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spanish.china.org.cn | 28. 02. 2025 | Editor:Eva Yu [A A A]

La estrategia de presión de EE. UU. sobre México expone sus prácticas abusivas en el comercio mundial

Palabras clave: EE. UU. , México, China, aranceles
Spanish.china.org.cn | 28. 02. 2025



Por Jorge Fernández


Las acciones de Estados Unidos, que buscan incordiar las relaciones de terceros con China, llevarán la actividad económica y comercial internacional a escenarios adversos.


Con un estilo propio de los secuestradores, así trata Donald Trump a su vecino del sur, México. La amenaza que pende sobre la producción mexicana, que podría gravarse con un 25 por ciento para sus exportaciones a la Unión Americana, somete a la administración de Claudia Sheinbaum a una presión sicológica sin igual: o coopera sumisamente o su comercio se va al traste con el vecino del norte. Donald Trump está apretando tanto las tuercas del Gobierno de México que, en algún momento de dolor o psicosis, podría obligarlo a ceder. ¿A qué se debe esa animosidad contra su vecino del Sur? La respuesta se halla en otro continente, en Asia, donde habita el gigante asiático.

Ya desde hace meses, cuando la llegada de Trump a un segundo periodo era inminente, el Gobierno de México desplegó su estrategia en medio de las bravatas aireadas durante la campaña electoral estadounidense. En noviembre del año pasado confiscó 262.000 productos mayoristas chinos y clausuró el centro comercial donde se venderían, ubicado en el centro de la Ciudad de México. El Gobierno de México justificó que ponía en marcha acciones para frenar el flujo de productos apócrifos y de otros más que estaban evadiendo el pago de impuestos. Contrario a estas explicaciones, hoy hay voces que aseguran que fueron guiños enviados al magnate estadounidense, ahora presidente, para mitigar lo que ya se veía venir: una embestida contra México por sus vinculaciones comerciales con China. Sea cual sea la verdad, semanas después México aumentó los aranceles para las importaciones de productos textiles. Huelga decir que, de todas estas decisiones, el comercio chino resultó el más afectado.

Pero nada de eso sirvió. Si las acciones de México eran ejercicio normal de sus funciones o parte de una estrategia para armar una agenda de negociación con Trump, el plan no dio resultados positivos: el mandatario norteamericano comenzó su mandato amenazando a México con 25 por ciento de aranceles sobre sus productos en territorio estadounidense. Era el primer giro de un torniquete colocado alrededor del cuello del Gobierno de Sheinbaum, para imponerle condiciones adjuntas a sus relaciones comerciales. Hoy se observa que, en total violación de los acuerdos del comercio, el presidente de Estados Unidos ha iniciado un estrangulamiento sistemático contra su vecino del sur y socio comercial, en un intento, ahora ya descarado, para asfixiarlo primero y para obligarlo después a confrontar a China. En su primer mandato Trump impulsó una guerra comercial contra China y ahora, en su segundo periodo, busca aliados para que otros repliquen sus acciones contra el comercio de Beijing.

Hace unos días, la administración Trump, con arrogancia y cinismo desorbitados, dejó claro que detrás de las condiciones adjuntas está la intención de confrontar a México con China. Para que México evite la imposición del 25 por ciento de aranceles a sus exportaciones, Estados Unidos le puso como condición gravar las importaciones chinas. Ya no se trata, como ocurrió hace unos meses, de que México envíe señales empáticas a su vecino del norte. Ahora, ya sin dar rodeos o irse por las ramas, México deberá fijar aranceles a las importaciones chinas como parte de las múltiples condiciones que Trump coloca sobre la mesa de negociaciones. La ambición de la actual administración de Estados Unidos ha llegado a niveles gangsteriles, y ha puesto a México en una situación similar a la de un rehén en manos de su secuestrador: con la única intención de atacar a China, Trump ha convertido los aranceles y el libre comercio en monedas de cambio que servirán, entre otras cosas, para aflojar la soga de donde ya cuelga el Gobierno de Sheinbaum.

Lamentablemente México, que ahora debe negociar condiciones benignas con su verdugo, es víctima de una estrategia mayor: Estados Unidos busca bloquear, reprimir y lastimar el desarrollo industrial de China y para ello necesita combatientes, aunque estos sean coaccionados para ir a guerras que no son propias. La administración Trump politiza cuanto tema opera en contra de sus intereses para condicionar sus relaciones comerciales y, si ese plan no da resultados, somete a sus contrapartes a situaciones asfixiantes e inaceptables. En el caso de México, el Gobierno de Estados Unidos lo está sometiendo sin escrúpulos en una maniobra mayor que busca dañar el desarrollo global de distintas industrias de China. No solo es México sino que es el mundo entero, sobre el cual Estados Unidos ejerce presión para restringir sus relaciones comerciales con Beijing. La decisión de Panamá que decidió retractarse de dar su apoyo a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, es solo uno de los vergonzosos ejemplos de coacción protagonizados por Estados Unidos.

Las acciones de Estados Unidos, que buscan incordiar las relaciones de terceros con China, llevarán la actividad económica y comercial internacional a escenarios adversos. La irrupción en el comercio, las barreras al flujo de bienes y los frenos al desarrollo e intercambio tecnológico llevarán a la humanidad a un periodo sombrío si no se le pone un alto a la actitud gangsteril de Estados Unidos. Donald Trump no puede violar los acuerdos construidos por el mundo sancionando a diestra y siniestra. Es deleznable e indigno que una superpotencia que clama por la libertad someta a sus socios a presiones sicológicas, amenazas o acciones punitivas para influir en sus decisiones. Los acuerdos y desacuerdos deben hablarse bajo esquemas de diálogo y consultas en ambientes sanos, y no bajo coerciones. La palabra es la única vía para dirimir diferencias y malentendidos, no las sanciones ni la construcción de escenarios asfixiantes que violan la soberanía y la dignidad de los Estados.

Donald Trump, al hacer rehén al mundo de sus condiciones, vulnera sus derechos humanos y sus derechos al desarrollo compartido y al comercio justo entre todos los miembros de la comunidad internacional. Ante los ultimátums de Estados Unidos, es necesario alzar la voz, hablar con firmeza y golpear el puño sobre la mesa porque con el interés nacional, con el orgullo nacional, con la soberanía de los Estados y con la dignidad humana no se debe negociar.