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spanish.china.org.cn | 17. 11. 2025 | Editor:Eva Yu [A A A]

La obstinación de Takaichi lleva a Japón a una peligrosa encrucijada

Palabras clave: Japón, Sanae Takaichi
Spanish.china.org.cn | 17. 11. 2025

Si con sus declaraciones sobre la isla china de Taiwan la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, pretendía provocar una firme reacción de Beijing, como parece ser el caso dada su negativa a retractarse, entonces lo ha conseguido. El objetivo era encontrar una excusa para armar nuevamente al país del sol naciente. Pero la pregunta es si será capaz de resolver la encrucijada que ella misma ha creado antes de que sea demasiado tarde.

Tras una serie de acuerdos institucionales logrados por sus predecesores de derecha, Takaichi parece seguir el llamado a concretizar la denominada «normalización» de Japón, caracterizada por su remilitarización. Un hecho que sacude los cimientos del orden internacional de la posguerra.

Desde que asumió el cargo, en lugar de estabilizar las relaciones con los países vecinos y estimular la débil economía local, dos de sus prioridades, la premier ha escogido enemistarse con China.

Durante una reciente sesión parlamentaria, Takaichi citó una supuesta «amenaza a la supervivencia» —un detonante diseñado por una ley de 2015— que vinculó con el tema de Taiwán, sugiriendo que Tokio podría considerarlo como motivo para una intervención militar en virtud de dicha normativa.

Al hacerlo, simplemente ignoró que el verdadero reto para Japón son sus problemas económicos internos y trató de contrarrestar los temores de la opinión pública exagerando una «amenaza externa» inexistente.

Sin embargo, tomar a la isla china como «amenaza a la supervivencia» es una tergiversación deliberada y una incitación política calculada.

Apenas un mes después de subir al puesto, Takaichi ya ha presentado propuestas para un aumento sustancial del presupuesto militar, la relajación total de los controles de exportación de armas, la mejora de las capacidades de ataque preventivo y la revisión acelerada de los documentos de seguridad, siendo lo más preocupante los indicios de dar marcha atrás en los «tres principios antinucleares» que Japón ha mantenido durante mucho tiempo, permitiendo el ingreso de estas armas en el país.

Esto recuerda la forma en que Japón fabricó una «amenaza» de sus vecinos —principalmente China— en las décadas de 1890 y 1930 para justificar su agresión militar. Por lo tanto, se trata de un pretexto probado y comprobado para la persecución de sus sus ambiciones militaristas.

En conjunto, sus declaraciones y propuestas desvelan la verdadera trayectoria de la «normalización» de Japón, detrás de bambalinas hasta ahora.

No obstante, Takaichi, así como las partes externas que la han alentado, deben recordar que la China que pretende desafiar hoy no es la de antaño. El mundo también es distinto a la época de su beligerancia pasada.

Dada su brutal ocupación de 50 años de la isla china —devuelta a la madre patria en 1945—, Japón está en mejor posición que cualquier otro país para saber que ella es una parte inalienable de China. El cumplimiento de su compromiso con el principio de una sola China y los cuatro documentos políticos acordados es innegociable como base de las relaciones diplomáticas.

La forma de resolver este asunto y lograr la reunificación nacional es algo que debe decidir el pueblo chino. No admite interferencia de ninguna fuerza externa. El intento de Takaichi de entrometerse en temas del Estrecho como justificación para rearmarse es un grave error de juicio. Es una afrenta a la justicia internacional, una provocación flagrante al orden de posguerra y un duro golpe para los lazos entre China y Japón.

Si Tokio intenta una intervención armada en el Estrecho, sería un ataque y sin duda merecedor de una respuesta resoluta por parte de China. Beijing ha dejado claro que ejercerá el derecho a la autodefensa en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional en protección de su soberanía e integridad territorial.

El mensaje de apoyo de las autoridades secesionistas de Lai Ching-te a Takaichi es una señal elocuente de la naturaleza intervencionista de sus palabras, que ha servido para llamar a la acción a los separatistas de la isla china.

Japón debe cesar inmediatamente sus comentarios y acciones erróneas que interfieren en los asuntos internos de China, y dejar de jugar con fuego en la cuestión de Taiwán.

La deuda histórica por las graves pérdidas de vidas humanas durante su agresión a China, así como a otros países vecinos, desde finales del siglo XIX sigue viva. Si la advertencia de China y la fuerte oposición nacional e internacional a su deseo militarista no logran disuadir a Takaichi, corre el riesgo de convertirse en una figura clave de la historia japonesa, tal y como ella lo anhela, pero por razones equivocadas, ya que llevará al país a pagar su deuda histórica con intereses.