spanish.china.org.cn | 28. 02. 2025 | Editor:Filo Fu | ![]() |
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Inversión china en EE.UU. con acciones concretas
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, organizó este miércoles, hora local, la primera reunión oficial de su gabinete en su segundo mandato. Con respecto a las relaciones económicas con China, el mandatario abordó en primer lugar los rumores: «Veo tantas cosas que afirman que no queremos a China en este país. Eso no es cierto. Queremos que inviertan en Estados Unidos... y nosotros invertiremos en China». Luego dijo a los periodistas: «Vamos a tener una buena relación con China».
China siempre ha mantenido una actitud abierta y cooperativa hacia Estados Unidos. Complace ver que el presidente Trump envía señales positivas de avanzar en la misma dirección. Se espera que Estados Unidos pueda tomar medidas prácticas para eliminar las barreras políticas y crear un entorno empresarial abierto, estable y no discriminatorio para las firmas chinas en el país norteamericano.
Su declaración anterior presenta un contraste con el memorando «America First Investment Policy» (Política de inversión América primero) publicado por la Casa Blanca el 21 de febrero. Bajo el pretexto de garantizar la prosperidad y la seguridad, el documento anunciaba nuevos obstáculos a las inversiones bilaterales en varias áreas como semiconductores, inteligencia artificial, infraestructura crítica y sanidad.
Esto provocó una gran ansiedad entre las compañías dedicadas a negocios entre los dos países, y también suscitó una considerable oposición en Estados Unidos. Previamente, este impuso numerosas restricciones injustas e innecesarias a las inversiones chinas. Por ejemplo, el Comité de Inversiones Extranjeras, dirigido por el departamento del Tesoro, las persiguió persistentemente con «revisiones», deteniendo a menudo proyectos de inversión so pretexto de la «seguridad nacional», convirtiendo en un gran riesgo invertir en dicho país.
Una verdad evidente es que «lo que beneficia a Estados Unidos» y «lo que beneficia a China y Estados Unidos» no se oponen entre sí. La «preocupación» de algunos políticos de Washington de que «los frutos mutuos permitan a China superar a Estados Unidos» carece de fundamento, ya que las cadenas industriales integradas entre ambos países no equivalen a que «China obtenga una ventaja unilateral», sino más bien a la asignación óptima de recursos impulsada por las reglas del mercado. A la hora de formular políticas comerciales y económicas hacia China, Washington no debe caer en la errónea creencia de que «Estados Unidos lo gana todo y China lo pierde todo». Innumerables ejemplos han demostrado que las guerras comerciales y arancelarias van en contra de las tendencias históricas y los principios económicos, y no habrá ganadores.
Tal vez las áreas en las que el presidente Trump da la bienvenida a la inversión china no son tan amplias, solo se limitan a sectores como la manufactura que no implican tecnología avanzada, porque durante su campaña dio la «bienvenida» a la instalación de fábricas chinas con mano de obra local en estados como Michigan. Sin embargo, aunque así sea, la cooperación bilateral seguirá siendo limitada, y será difícil fomentar la economía y el desarrollo industrial de Estados Unidos.
Hace poco, la empresa china de IA DeepSeek llamó a la reflexión en Silicon Valley. Una joven empresa china de biotecnología desarrolló un fármaco que superó en los ensayos de cáncer de pulmón al tratamiento estrella en ventas de un gigante farmacéutico estadounidense; hecho que atrajo la atención de los medios locales. El Wall Street Journal reconoce que China ha ascendido en la cadena de valor, pasando de fabricar bienes a convertirse en un centro de innovación sofisticado.
Washington debería responder dos preguntas: ¿Han obstaculizado años de restricciones el progreso tecnológico chino? Y si ambas potencias tecnológicas con vastos mercados pudieran entablar una cooperación más amplia y avanzada, ¿no supondría mayores ventajas para las dos?
El 26 de febrero, la Cámara de Comercio Estadounidense en el Sur de China publicó datos que muestran que casi el 90 % de las empresas estadounidenses en China son rentables, y las afiliadas tienen previsto aumentar su inversión en los próximos tres a cinco años. Esto se atribuye al hecho de que, en los últimos años, la actitud acogedora de China hacia la inversión foránea se ha reflejado cada vez más en sus políticas abiertas. Al mismo tiempo, las encuestas muestran que la preocupación entre sus miembros por las mayores tensiones comerciales también ha ido avanzando. Si Estados Unidos quiere convertirse en el «mayor destino de inversión del mundo», debería propiciar un ambiente empresarial justo, transparente, estable y predecible para las compañías internacionales, incluidas las chinas, en lugar de ofrecer numerosas trabas en el laberinto de la «seguridad nacional». Es satisfactorio escuchar los comentarios de Trump y esperamos que Estados Unidos cumpla sus palabras, traduzca el último juicio racional en acciones audaces y concretas. ¿Qué define una «buena relación China-Estados Unidos»? El planteamiento chino de adherirse a los principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación beneficiosa para las partes nunca ha cambiado.
Lo que necesita Estados Unidos ahora es abandonar su mentalidad hegemónica y adoptar una perspectiva más racional y pragmática en sus vínculos con China. Debe escuchar los llamamientos genuinos dentro de su territorio a la cooperación y formular políticas que se alineen con los intereses compartidos de empresas y ciudadanos de ambos países, así como con la salud de las cadenas de suministro mundiales. Como gran potencia, debe proporcionar un apoyo político acorde con su estatus. Como las dos mayores economías del mundo, sus lazos influyen profundamente en el pulso de la economía mundial. Es de esperar que Estados Unidos encuentre a China a medio camino, esforzándose por construir una relación estable, sana y sostenible. Ello no solo favorece a ambas naciones, sino que también ofrece al mundo una visión de prosperidad y estabilidad.
