spanish.china.org.cn | 26. 11. 2024 | Editor:Elena Yang | [A A A] |
La próxima fase de la «deuda climática» de los países desarrollados es inaplazable
Tras dos semanas de arduas negociaciones, la 29.ª sesión de la Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) alcanzó finalmente un resultado equilibrado denominado «Pacto de Solidaridad Climática de Bakú» en la madrugada del domingo hora local, tras un retraso de unas 35 horas. Los países desarrollados se han comprometido a liderar la aportación y movilización de al menos 300.000 millones de dólares anuales de aquí a 2035 para apoyar la acción climática en los países en desarrollo. La conferencia también pidió la movilización de al menos 1,3 billones de dólares anuales de diversas fuentes para los países en desarrollo de aquí a 2035.
La atención pública se ha centrado en el difícil proceso de negociación de la COP29, con importantes diferencias entre países desarrollados y en desarrollo, especialmente en la cuestión crucial de la financiación climática. El objetivo de financiación de 100.000 millones de dólares propuesto inicialmente por los países desarrollados fue rechazado colectivamente por los países en desarrollo.
En virtud del Acuerdo de París de 2015, las partes acordaron fijar nuevos objetivos de financiación antes de 2025, lo que convirtió la cuestión central y el punto de discordia de la COP29 en quién contribuiría, cuánto aportaría y cómo se utilizarían los fondos. Dada la frecuencia de los desastres climáticos y el déficit de financiación para el clima, muchos países en desarrollo tenían grandes expectativas puestas en la conferencia, esperando que las naciones desarrolladas asumieran la parte de responsabilidad que les correspondía.
La consecución del objetivo colectivo de financiación climática marca la adhesión y aplicación del consenso de que los países desarrollados deben proporcionar financiación a las naciones en desarrollo bajo el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas». Aunque algunos países desarrollados intentaron trasladar la responsabilidad durante las negociaciones y se desviaron de las disposiciones del Acuerdo de París, las fuertes demandas de los países en desarrollo condujeron a un compromiso final de las naciones desarrolladas para aumentar su financiación de los 100.000 millones de dólares iniciales a al menos 300.000 millones de dólares anuales, alcanzando un paquete, lo que representa un cierto progreso.
En general, tras los incansables esfuerzos de todas las partes, la COP29 ha ofrecido un pacto imperfecto pero significativo. Como declaró el Secretario General de la ONU, António Guterres, este acuerdo proporciona una base sobre la que construir.
Además, en el complejo y desafiante entorno internacional actual, el hecho de que cerca de 200 partes contratantes alcanzaran un consenso es notable, y garantizar que las acciones no retrocedan sobre la base del Acuerdo de París es crucial para preservar los procesos multilaterales. China también ha contribuido sistemáticamente al éxito de la conferencia y ha ofrecido propuestas constructivas sobre cuestiones clave de la negociación.
La comunidad internacional no confía en que los principales países desarrollados apoyen realmente los planes mundiales de reducción de emisiones y puedan mantener la continuidad y estabilidad de sus políticas. Durante la última década o más, el compromiso anual de 100.000 millones de dólares en financiación climática de los países desarrollados a los países en desarrollo no se ha cumplido bien. ¿Qué parte del nuevo objetivo de 300.000 millones de dólares se cumplirá realmente? Los intensos debates de la conferencia sobre el clima son, en cierta medida, un reflejo de esta falta de confianza. Como declaró Simon Stiell, secretario ejecutivo de la CMNUCC: «Como cualquier póliza de seguros, sólo funciona si las primas se pagan íntegramente y a tiempo».
Es importante reconocer que, aunque la comunidad internacional comparte un objetivo común en la lucha contra el cambio climático, los distintos países varían en sus fases de desarrollo, influencia internacional y perspectivas sobre el tema. Como resultado, las actitudes hacia la acción climática difieren. Por lo tanto, tanto para los países desarrollados como para los que están en vías de desarrollo, la creación de condiciones genuinas para el avance de las nuevas industrias energéticas, que es crucial para hacer frente al cambio climático, es probablemente aún más crítica.
Por ejemplo, China ha dado un gran ejemplo en el cumplimiento de los compromisos de reducción de emisiones, pero también ha contribuido significativamente a los bienes públicos mundiales verdes mediante el desarrollo de sus propias industrias de nuevas energías, apoyando las transiciones energéticas de muchos países en desarrollo. Algunos países, movidos por sus propios intereses, han intentado etiquetar a China de «exceso de capacidad» y se han opuesto a los esfuerzos mundiales por reducir las emisiones.
Desde otra perspectiva, la difícil conclusión de la COP29, con un acuerdo final alcanzado, también pone de relieve que cada consenso internacional alcanzado para abordar el cambio climático, por pequeño que sea, es precioso y exige que los países se lo tomen en serio y lo protejan. La financiación de los países desarrollados es un medio para hacer frente a las responsabilidades históricas, no un acto de «caridad» hacia los países en desarrollo; esto no debe malinterpretarse.
En este sentido, la comunidad internacional debería ejercer una fuerte presión pública en relación con el objetivo de la siguiente fase de 300.000 millones de dólares fijado en la COP29, y crear una fuerte presión pública para garantizar que los países desarrollados cumplan sus compromisos a tiempo y asuman una responsabilidad real por esta «deuda climática».