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spanish.china.org.cn | 09. 04. 2025 | Editor:Teresa Zheng [A A A]

Las barreras comerciales no son un freno a la globalización económica

Palabras clave: arancel, globalización
Spanish.china.org.cn | 09. 04. 2025

En los últimos días, les estragos de la política estadounidense de «aranceles recíprocos» han ido a más: el mercado financiero mundial ha fluctuado, las compras de pánico y el acaparamiento ha reinado entre los consumidores estadounidenses, y la comunidad internacional ha expresado su enérgica condena.

Todo ello resalta una vez más la impopularidad del unilateralismo y el proteccionismo. El 5 de abril, el Gobierno chino hizo pública su oposición al abuso de los aranceles, declarando: «La intimidación económica que traslada los riesgos a otros acabará siendo contraproducente», y «el mundo no volverá, ni debe volver, al aislamiento ni a la fragmentación». No son solo llamados justos a la equidad frente a la hegemonía, sino también poderosas declaraciones en consonancia con los tiempos y la dirección del desarrollo mundial.

La globalización económica es un camino inevitable para el progreso humano, y la cooperación abierta es una tendencia inexorable de la historia.

La actual red de acuerdos comerciales no va dictada por un país; es el resultado natural del desarrollo de fuerzas productivas y de la creciente interdependencia entre naciones.

El comercio es un motor clave del crecimiento económico y representa la forma más fundamental de globalización. Su expansión lo favorece e impulsa, así como refuerza la interconexión de la economía mundial.

Desde la fundación de la Organización Mundial del Comercio hace 30 años, el volumen de intercambio comercial pasó de unos 5 billones de dólares en 1994 a 33 billones en 2024, es decir, se ha multiplicado por más de cinco.

La globalización económica ha facilitado el flujo de bienes y capitales, ha hecho avanzar la tecnología y la civilización, ha profundizado los intercambios entre los pueblos, ha mejorado los medios de subsistencia y ha propiciado un nivel de progreso sin precedentes.

Como la mayor economía del mundo, Estados Unidos representa desde hace tiempo más del 25 % del PIB mundial, y el dólar, como moneda de reserva internacional dominante, constituye alrededor del 60 % de las reservas de divisas.

Con estas ventajas, ha cosechado enormes beneficios de la globalización económica y del sistema hegemónico basado en su moneda, convirtiéndose innegablemente en el mayor beneficiario del libre comercio y del actual orden económico internacional. Sin embargo, en los últimos años, se ha negado a reconocer los frutos obtenidos y se ha presentado como la víctima de un sistema de comercio injusto. Ya no incentiva la globalización económica; al contrario, la perturba cada vez más.

Como han indicado algunos estudiosos, las razones pueden resumirse en 3 puntos principales: primero, utilizar la guerra comercial como amenaza para conseguir más ventajas; segundo, desviar la atención de sus problemas internos; y tercero, mantener su estatus de hegemonía económica al tiempo que frena el desarrollo de otros países.

A pesar de los meticulosos cálculos de Washington, sus acciones van en contra de la historia como de la marea de los tiempos. En la década de 1930, Estados Unidos también impuso aranceles de más del 50 % a casi 2000 categorías de productos extranjeros bajo la bandera de la «protección de la industria local». Pero el resultado fue adverso: no solo cayó en la Gran Depresión, sino que también trajo un gran desastre al mundo.

En 2018, bajo el lema «traer de vuelta la manufactura», fijo gravámenes a los bienes chinos por un valor aproximado de 250 000 millones de dólares. Esto más tarde resultó ser «el experimento político más caro del siglo XXI». El Instituto Peterson de Economía Internacional estimó que los consumidores estadounidenses pagan unos 57 000 millones de dólares más cada año debido a los aranceles, lo que se traduce en un aumento sustancial del coste de vida. Puede decirse que Washington, cuando enfrenta dificultades, recurre con frecuencia al proteccionismo en un intento de resolver sus problemas internos por medios externos, pero tales esfuerzos son ilusiones que perjudican a los demás y a sí mismo.

En la actualidad, Estados Unidos solo representa el 13 % de las importaciones mundiales de bienes, lo que supone un fuerte descenso respecto al casi 20 % de hace dos décadas. Esto significa que es difícil invertir la globalización económica por sí solo. Un experimento mental de Simon Evenett, profesor de la IMD Business School, muestra que si el país cortara todas las importaciones de bienes, 70 de sus socios comerciales recuperarían totalmente sus ventas perdidas en un año, y 115 lo harían en un lustro. El Financial Times británico llegó a afirmar sin rodeos que la importancia de Estados Unidos en el comercio mundial es exagerada. Si se posiciona en contra de la mayoría de los países que defienden el libre comercio y mantienen un sistema comercial multilateral, el resultado final no será la «desglobalización económica», sino la «desamericanización del mundo».

En los últimos años, la globalización económica ha encarado algunas «corrientes de retroceso», pero el impulso no puede ser detenido por nadie. Frente a la marea proteccionista, las fuerzas que la sostienen y potencian, también aceleran su convergencia. La profundización de la Asociación Económica Integral Regional, el avance del Área Continental Africana de Libre Comercio y la ampliación de los BRICS indican que las fuerzas a su favor y en contra están en un tira y afloja, pero los motores siguen superando la resistencia.

La aspiración común de los países hoy en día no es negar y descartar por completo la globalización, sino reclamar una más beneficiosa e integradora. En este contexto, no es posible ni está en consonancia con la historia cortar artificialmente los flujos de capital, tecnología, productos, industrias y personas entre países, ni forzar al vasto océano de la economía mundial a volver a pequeños lagos y ríos aislados.

Esta lleva mucho tiempo interconectada y es imposible volver a una «economía Robinson Crusoe» en pedazos y limitada. Cualquier intento de bloquear las leyes económicas con altos muros acabará arrasado por la marea de la globalización.

En una era en la que la economía mundial yace estrechamente interconectada, las oportunidades de desarrollo solo pueden alimentarse «derribando muros» en lugar de «construyéndolos», y mediante «apretones de manos» y no «puñetazos». Promover el desarrollo de una globalización económica más abierta, inclusiva, de beneficio universal y equilibrada es una responsabilidad compartida de la comunidad internacional.