spanish.china.org.cn | 26. 09. 2024 | Editor:Eva Yu | [A A A] |
Una vital y rozagante joven de 75 años
Por Mauricio Castellanos
Era poco lo que quedaba de China para octubre de 1949. Un siglo de humillación por parte de varias potencias extranjeras, durante el cual debió enfrentar, además, la voraz invasión del ejército japonés y luchar una larga y devastadora guerra civil, la habían dejado arruinada y vulnerable.
Pobre, malherido y desmoralizado, el país parecía condenado a seguir aprisionado indefinidamente en las garras de quienes habían decidido ignorar sus ricas historia y tradición y le habían convertido en poco menos que un paria.
Entonces, vino la victoria de la revolución comunista, la pesadilla llegó a su fin, y el sueño de revivir a China y llevarla de nuevo al lugar que le corresponde empezó a tomar forma.
Hoy, 75 años después, la realidad de la República Popular China no podría ser más opuesta a la de ese maltrecho país cuyo pueblo decidió depositar su confianza en el Partido Comunista de China (PCCh) para que le guiara en el camino a la grandeza, y el mundo mira con asombro el avance de una potencia concentrada en el desarrollo, amante de la paz y siempre dispuesta a trabajar de la mano con los demás para construir una humanidad más armoniosa y más feliz.
El primer paso fue definir el camino de desarrollo y fijar metas. Apegándose juiciosamente a sus planes quinquenales, China logró elevar su PIB de solo 9.700 millones de dólares en 1952 a 17,71 billones en 2023, con lo cual se convirtió, hace ya más de diez años, en la segunda economía mundial, y se hizo imprescindible para la estabilidad financiera del planeta, como quiera que aporta más del 30 por ciento de su crecimiento económico.
Con todos trabajando al unísono con un mismo objetivo, y apoyada en su trascendental política de reforma y apertura, China logró en un tiempo récord sacar a todos sus ciudadanos de la pobreza, permitiendo que ahora su gente se concentre en aumentar su riqueza y en llevar un estilo de vida orientado ya no a la mera satisfacción de las necesidades básicas sino hacia el disfrute, hacia la elevación de su nivel de vida.
El haber llegado a un lugar tan destacado, demostrando la efectividad de sus políticas, llevó a que China, como potencia responsable, ideara y propusiera un mecanismo para que todo el mundo pudiera, al igual que ella, avanzar de forma más rápida y efectiva hacia el desarrollo.
Esa idea fue el germen de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que solo diez años después de haber sido presentada, ha sido rubricada por más de 150 países y 32 organizaciones internacionales, confirmando que, como dice el viejo refrán, la unión hace la fuerza.
Una economía saludable y pujante, con una figuración destacada en el concierto internacional, debe dar ejemplo de conciencia ambiental. Es por eso que China se ha embarcado ahora en la búsqueda de un desarrollo de alta calidad, un desarrollo ya no acelerado sino refinado, basado en la innovación y sintonizado con el medio ambiente.
La aplicación del método de ensayo y error le permitió a China constatar que buscar el desarrollo sin prestar la atención debida a la naturaleza tiene un alto precio. Por eso, a diferencia de otros países que han experimentado el mismo proceso, en lugar de estancarse en prolongadas e inútiles discusiones o apuntar dedos acusadores, China se dio a la tarea de diseñar e implementar métodos de desarrollo verdes, invirtiendo ingentes cantidades de recursos en investigación y desarrollo en el campo de las energías renovables y trabajando con denuedo en la limpieza de sus tierras, aguas y aire.
Todos estos esfuerzos han permitido que, en tiempo récord, China haya pasado de ser uno de los mayores contaminantes a ser un líder mundial en infraestructura de energías renovables y el principal exportador de vehículos eléctricos, aportes innegables a la lucha contra el calentamiento global que, no obstante, hay quienes atacan y tratan de desvirtuar creando cortinas de humo para ocultar sus propios estancamiento tecnológico y falta de iniciativa.
La certeza sobre la efectividad de su estrategia ambiental le ha permitido a China comprometerse a alcanzar el pico de emisiones de dióxido de carbono a más tardar en 2030 y materializar la neutralidad de carbono antes de 2060, y todo hace prever que, como ya es usual, el país cumplirá.
China es ya una sociedad modestamente acomodada en todos los aspectos, habiendo erradicado la pobreza absoluta para 2020, diez años antes de lo establecido por la ONU en sus Objetivos de Desarrollo del Milenio. El socialismo con características chinas permitió este logro sin par, y hoy, en la nueva era, el PCCh y el pueblo chino avanzan, llenos de confianza en sí mismos, hacia la concreción del objetivo del segundo centenario, que es convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos.
Al mismo tiempo, a medida que se acerca a dicho objetivo, China aporta de forma cada vez más palpable a la construcción de una comunidad global de futuro compartido, la propuesta que ella misma hizo de trabajar por un mundo abierto, inclusivo, limpio y hermoso, con paz duradera, seguridad universal y prosperidad para todos, y que el Consejo de Seguridad de la ONU incorporó en una de sus resoluciones en nombre de 140 países, un ideal perfectamente posible, pero que solo se concretará cuando todas las partes interesadas actúen con sinceridad y manifiesten verdadera voluntad política.
Ese gran sueño en el que Mao Zedong y todos los comunistas chinos se embarcaron hace apenas 75 años se cumple todos los días y se seguirá cumpliendo. China, sin abandonar su esencia de miembro del Sur Global, seguirá dejando atrás su pasado de debilidad y humillación y avanzando con decisión hacia la prosperidad y el desarrollo, trabajando de la mano con aquellos que están de acuerdo en que el camino correcto es el multilateralismo, la búsqueda del desarrollo pacífico y la cooperación de ganancias compartidas, y defendiendo sin vacilaciones, cuantas veces sea necesario, esos logros y esa posición que tanto le han costado alcanzar, pues, como lo ha afirmado el presidente Xi Jinping, el proceso de revitalización nacional de China es algo que ninguna fuerza podrá detener jamás.