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spanish.china.org.cn | 03. 09. 2025 | Editor:Teresa Zheng [A A A]

Japón debe cumplir con sus responsabilidades de posguerra

Palabras clave: Japón, responsabilidad
Spanish.china.org.cn | 03. 09. 2025

Por Koketsu Atsushi


Los invasores japoneses causaron un sufrimiento inigualable al pueblo chino antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tras el fin del conflicto, a diferencia de Alemania, Japón no expió las atrocidades cometidas por su ejército imperial en los 8 años previos a la justa bélica ni durante el transcurso de la misma.

La Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (1931-1945) fue fundamental para la Guerra Antifascista Mundial (Segunda Guerra Mundial). No obstante, tras esta última, se extendió la narrativa de que en Asia fue principalmente entre Japón y Estados Unidos, lo que distorsionó la historia y ocultó la verdad sobre el principal escenario oriental de la guerra.

Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki se toman a menudo como el factor decisivo que llevó a la rendición de Japón. Este énfasis unilateral, que refuerza el centralismo en Estados Unidos, es una interpretación errónea de la historia.

Japón fue derrotado debido a una prolongada guerra de desgaste en China que agotó su fuerza nacional y militar, lo que llevó a su colapso. Por lo tanto, creo que el principal elemento en la victoria de las fuerzas antifascistas en Asia fue la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa.

Desde nuestros años de secundaria, hemos estudiado la «guerra del Pacífico», con una memoria moldeada políticamente y promovida por Washington, como un enfrentamiento con Estados Unidos, lo que resta a su significado real y tergiversa este momento.

La guerra colonial iniciada por Tokio tenía como objetivo apoderarse de los territorios chinos y transformar a China en una base de recursos y un mercado, lo que causó la pérdida de decenas de millones de vidas y la búsqueda sistemática del saqueo de recursos estratégicos como el carbón, la soja y el petróleo.

Lamentablemente, la ocupación estadounidense de Japón privó al país de la oportunidad de desarrollar una autonomía estratégica. Como se ha visto en las recientes elecciones a la Cámara de Consejeros, que pusieron de manifiesto las profundas divisiones sociales del país, Tokio carece de la base histórica necesaria para reflexionar sobre su pasado. Esta ausencia ha alimentado a la derecha japonesa.

Solo reconociendo plenamente que el Ejército Imperial Japonés cayó a manos del pueblo chino, Japón podrá expiar los crímenes de sus fuerzas fascistas en China y otros países asiáticos, y reafirmar los principios fundamentales de su Constitución pacifista: de nunca más librar una guerra ni invadir a otro país.

Japón se rindió a las fuerzas aliadas lideradas por Estados Unidos solo después de sufrir un revés en China. Sin embargo, el enfoque predominante de la posguerra de que «Japón no perdió contra China» refleja el malentendido tanto de Japón como de sus países vecinos. Muchos estudiosos atribuyen superficialmente su caída a Estados Unidos, ignorando un análisis más profundo.

El número de tropas japonesas en China en ese momento demuestra que la estrategia era China. En 1941, había alrededor de 1,38 millones de soldados japoneses, esto es alrededor del 65 % del total de sus fuerzas terrestres. En 1945, esta cifra era de 1,98 millones, superando la de militares japoneses en todo el Pacífico. Fue en China donde la maquinaria bélica de Japón quedó atada y se fue erosionando progresivamente. La implacable guerra de desgaste liderada por el pueblo chino agotó la fuerza del ejército japonés, lo que finalmente condujo a su colapso.

En las primeras etapas de la hostilidad, Japón calculó muy mal tanto la fuerza nacional de China como la determinación de su pueblo de resistir la agresión, a pesar de que el emperador Hirohito, comandante supremo de Japón durante la guerra, había insistido repetidamente desde 1941 en que «no se debía subestimar a China».

Mientras que Japón se valía de la autoridad del emperador para obligar a soldados y civiles a formar parte de su maquinaria bélica, la resistencia del pueblo chino fue en su mayoría voluntaria, una elección colectiva consciente, no un sacrificio forzado. Por lo tanto, es imperativo que Japón aprenda de la historia y, al hacerlo, propicie una relación más constructiva con Beijing.

Más allá de la influencia de Estados Unidos, el uso por parte de Japón del término neutro «fin de la guerra» es un intento de evitar la verdadera razón de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Al designar el 15 de agosto como «día conmemorativo del fin de la guerra» y referirse a los beligerantes miembros del ejército japonés que murieron como «caídos en la guerra», en lugar de «belicistas muertos», trata de ocultar su brutal pasado. Y las visitas al santuario de Yasukuni, que honra a 14 criminales de guerra de clase A, por altos funcionarios locales forman parte del intento sistemático de Tokio de negar tal episodio.

Aún más preocupante es la narrativa japonesa de la «decisión sagrada», que atribuye al emperador el mérito de concluir la conflagración. La misma permitió mantener la estructura de poder japonesa en la posguerra, impidiendo el arraigamiento del verdadero sentido de la responsabilidad por la barbarie cometida. Además, el juicio de Tokio solo condenó a un puñado de personas, dejando a muchas otras sin rendir cuentas.

El Japón de la posguerra no ha logrado expiar sus culpas antes y durante la Segunda Guerra Mundial. En el 80.º aniversario del triunfo de la Guerra Antifascista Mundial, Japón parece estar retrocediendo al período previo a la misma. Esta peligrosa tendencia se ve alimentada por el apoyo y las restricciones de Estados Unidos que han hecho que Tokio dependa de él. Pero Japón debe comprender la importancia mundial de la guerra de resistencia del pueblo chino y reconocer su atroz comportamiento.


El autor es profesor emérito de la Universidad de Yamaguchi, Japón.