial contra su proliferación se vería gravemente debilitado. Y eso, como señaló acertadamente el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Guo Jiakun, exige una gran atención de la comunidad internacional.

Ante este posible giro político, la misma debe responder con voz clara y firme en defensa del régimen. Rusia ya ha expresado su oposición a los debates en Japón sobre la posible adquisición de armamento nuclear.

Estas conversaciones no pueden considerarse de forma aislada. En los últimos años, Tokio ha ido relajando los límites impuestos tras la Segunda Guerra Mundial, reformando sus leyes de seguridad y defensa, levantando la prohibición de ejercer el derecho a la autodefensa colectiva y aumentando la cooperación militar bajo la bandera de la «disuasión ampliada». Aun así, los 3 principios antinucleares —no poseer, producir ni permitir la introducción de armas nucleares en territorio japonés— se consideraban sacrosantos. Cuando el viceministro de Defensa, Shingo Nishimura, por ejemplo, expresó ideas similares en 1999, fue destituido de inmediato.

Plantear estar idea revela una creciente ambición en la derecha japonesa, representada por el Gobierno de Takaichi, de eliminar las trabas del orden de la posguerra y acelerar la marcha hacia la remilitarización.

La ironía es palpable. Japón suele presentarse ante la comunidad internacional como un defensor moral de un mundo libre de armas nucleares, enfatizando su condición de único país que ha sufrido su embate. No obstante, este discurso selectivo oculta un problema más profundo. Como señaló Guo, Japón nunca ha reflexionado sobre las guerras que libró, ni ha afrontado las responsabilidades que conlleva su oscuro pasado.

La invocación del Gobierno de Takaichi del «empeoramiento de las condiciones de seguridad» no justifica las ambiciones nucleares. El Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares solo reconoce 5 Estados poseedores de las mismas, y Japón no es uno de ellos. Cualquier intento de revertir esto, ya sea mediante el desarrollo propio o con armas nucleares extranjeras, erosionaría la confianza y la estabilidad regionales.

Este año se cumple el 80.º aniversario del triunfo en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (1931-1945) y la Guerra Antifascista Mundial. Es un momento que debería ser de reflexión para Japón, no de renovada aspiración militarista. Respetar el derecho internacional y cumplir sus compromisos antinucleares no son cargas externas, sino responsabilidades arraigadas en la historia y la moralidad.