spanish.china.org.cn | 22. 01. 2025 | Editor:Elena Yang | ![]() |
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El autogolpe económico de Estados Unidos: Los aranceles contra socios y amigos resulta inocuo al desarrollo de China
Por Jorge Fernández
El mundo ha dado testimonio de los logros rompedores que el gigante asiático ha conseguido en el sector de la fabricación, el cual, hoy por hoy, marcha rumbo a la consolidación de prácticas sostenibles, inteligentes y de alta tecnología.
En cuanto asumió el cargo como presidente, Donald Trump ha reanudado sus ataques contra el comercio internacional. A México y Canadá los tiene en su punto de mira, puesto que ha propuesto un arancel del 25 % a sus productos a partir del 1 de febrero. Sin ningún empacho, con los intereses de su país por encima de los demás, sus socios más cercanos y también vecinos en ambas fronteras, resultan las primeras víctimas del “hombre arancelario”. Por lo que respecta a China no se ha atrevido a emitir una sentencia específica, aunque el ataque, dada su animosidad contra el gigante asiático, resulta inminente. Si está dispuesto a incendiar la casa de sus dos vecinos, ¿qué podemos esperar de sus intenciones arancelarias con Beijing?
El mandatario estadounidense no duda en alterar o poner de cabeza un sistema internacional, el económico incluido, por mantener egoístamente la competitividad de su país. Ignora, de manera preocupante, que el mundo es complejo e inestable. En lugar de trabajar y proponer soluciones a los desafíos, agrava los problemas globales existentes a niveles insospechados. En un mundo interdependiente, Donald Trump sabotea a la globalización misma, y propone emprender ataques con la equivocada creencia de que esto funcionará para impulsar su economía. Es discutible si las medidas conseguirán cerrar el déficit comercial de la economía más grande del planeta. Aun si esto ocurriera, sería a corto plazo y terminaría siendo una ganancia efímera. Pero al hacerlo, dejaría en llamas a muchos, y eso tendría un costo mucho mayor para la Unión Americana.
Con México y Canadá, el presidente podría atribuirse una victoria pírrica. Infligiría daños a sus socios —como ocurrió ya con México, donde el valor del peso se redujo solo con el anuncio de los aranceles—, aunque tarde o temprano la Unión Americana tendría que salir al rescate de ellos. Como dice el viejo proverbio inglés: “When your neighbor's house is on fire, you should worry about your own”. Aquí lo paradójico es que el pirómano Trump está provocando el incendio en la puerta de sus vecinos. Lo mismo se aplica para la segunda economía del planeta. El aumento de aranceles a las importaciones de productos chinos, calculado para lastimar la economía de Beijing y generar ventajas competitivas para Washington, resulta un arma de doble filo. Todo ataque emprendido contra China incrementará automáticamente la carga económica de Estados Unidos.
En una dimensión global, Estados Unidos no solo usa el dólar sino también los aranceles como un arma para someter a rivales y socios por igual. En el caso particular de China, dado su alto grado de competitividad y desarrollo acelerado en alta tecnología, Trump pretende con la imposición de aranceles cerrar la brecha competitiva, someter el desarrollo chino a los designios de Washington y lastimar el ascenso del gigante asiático, al cual Trump ve como una amenaza para el predominio estadounidense. Eso no será posible y causará, por el contrario, un daño mayor a la relación bilateral en todo su espectro, tanto en la dimensión económica como en la política. El desarrollo chino no está supeditado a Estados Unidos y opera a nivel global bajo un enfoque de ganancia mutua y beneficio compartido. El desarrollo chino es un derecho protegido por la constitución y nadie en el mundo tiene autoridad para contravenirlo. China no puede por un principio constitucional y de dignidad nacional operar bajo los términos establecidos por Estados Unidos. Sugerirlo es, en todo caso, una tremenda vacilada.
Trump amenaza a China con la imposición de aranceles e instiga a emprender una guerra comercial. Con base en experiencias anteriores, el contundente resultado ha sido que ninguna de esas medidas ha logrado ni mínimamente la relocalización industrial ni el fortalecimiento de las cadenas de suministro nacionales. El gigante asiático fortalece sus relaciones con el resto del mundo, respaldándose en propuestas como la Iniciativa para el Desarrollo Global, y ha logrado a través del diálogo y las consultas, la apertura de nuevas rutas comerciales en regiones como Oriente Medio, Asia Central y América Latina. Estados Unidos tiene el poder de generar dificultades en ciertos sectores, pero no tiene la capacidad de frenar el dinamismo generado por las relaciones de beneficio compartido a nivel global. Emprender una lucha contra China equivale a batirse en duelo con la orquesta de naciones —o hacer evidente el carácter perverso de su política exterior—, lo cual es contraproducente para Estados Unidos en todos los sentidos.
Estados Unidos busca, con la aplicación de tarifas, detener el desarrollo de la fabricación de alto terminado de China. El mundo ha dado testimonio de los logros rompedores que el gigante asiático ha conseguido en el sector de la fabricación, el cual, hoy por hoy, marcha rumbo a la consolidación de prácticas sostenibles, inteligentes y de alta tecnología. Ya sea en el terreno de trenes de alta velocidad, la industria aeroespacial, la construcción de cruceros de alto calado o estaciones 5G, China avanza con el respaldo de políticas calculadas rumbo a un desarrollo acelerado de transformación verde en el sector de la manufactura. El espectro es amplio y el dinamismo vigoroso, lo que evidencia que, aun con los ataques constantes emprendidos en el pasado, China no ha resultado herida ni con bajas de presiones del exterior. Si el propósito de las tarifas es contener el desarrollo de la manufactura, la estrategia ha fracasado y la no materialización de los intereses estadounidenses es reflejo de su propia frustración.
Trump está a punto de pegar un tiro en los pies de la Unión Americana. Al buscar desacreditar el “Hecho en China” o la manufactura inteligente con campañas de desprestigio e imposición de aranceles, emprende una política contraproducente e irreal como la construcción de un muro a lo largo de la extensa frontera con México: una misión imposible y una tarea infructuosa. Lo que Trump está haciendo es altamente perjudicial, puesto que Estados Unidos depende de las cadenas de valor globales en donde China es un eslabón clave para su funcionamiento. Estados Unidos es un socio comercial de China que desempeña un papel crucial. No obstante, buscar la exclusión de China equivale a excluirse a sí mismo del reparto de riqueza que China promueve bajo un enfoque equitativo y de desarrollo conjunto para todos. Trump busca, amparado por un egoísmo encarnado en la política exterior estadounidense, trastocar la noble aspiración de un desarrollo inclusivo y de beneficio compartido para la humanidad.
