spanish.china.org.cn | 10. 04. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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«Estados Unidos primero» no puede ser un freno al desarrollo de otros
El miércoles, Estados Unidos impuso aranceles más elevados a casi 60 socios comerciales, incluida una tasa del 104 % a los productos chinos. Se trata, sin duda, de una grave provocación al sistema mundial de comercio y un golpe directo a la estabilidad de las cadenas mundiales de suministro industrial. En respuesta, un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino declaró que no se puede privar al pueblo chino de su legítimo derecho al desarrollo, y que la soberanía, la seguridad y los intereses de desarrollo del país son inviolables. El mismo día, el Gobierno chino publicó el libro blanco «Posición de China sobre algunas cuestiones relativas a las relaciones económicas y comerciales con Estados Unidos». El documento postula que el auge del unilateralismo y el proteccionismo en dicho país ha obstaculizado de manera marcada el curso de la cooperación económica y comercial normal entre ambos países. Critica a Washington por imponer restricciones comerciales, como los aranceles, bajo la bandera de «Estados Unidos primero». Su unilateralismo no es solo una flagrante violación de los derechos de desarrollo de otras naciones, sino también un planteamiento egoísta y estrecho de miras que a la larga será contraproducente.
El desarrollo es un objetivo común de la humanidad y un derecho fundamental reconocido por la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todos los países y pueblos deben tener los mismos derechos a mejorar sus condiciones económicas y sociales, y a elevar su nivel de vida, sin jerarquía de prioridades. Como la mayor economía del mundo, Estados Unidos se ha beneficiado durante mucho tiempo de las normas comerciales, pero cuando enfrenta trabas económicas estructurales, opta por trasladar la carga a otros. Esto es extremadamente egoísta e irresponsable. La lógica del «Estados Unidos primero» yace en el unilateralismo y la política de poder, y trata de cambiar las reglas de la globalización mediante gravámenes, bloqueos tecnológicos y desacoplamiento industrial. En esencia, es una burda violación y privación sistemática de los derechos universales al desarrollo.
El principio de nación más favorecida y los compromisos de aranceles consolidados en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) son piedras angulares del sistema multilateral que inicialmente lideró y configuró Estados Unidos. Además, sirven de salvaguardias institucionales para que países en desarrollo logren derechos de avance justos. Múltiples análisis han revelado que los impuestos han asestado golpes duros a este segmento, sobre todo a muchas naciones menos desarrolladas. Garantizar la estabilidad y una fuerte resistencia de la cadena de suministro es una condición necesaria para el avance económico de muchos países, y el comercio exterior es una vía primordial para que un país se integre en el proceso de globalización. Sin embargo, Estados Unidos establece ahora de forma preventiva «puertas» y «cabinas de peaje» en la ruta, intentando incluso monopolizar y manipular estos derechos. Esto representa no solo un retroceso en la historia, sino también una traición a los valores compartidos de la humanidad.
Sus acciones unilaterales ya han provocado represalias internacionales. Frente a los irrazonables «aranceles recíprocos», China las tomó con firmeza. Anunció gravámenes extra sobre los productos estadounidenses del 84 %, en vigor a partir de las 12:01 pm del jueves, cumpliendo su promesa de «continuar hasta el final» y demostrando su compromiso con la defensa del sistema multilateral de comercio. El miércoles, gran parte de los 27 Estados miembros de la UE votaron a favor de imponer aranceles del 25 % a unos 21 000 millones de euros (23 200 millones de dólares) de bienes estadounidenses, ante los impuestos fijados el mes pasado a sus exportaciones de acero y aluminio. Canadá también anunció acciones similares del 25 % sobre los vehículos a partir del miércoles. Es evidente que incluso sus socios tradicionales no están dispuestos a pagar la factura del «Estados Unidos primero». Esta creciente divergencia revela una dura verdad: tal enfoque que mutila la globalización no obtendrá un amplio reconocimiento y apoyo de la comunidad internacional, y solo conducirá a un mayor aislamiento de Estados Unidos, y al declive de su credibilidad internacional y de su posición moral.
Washington fantasea con remodelar el panorama económico mundial mediante la promulgación de barreras arancelarias, pero subestima su propia dependencia de las cadenas de suministro mundiales y la capacidad de recuperación de las economías de otros países. Irónicamente, la política «Estados Unidos primero» ha perjudicado sobre todo los derechos de desarrollo de su pueblo, con un aumento de los costes de las materias primas importadas, que no solo no revitalizan el sector manufacturero, sino que reducen las rentas e incluso da pie a la quiebra a gran escala de pequeñas y medianas empresas. Un estudio del US-China Business Council concluyó que en los 3 años posteriores a 2018, Estados Unidos perdió aproximadamente 245 000 puestos de trabajo debido a la guerra comercial. Tal postura no puede restringir los derechos de desarrollo de otros países; solo es sinónimo de «consecuencias autoinfligidas».
Lo que necesitamos en el mundo actual es justicia, no hegemonía. Justicia significa respetar los derechos al desarrollo de todos y resolver las diferencias mediante el diálogo en el marco de la OMC. Estados Unidos, bajo el pretexto de la «reciprocidad», aplica su política de «Estados Unidos primero», que priva a otros países de tales derechos y pone de manifiesto la miopía del unilateralismo y la necesidad de la cooperación mundial. Colaborando para contrarrestar tal enfoque, contrario a la tendencia histórica, así como rechazando diversas acciones unilaterales que desafían el consenso, la comunidad internacional puede defender mejor los derechos al desarrollo de todos y lograr realmente una prosperidad compartida.
