spanish.china.org.cn | 28. 08. 2024 | Editor:Teresa Zheng | [A A A] |
Los aranceles no deben fungir de "nota" política a conveniencia de Washington
El Gobierno de Joe Biden anunciaría esta semana un plan definitivo de altos aranceles para determinados productos chinos. En principio, estaba previsto que los gravámenes entraran en vigor el 1 de agosto, pero debido a la fuerte oposición y a la necesidad de “más tiempo para coordinar las opiniones de la industria”, hubo un aplazamiento hasta fin de mes. Creemos que Estados Unidos, quien afirma valorar la democracia, debería enfrentar a la opinión pública y ofrecer una respuesta responsable, en vez de usar la “coordinación” como excusa para continuar con políticas perjudiciales.
Los aranceles presentados en mayo de este año incluyen medidas disparatadas como su aumento sobre los vehículos eléctricos chinos hasta de un 100 % a fin de “escudar a las empresas estadounidenses del exceso de capacidad china”. Sin embargo, ahora han aparecido las “partes protegidas”.
No se trata de firmas específicas de un campo concreto, sino de “fabricantes desde vehículos eléctricos a equipos de servicios públicos eléctricos, quienes han pedido reducir, retrasar o eliminar los onerosos impuestos y que se amplíe en gran medida posibles exclusiones”. El fuerte y generalizado rechazo del rubro antes incluso de ejecutarse las restricciones presagia su resultado final.
La oposición procede de diversos ramos y es muy persuasiva. Por ejemplo, en relación con el arancel del 25 % para las grúas portuarias, la Autoridad Portuaria de Virginia indicó que más del 80 % de estas máquinas en puertos del país vienen de China. Estados Unidos no tiene tecnología ni propiedad intelectual que necesite resguardo, de imponerse los tributos, los puertos tendrán que comprar grúas chinas a costes más elevados o conformarse con otras de menor calidad. Además, algunos legisladores están instando a la Oficina del Representante de Comercio a reconsiderar la tasa del 50 % sobre las jeringuillas, alegando que podría bloquear el suministro de las utilizadas en la alimentación de recién nacidos.
Ni siquiera las compañías estadounidenses que compiten con las chinas se han beneficiado de los aranceles. Entre las que se han pronunciado esta vez figura Ford Motor Co, porque el grafito artificial a gravarse es un material clave para las baterías de vehículos eléctricos. En la actualidad, Ford se abastece casi totalmente de China en este ámbito. Autos Drive America, que representa a las empresas automovilísticas internacionales, también pidió estabilidad en los gravámenes sobre las baterías de litio para apoyar la producción y popularización de los vehículos eléctricos en Estados Unidos. Parece que Washington intenta exprimir la cadena de nuevas energías de China con impuestos para competir por más cuotas de mercado en el campo. No obstante, este enfoque no funcionará y acabará volviéndose en su contra. Mientras tanto, el deseo de sus empresas por materiales y componentes chinos en este ámbito hace que la teoría del “exceso de capacidad” sea contraproducente.
La guerra comercial que comenzó durante la administración de Trump ha fracasado, algo en gran parte indiscutible dentro y fuera de Estados Unidos.
El New York Times publicó en su día un artículo en el que apuntaba: “El conflicto comercial de Trump no logró ninguno de sus objetivos, pero sí que el país volviera a ser débil”. La actual tanda de aranceles que está “coordinando” Washington le hace parecer un avestruz que entierra la cabeza en la arena. Pero un error es un error, y solo prolongará el fracaso anterior. Un académico estadounidense sostenía sin rodeos en una columna de opinión que, al intensificar la confrontación, la Administración admite que sus políticas primigenias no marcharon bien, y “aunque los aranceles sean en gran medida simbólicos, son un símbolo de debilidad”.
Hoy en día, ya no pueden calificarse de “medidas económicas”, sino de “notas” políticas a conveniencia de algunos en Washington. Los hace verse valientes y patrióticos simplemente aplicándolos. El verdadero sacrificio son los auténticos intereses públicos y nacionales. Moody's ha calculado que el 92 % de los costes de estas subidas recaerán sobre los consumidores estadounidenses, lo que supondrá un alza promedio de 1300 dólares en el gasto anual de los hogares. La US Tax Foundation predice que los impuestos podrían costar a la nación 142 000 puestos de trabajo. Drew Bernstein, cofundador de Marcum Asia, escribió en el sitio web de Forbes: “Cuando [los aranceles] se convierten en una parte permanente y rígida del paisaje, acaban acelerando el declive de una nación”.
En la actual era de la globalización, existe un alto grado de interdependencia entre las economías, especialmente entre las dos mayores del mundo, China y Estados Unidos. Cualquier politización o securitización de estos aspectos puede arrastrar fácilmente efectos indirectos negativos, perturbando el comercio bilateral y, en última instancia, la innovación industrial mundial, la estabilidad de la cadena de suministro y el desarrollo económico. Las repercusiones de los traspiés de Washington sobre sus sectores económicos y consumidores empezaron el día de su vigencia, dañando la cooperación tecnológica y el orden comercial mundiales y causando pérdidas en la cadena de suministro global.
Es de sobra conocido que el anuncio del plan arancelario definitivo se produjo muy cerca de la visita a China de Jake Sullivan, Asesor de Seguridad Nacional estadounidense. En cierto sentido, Sullivan emprendió su viaje en medio de su protesta.
Washington enfatiza la necesidad de “relaciones estables con China”, y la ola de oposición interna a causa de los gravámenes muestra claramente que la razón de la inestabilidad en ellas no reside en China, sino en su par norteamericano. El mero hecho de mostrar fuerza no hace que Estados Unidos parezca más poderoso. Por el contrario, afrontar y corregir sus propios errores lo hace más valiente.