| spanish.china.org.cn | 10. 12. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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La comprensión correcta del superávit comercial chino es vital
El superávit comercial de bienes de China ha superado el billón de dólares por primera vez, lo que ha captado la atención internacional. Algunos medios occidentales amplifican adrede la narrativa de un «máximo histórico» en sus reportajes, vinculándolo con etiquetas falsas como «dumping» y «sobrecapacidad». Intentan presentar un fenómeno económico como un riesgo geopolítico, tomando la división internacional normal del trabajo como una amenaza estructural. Es una interpretación errónea del modelo de desarrollo chino y de la división global del trabajo que exuda ansiedad y prejuicios irracionales.
Para comprender correctamente el superávit chino es necesario volver a los principios económicos de base y reconocer las leyes de la división internacional del trabajo y la cooperación. Un superávit no equivale a «excluir a los demás», sino que es el resultado de una cooperación de mutuo beneficio entre países. Una gran parte de las exportaciones chinas representa el modelo de «producido fuera, ensamblado en China y vendido en el mundo». Un producto etiquetado como «Hecho en China» a menudo incorpora diseños europeos y estadounidenses, componentes japoneses y surcoreanos y materias primas procedentes de distintos países. Según datos de la Administración General de Aduanas, en los primeros 11 meses de 2025, el volumen de importaciones y exportaciones de las firmas extranjeras fue del 29,3 % del valor total del comercio exterior chino, mientras que el volumen de las mismas del comercio de transformación, estrechamente ligado con la división del trabajo y la cooperación mundial, fue del 18,8 % del total. Esta proporción es aún mayor en sectores altamente globalizados como la electrónica y la automoción, e indica que el superávit chino también impulsa la producción y los servicios en otros países.
Ambas partes del proceso de comprar y vender al exterior se benefician del comercio, lo cual es un requisito clave para el comercio internacional. La generación del superávit sigue las leyes económicas, pero algunos medios occidentales ignoran selectivamente este hecho y carecen de una comprensión racional de la historia y de estas normas. Históricamente, cada época ha dado países con un superávit importante. A principios del siglo XIX, el economista británico David Ricardo propuso la teoría de la ventaja comparativa, resaltando que los países deben aprovechar sus puntos fuertes para participar en la división internacional del trabajo y la cooperación. Posteriormente, siguiendo este principio económico, potencias manufactureras como Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón y Alemania devinieron los principales exportadores de productos manufacturados y fuentes de superávit comercial. En realidad, el de China se debe a su mayor capacidad de fabricación, lo que refleja las decisiones racionales de las multinacionales. China tiene un déficit en el comercio de servicios, y en el caso de productos agrícolas y minerales, las importaciones superan las exportaciones. Detrás de estas cifras yace una red industrial mundial altamente interconectada, y no un juego de suma cero en el que un país «excluye a los demás» de forma unilateral.
La resiliencia de las ventas al exterior de China se debe a que sus socios comerciales la consideran una opción más estable y fiable en medio de las incertidumbres del mercado mundial. El malestar que expresa la opinión pública occidental sobre su superávit no obedece, en gran medida, a este en sí mismo, sino a quién lo gestiona. Pueden tolerar que un puñado de países desarrollados disfruten desde hace tiempo de los dividendos de la división internacional del trabajo y la cooperación, pero se niegan a reconocer la ventaja comparativa que ha obtenido un gran país en desarrollo gracias a su esfuerzo. Además, rechazan la realidad de sus problemas estructurales: el vacío industrial, la excesiva expansión financiera y la fragmentación social. Como resultado, los superávits comerciales ya no son el devenir natural de una fase concreta de la división del trabajo mundial, sino una «amenaza».
El superávit chino no es algo que solo China goza, el mundo también lo hace. Desde el punto de vista de la innovación, gracias a un sistema industrial integral y a una eficiencia muy alta en la coordinación de la cadena de suministro, las entidades de innovación globales pueden completar rápidamente todo el proceso, desde el concepto y el diseño hasta el prototipo, la producción piloto y la producción en masa en China. Desde el punto de vista industrial, en medio de tensiones geopolíticas y otras dudas, las cadenas de suministro con China como núcleo han mantenido una fuerte resiliencia y capacidad de recuperación, lo que ha garantizado el suministro continuo a nivel mundial de productos farmacéuticos, bienes de consumo esenciales y artículos intermedios críticos. Esto ha aliviado las crisis de provisión en el mundo. Desde la perspectiva del consumidor, un gran número de bienes de consumo cotidianos, electrodomésticos y dispositivos electrónicos fabricados en China llegan a los hogares de diversos países con una alta calidad y precios asequibles, lo que incrementa el poder adquisitivo de los segmentos medios y bajos y amortigua los múltiples efectos inflacionarios de los últimos años.
Como participante en el comercio mundial y practicante activo de las normas multilaterales, China nunca ha buscado a sabiendas un superávit comercial. Sin embargo, tampoco puede interferir de forma proactiva en las decisiones del mercado ni obstaculizar las exportaciones. Para favorecer el equilibrio entre la oferta y la demanda, es necesario que todas las partes de la comunidad internacional respeten las regulaciones multilaterales, cumplan los compromisos internacionales, reduzcan los diversos costos del comercio internacional —incluidos aranceles e intervenciones administrativas— y creen un entorno favorable para la asignación eficiente de recursos. Mientras tanto, el enfoque estratégico del desarrollo económico de China es expandir la demanda interna. Para fomentar un nuevo modelo de desarrollo centrado en la economía nacional y caracterizado por una interacción positiva entre los flujos económicos nacionales e internacionales. Uno de sus principios rectores es convertir el mercado interno en la principal fuente de demanda final. China no solo es la «fábrica del mundo», sino que deviene rápidamente, a su vez, en el «mercado del mundo». Este proceso en sí mismo supone un gran empujó a la demanda agregada mundial y al crecimiento de las compañías de diversos países.
El superávit comercial chino ha superado el billón de dólares, lo que refleja el profundo compromiso del país con la globalización, en lugar de proyectar una amenaza al mundo. El superávit en sí mismo no determina la dirección del mundo, sino que toma forma de cómo lo entiende la gente, cómo afronta la interdependencia y cómo decide extender la cooperación en medio de cambios estructurales. El debate al respecto es una contienda de hechos y valores relacionados con la globalización económica. Siempre que volvamos a las leyes económicas subyacentes, respetemos la ventaja comparativa y la lógica del mercado, y abordemos colectivamente los desequilibrios mediante la reforma y la mejora de la gobernanza mundial, el superávit actual chino puede ser un motor para revitalizar la economía mundial y avanzar hacia un crecimiento de mayor calidad.














